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jueves, 18 de diciembre de 2008

Muchos subsaharianos pagan con su vida el intento de pasar de Egipto a Israel

Miles de subsaharianos llegan cada año a Egipto huyendo de guerras y miserias con la falsa esperanza de poder dar el salto después a algún país occidental. Una minoría consigue el estatus de refugiado político que otorga el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que tiene una oficina en El Cairo. El resto intenta abrirse camino como puede en la capital egipcia, con trabajos muy precarios. La desesperación arrastra a muchos a intentar entrar clandestinamente a Israel.Un reciente informe de Human Rights Watch (HRW) revela que desde junio del 2007, al menos 33 inmigrantes han muerto en el intento, entre ellos una mujer embarazada y una niña de 7 años. Todos fueron abatidos a tiros por la policía fronteriza egipcia, que patrulla a lo largo de la alambrada que separa a ambos países, según denuncia el texto, que habla también de decenas de heridos y centenares de detenidos que son juzgados por tribunales militares y sentenciados a penas de prisión.

Es el caso de John, un sudanés católico de 25 años y casi dos metros de altura, que llegó a Egipto en el 2004, justo antes de empezar la universidad. “Mi madre me animó a escapar de Sudán porque estaba en edad militar y mi país estaba entonces en guerra. La paz llegó un año después, pero no puedo volver porque corro peligro”, explicó en el diminuto apartamento que comparte con otros dos negros en un barrio popular del norte de El Cairo. Procede del sur del Sudán limítrofe con Uganda, mayoritariamente cristiano y animista.

Tentar a la suerte
John tentó a la suerte hace un par de años junto con un amigo suyo: “En Israel tengo amigos que entraron clandestinamente y ahora trabajan como camareros, limpiando casas o en la agricultura. Yo quiero estudiar medicina y por eso lo intenté”. Así que contactó con un grupo de beduinos que se dedica a hacer este tipo de trabajo, a cambio de 450 dólares (unos 350 euros). “Nos hicieron caminar de noche por el desierto durante más de dos horas hasta que llegamos a una zona donde era fácil pasar al otro lado”, recuerda. “Cuando llegó el momento, mi amigo se puso a correr, pero yo no pude porque apareció un policía que empezó a disparar al aire. Me entró el pánico y al final me arrestaron. Mi amigo lo logró”.

John fue conducido a una cárcel de Port Said, a unos 130 kilómetros al noreste de El Cairo, donde pasó más de dos meses encerrado con otras 25 personas en una celda. Durante el cautiverio, uno de los presos “empezó a vomitar sangre” y murió, dice con amargura. Después, un tribunal le sentenció a un año de cárcel, que pasó en la penitenciaría para extranjeros que hay en la capital egipcia. “Durante este tiempo, mi mujer que vive en Sudán me abandonó y dejó al cuidado de mi madre a nuestro hijo, que nació justo antes de que yo escapara. Solo he visto al pequeño en fotografía”, señala. Tampoco ha podido contactar directamente con su compañero de aventura, pero sabe que está bien y trabajando en la ciudad israelí de Eliat. En los dos últimos años, más de 13.000 negros africanos, principalmente sudaneses y eritreos, han pasado la frontera, según HRW.

De brazos cruzados
“Nuestros guardas fronterizos no van a quedarse con los brazos cruzados mirando a aquellos que tratan de cruzar la frontera de forma ilegal”, afirma el gobernador del Norte del Sinaí, el general Mohamed Abdel Fadeel, que acusó a Israel de fomentar la llegada de clandestinos desde Egipto para “utilizarlos como fuente de información y mano de obra barata”.El número de muertos y detenidos en la frontera ha aumentado desde que en julio del 2007 los gobiernos de El Cairo y Tel – Aviv acordaron potenciar la seguridad. El informe de HRW acusa al Estado hebreo de haber deportado en los dos últimos años a 139 negros africanos a Egipto. Desde aquí, algunos fueron enviados a sus países de origen a pesar de que corrían el “riego de ser perseguidos”. John, que ahora trabaja en El Cairo como profesor, lo tiene claro. “Tengo amigos sudaneses que me piden consejo. Yo les digo que no vale la pena, a pesar de que es gente que solo buscan una oportunidad para salir adelante; como yo.”.

Publicado en El Periódico de Cataluña
Autor: Kim Amor

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