Qué es lo que mueve a una persona a dejar su vida personal y profesional para marcharse a miles de kilómetros con el solo propósito de intentar ayudar a los demás? La canaria Ana Seco (Santa Cruz de Tenerife, 1965) era una diseñadora con un trabajo estable y un éxito profesional evidente, pero una voz interior, tal vez la que da la respuesta a la pregunta que abre este reportaje, le decía que tenía que replantear sus objetivos y que debía hacer un alto en el camino. Echó la mirada atrás y recordó que una vez quiso ser voluntaria, pero no de una manera eventual, sino a través de un compromiso firme. De buenas a primeras dejó su empleo como directora de una importante empresa dedicada al mundo textil, y tras un corto periodo de formación en voluntariado se embarcó en una auténtica aventura, con la suerte de que su labor de cooperante iba a estar relacionada íntimamente con su vocación: la moda. Eso ocurrió hace tres años y su destino no fue otro que Etiopía, uno de los países más pobres del mundo y, al igual que sus vecinos Sudán y Somalia, un lugar en el que da la impresión de que Dios se ha olvidado completamente de él.
"Tenía las cosas claras. Yo era una persona normal, lo normal, entre comillas, claro, que puede ser una persona con empleo, casa e hipoteca. Por mi trabajo, había viajado mucho y tuve la suerte de haber estado cinco años viviendo en Nueva York. Pero llega un momento en la vida en que estás cansada de todo el ajetreo diario y te replanteas muchas cosas, y piensas cuáles no has hecho y que desearías hacer", comenta sobre su experiencia Ana Seco.
Proyecto
En Etiopía, la diseñadora tinerfeña recaló en la misión salesiana de la localidad de Zway, a 160 kilómetros de la capital del país, Addis Abeba, donde tenía un reto: desarrollar un proyecto vinculado con la moda. En ese lugar, en el que cinco monjas atienden diariamente a 5.000 personas, Ana comenzó su nuevo trabajo. "La misión de Zway dispone de escuela primaria y superior, dispensario, talleres y otros recursos sociales y educativos. Allí he visto de todo, cosas muy duras. He visto a médicos llorando de impotencia al no poder recuperar a niños que aquí salvarías con una simple inyección; gente que viven en condiciones infrahumanas. Qué voy a contar que no se sepa ya. Ésa es la realidad en Etiopía, pero también, afortunadamente, se salvan muchas vidas", apostilla Ana.
¿Solidaridad a través de la moda? Parece algo surrealista. Ana también lo pensó nada más llegar al país africano. "Pensé que para qué iba a servir todo aquello, pero las monjas para algo llevan 25 años allí y tienen una visión de futuro mucho más amplia que nosotros".
Conocimientos
La pintora y diseñadora canaria se convirtió en profesora en la escuela superior de la misión. Su tarea: completar y ampliar los conocimientos de las alumnas de corte y confección. Daba las clases en inglés y el primer año se agenció un programa de la Universidad Politécnica de Madrid y lo adaptó a las necesidades de los estudiantes. Se enfrentó a todo tipo de dificultades, al igual que las propias hermanas salesianas, que además de las clases de moda, también se decidieron por la informática, lo que también era un reto en Zway, donde únicamente hay 40 ordenadores para una población que cuenta con 60.000 habitantes.
Gracias a la ayuda internacional y a la buena voluntad de particulares y empresas, muchas de ellas tinerfeñas, la escuela de moda pudo contar con ordenadores, maquinaria y utensilios, lo que facilitó las clases de Ana. Los resultados no se hicieron esperar y la primera promoción de diplomados, unos 35, la inmensa mayoría mujeres, enseguida acabó dando clases de moda bien para el Gobierno etíope o bien en la propia misión. "Con la consecución de la diplomatura, fui el eslabón que cerró el proceso que había comenzado 10 años antes y que culminó con la escuela oficial de moda, la primera aprobada por el Ejecutivo etíope", subraya.
Y aquí llega la respuesta a la segunda pregunta: la moda se está erigiendo en salida profesional para muchas personas de ese país. Aparte de la enseñanza del diseño o del patronaje, las nuevas generaciones de diplomados pueden enfocar su futuro trabajando en fábricas textiles o abriendo su propia tienda de ropa. "La tienda que se montó en Zway está sirviendo para que las chicas hagan prácticas de empresa y monten su propio negocio, algo novedoso en un país como Etiopía. Cuando hicimos el primer desfile, las alumnas no se creían que luego la gente fuera a comprar la ropa. Me decían que si estaba loca, pero la ropa se vendió, lo que sirvió para animarlas a llevar a cabo este tipo de iniciativas", recalca.
Así pues, los estudios de moda han servido de acicate para que muchas jóvenes se interesen por esta profesión, cuya salida, según Ana, es evidente. "Las mujeres, cuando tenemos algo de dinero, compramos ropa. Eso no cambia ni en Etiopía. Siempre hay comercios que venden productos textiles y también algunas multinacionales están abriendo fábricas. Las chicas pueden encontrar trabajo en tiendas como escaparatistas o en otros sectores relacionados con la moda. El campo es bastante amplio", apostilla la artista. Ana Seco acabó en febrero de 2007 su labor en Etiopía. Sin embargo, la diseñadora isleña, que actualmente vive en Vietnam, sigue vinculada al país africano, organizando exposiciones por diversos lugares de España y enviando todo el dinero que logra recaudar. La primera generación de sus diplomados cursa ahora estudios universitarios, dado que el Gobierno etíope ha creado una licenciatura de moda. Una de las hermanas escribió hace poco a la diseñadora: "Si pudieras mirar por una rendija verías a todos tus alumnos sentados en clase en la facultad", le dijo. Ana comenta, orgullosa: "Van a ser los primeros licenciados en moda del país. Son mis niñas".
Publicado en el Diario de Avisos (Tenerife)
Autor: Fran Domínguez
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