Es curioso, pero Saida T. recuerda sin estridencias aquella fría mañana de noviembre de 1999 en que llegó a España en patera. Como si cruzar el estrecho en una frágil embarcación hubiera sido lo más normal del mundo. "Soñaba con vivir mejor y me vine. Pagué 1.500 euros por el billete en la patera", cuenta. Reconoce que pasó "miedo" y que fue "muy duro", pero habla de aquella peligrosa travesía como de un peaje lógico, inevitable, en la búsqueda de una vida mejor. Entonces, esta joven tangerina llevaba una maleta llena de sueños, de esas que dan alas.Nueve años después de jugarse la vida en el mar, Saida se ha rendido.
"Desde que llegué no he parado de trabajar. Pero después de todo este esfuerzo, solo tengo cinco euros en mi cuenta", explica y pone sobre la mesa su decisión irrevocable de regresar a Marruecos. Y eso pese a tener los papeles en regla y un trabajo.Un fracaso para todosSaida dimite del sueño europeo. "Me vuelvo. Aquí no puedo vivir. Soy madre soltera y no llego a fin de mes", clama antes de detallar, calculadora en mano, su hoja de gastos mensuales: "Yo gano 785 euros al mes. Y solo el alquiler del piso ya me cuesta 630. Después he de pagar el gas, la luz y el agua. ¿Y con qué le doy de comer a mi hija? ¿Y cómo pago a la mujer que me la cuida mientras estoy trabajando?".Pese a ser madre soltera con una hija de pocos años a su cargo, Saida no ha recibido ninguna ayuda social.
"La asistenta siempre me decía que no podía hacer nada por mí. Ni beca de comedor me dieron", lamenta. Su abandono administrativo pone en tela de juicio la efectividad de los servicios sociales para atender a quien realmente lo necesita.Abderrahim Nayib, un educador social marroquí que ha intentado ayudarla, sentencia: "La marcha de Saida es un fracaso para todos. Primero, para ella misma. Y luego para una sociedad que no ha sabido amparar a una trabajadora madre soltera y a su hija de 7 años". Ahora su decisión es inamovible. Prefiere arriesgarse al difícil destino de madre soltera en Marruecos antes que seguir aquí, atrapada en el cepo de un sueldo insuficiente y unos gastos disparados. "Sé que en Marruecos no será fácil, pero por lo menos estaré en mi casa con mi madre. No ganaré 785 euros al mes, pero tampoco tendré que pagar alquiler, luz, agua y gas. No tendré que estar todo el día corriendo de arriba abajo, sin poder ver a mi hija, para que el día 10 de cada mes ya no tenga ni un euro", remata.Saida no se acogerá al plan de retorno voluntario propuesto por el Gobierno. No puede esperar.
"Mañana tengo que dejar el piso en que vivo. Si me quedo más días debería pagar otro mes de alquiler y no tengo dinero. Así que no puedo esperar a que se lleve a cabo el trámite".Además, se muere de ganas por ver a su hija, que nació y se crió en Catalunya. En verano, Saida se la llevó a Marruecos. Las vecinas y las profesoras de la escuela enseguida echaron de menos a aquella nena rubia y vivaracha. "Todas me preguntan dónde está mi niña", relata. "Pensaba en dejarla con mi madre mientras yo intentaba encontrar otro trabajo con que salir adelante aquí. Creía que cuando las cosas mejoraran y yo remontara el vuelo la podría traer de nuevo. Ahora he llegado a la conclusión de que no hay nada que hacer y que soy yo la que se vuelve con ella", explica."Emigrar es de tontos"Saida se arrepiente de haber emigrado. "Si lo llego a saber, me quedo en casa. Emigrar es una tontería. He desperdiciado mi juventud. Después de jugarme la vida en la patera y matarme a trabajar durante años, tengo que vender los muebles para pagar el billete de vuelta a Marruecos", lamenta bajando la mirada, avergonzada por su fracaso. Ahora, ya tiene hechas las maletas. La que lleva sus sueños rotos es, de todas, la que más pesa.
Publicado en El Periódico de Catalunya
Autor: Antonio Baquero
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