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sábado, 14 de febrero de 2009

"Todos los movimientos religiosos deberían convertirse para humanizar este planeta"

El 16 de noviembre de 1989, seis jesuitas, una mujer y su hija de 15 años fueron brutalmente asesinados en El Salvador por los escuadrones de la muerte. Aquel día, el también jesuita Jon Sobrino (Barcelona, 1938) se encontraba en Tailandia dando una conferencia. Ello le libró de una matanza que, con el tiempo, elevó a la categoría de mártires a aquellos firmes defensores de la Teología de la Liberación, uno de cuyos máximos exponentes es el propio Sobrino. Tuve el privilegio de dialogar brevemente con él esta semana, tras su participación en unas jornadas organizadas por el Ateneo de La Laguna.

- Estamos asistiendo a una crisis económica mundial, y todo el mundo habla del capitalismo como solución. Pero, ¿no cree que lo que realmente está en crisis es la confianza de las personas, su fe?
"Ahora, cuando se habla de crisis, no se habla de los muertos que ha producido el capitalismo mundial a lo largo de la historia. Se busca en el capitalismo la solución a todos los problemas, cuando la religión también ofrece la salvación en un plano similar. De hecho, yo siempre digo que los realmente nos van a salvar son los pobres, las víctimas. Porque el capitalismo no está pensado para ofrecer solución a los problemas éticos. Quizá el socialismo, con sus limitaciones, sí podría ofrecer más soluciones a la actual deshumanización que vivimos, que es la auténtica crisis de la sociedad".

- ¿Considera que el Vaticano se está alejando cada vez más de los católicos?
"El Vaticano es una institución, un edificio. En Europa, y en países como España, el número de personas que reconocen al Vaticano está disminuyendo; en otras partes del mundo, no tanto. Lo que ocurre es que algunos de los discursos de hace veinte o treinta años, como los del Concilio Vaticano II o Medellín, o los que lanzaban figuras como Monseñor Romero, Angelelli o Gerardi, a los que asesinaron, el Vaticano no les dio muchas facilidades. Sin embargo, sí se las da a otros movimientos. Por ejemplo, a Monseñor Romero no lo han canonizado aún porque supondría un problema, mientras que a otros sí".

- En este sentido, ¿cree que sería necesario un Concilio Vaticano III?

"No sé si sería necesario, porque lo hay que ver es si sería útil. Lo importante es introducir en la Iglesia Católica un proceso conciliar, un modelo de ser en que haya más concilio. Creo que hay que apostar por hacer lo que propugnaba Ellacuría, ’revertir la historia’. Hoy en día, en el lenguaje social público, no se emplea la palabra conversión, porque nos suena a curas y monjas de hace cincuenta años. Si las sociedades no se convierten, no revierten la dirección que van tomando, caeremos en esa deshumanización de la que hablo. Y ojalá todos los movimientos religiosos, como la Iglesia Católica, los protestantes o los budistas, pasemos por una conversión, por un cambiar de rumbo para humanizar este planeta".

- Pero da la sensación de que la Iglesia católica está más lejos de realidades actuales, como el celibato, la incorporación de la mujer...

"La Iglesia católica es muy institucional, está muy jerarquizada. Yo no creo que se esté alejando de la realidad actual, sino que algunos de los departamentos que tiene la iglesia sí están muy distantes de la sociedad y no contemplan, por ejemplo, ese papel que tiene la mujer actual".

- ¿Cómo se puede humanizar a la sociedad, si la propia Iglesia parece deshumanizada?

"Hay que poner nombre a las cosas. Por ejemplo, en El Salvador los mártires se recuerdan con alegría, mientras que aquí en España se convierten en polémica (quién los mató, por qué...). Allí fueron personas con nombres y apellidos, que fueron asesinados por comprometerse con la liberación, y recordar eso da alegría. A los dirigentes que gobiernan las sociedades actuales no se les vota porque se les quiera, y lo mismo pasa con los obispos y los curas. En El Salvador se daba ese fenómeno. A Monseñor Romero la gente le quería, porque estaba con ellos, era muy humano y había participado en todos sus sufrimientos. De hecho, un día les dijo que "con este pueblo, no cuesta ser buen pastor". Sin embargo, era mentira, porque costaba tanto que le costó la vida. Pero su actitud generaba aire puro y les permitía seguir caminando".

- ¿Y por qué esos personajes, que encarnaban lo que debe ser la relación entre la Iglesia y sus fieles, no son reconocidos por la Iglesia Católica?

"Porque para canonizar hay que seguir un proceso complejo, y Monseñor Romero tiene dentro de la iglesia enemigos acérrimos que no quieren que le canonicen. Pero él está canonizado por la gente, que incluso le reza, y en esos países de religiosidad más sencilla eso es lo más importante. Le recuerdan con cariño, y eso es lo que importa. Fue un buen sacerdote, fiel a la Santa Sede, igual que otros muchos que, como él, tenían un gran amor al pueblo y a Dios".

- Usted se declara un utópico convencido. ¿Piensa que realmente hay salvación?

"Creo en el camino a la salvación para poder respirar, y siempre habrá gente que nos empuje a él. Y creo que sí porque a Jesús lo mataron hace dos mil años, lo hemos desfigurado de muchas maneras, y sin embargo sigue produciendo luz y sigue estando presente, no sólo en las celebraciones litúrgicas, sino en las acciones de la propia gente. Sigue siendo fuente de creación humana, de aguante, y eso lo he visto reflejado en personas como Romero y otros muchos, cuya memoria no se ha acabado".

Foto: Lucio Llamas

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