La pobreza empuja cada año entre 65.000 y 120.000 subsaharianos por caminos inciertos hacia el norte de África para desde allí dar el salto al supuesto paraíso europeo. Miles de hombres, mujeres y niños atraviesan desiertos, cruzan ríos y realizan trayectos interminables en destartalados camiones o, a veces, a pie, hasta llegar al punto de partida de los cayucos.
Hannah Cross y Núria Tomàs han seguido esta ruta de la emigración y el resultado es la muestra fotográfica Destinació Elinkine que exhibe el Servei Civil Internacional de Catalunya. El viaje parte de Ouagadougou, capital de Burkina Faso, atraviesa Mali y llega a Senegal hasta acabar en el pueblo de Elinkine, desde donde salen cayucos hacia la costa canaria. Son 4 o 5 días haciendo trasbordos y esperando vehículos para un viaje que en realidad es de 48 horas. El transporte caro y escaso no impide que África sea un continuo trasiego de personas en busca de trabajo. Cruzan una frontera tras otra para lograrlo y algunos, cuando fracasan, se embarcan en un cayuco. Pero necesitan entre 200 y 300 euros, una fortuna en África.
El endurecimiento de las leyes de inmigración, que convierten Europa en una fortaleza, hace que "emigrar haya adquirido un carácter trágico porque al no poderlo hacerlo legalmente debe ser de forma clandestina, arriesgando la vida en el mar o el desierto", apunta Hannah Cross. Por eso se eligen rutas marítimas cada vez más peligrosas para recalar en Canarias. Un trayecto que supone de cinco a 12 días en el mar. Hambre, cansancio e inexperiencia hacen que muchos viajes acaben en tragedia. Núria Tomàs explica el caso de un cayuco con 70 personas en el que solo había dos sacos de arroz que se agotaron a los pocos días. Esto, unido al mal estado de la mar, genera tensiones en el pasaje y aumenta el peligro de que la barca vuelque. Unos emigrantes de Ghana, que fracasaron en su intento de dejar África, no quieren más goteo de tragedias y asesoran en el restaurante que regentan en la costa de Senegal sobre los riesgos de estas rutas inciertas y de las precauciones que debe tomar el viajero.
Algo tan sencillo como que la barca lleve un GPS y que el patrón conozca la ruta.La muestra abunda en testimonios personales. Algunos relatan que han intentado llegar a Europa hasta cuatro veces y están dispuestos a volver a intentarlo. "La repatriación o regresar con las manos vacías es motivo de vergüenza y, a veces, de presión para otros intentos", señalan las autoras. Y la deuda por el dinero recaudado para el viaje, en caso de repatriación o muerte, genera más pobreza. Estos subsaharianos "tienen plena consciencia del riesgo que asumen pero la necesidad les hace insistir", señala Núria Tomàs. Hay múltiples ejemplos que ilustran lo que es la necesidad en África. El 50% de los subsaharianos vive con 1,25 dólares diarios y el arroz, alimento básico en la dieta, ha subido hasta cinco veces en un año. Y así suma y sigue.
Publicado en el diario El Periódico de Catalunya
Autor: Teresa Pérez
Foto: Núria Tomàs
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