Con cuidado, despacio, ha acompañado a Fernández de la Vega y a los medios de comunicación a una pequeña sala que se encuentra al principio de su campo base aquí en Anantupur -un distrito perdido de la India más pobre- y en la que, sobre una mesa está expuesta la maqueta de su trabajo, el de parte de su familia y el de sus colaboradores durante más de 40 años.
Su esposa Ana y su hijo Montxo han tomado la iniciativa al explicar que las pequeñas casas de colores y las siete manchas azules que estaban ante los ojos de la delegación representan a los 2.000 pueblos en los que están trabajando y las presas construidas en una zona en la que no había ni pizca de agua. "Hay cinco hospitales y están distribuidos por todo el distrito, son hospitales generales y son los segundos mejores para personas discapacitadas en toda la India. Son muy importantes porque están situados en el campo, donde todo el mundo vive y así las personas que los necesitan no tienen que desplazarse a la ciudad", ha explicado su mujer.
Vicente Ferrer interviene sólo de vez en cuando, con la voz muy bajita, para señalar que hay "en estos momentos 135.000 niños apadrinados" y que su hijo acaba de poner en marcha una colonia de 100 casas. La Fundación Vicente Ferrer simplemente hace la función que el Estado debía de haber hecho y de la que desistió. Además, demuestra que es posible la regeneración de las zonas más pobres con escuelas, centros de salud, con cultivos ecológicos y poniendo en marcha empresas artesanales que permiten proporcionar trabajo a las mujeres.
Esta mañana, Ana ha enseñado a la delegación española un pequeño ejemplo de su trabajo. En una zona donde la suciedad se hace insoportable y los edificios están derruidos o, simplemente, están hechos de plásticos y un mínimo de obra, la Fundación ha levantado un campamento limpio, lleno de árboles, con vacas bien cuidadas y gallinas. En él están ubicados una escuela para niñas discapacitadas, un centro de planificación familiar, un taller en el que mujeres, la mayor parte de ellas con algún tipo de discapacidad, tiñen alfombras y un centro de objetos elaborados con papel maché.
La directora del área de la mujer ha explicado a la vicepresidenta mientras le enseñaba cómo se tiñen las telas, que hay seis talleres con 15 mujeres discapacitadas que traban 150 días al año. Los miembros de la fundación van por los pueblos preguntando a las familias si hay alguna mujer en esas condiciones y les ofrecen formación y trabajo a cambio de un sueldo. Una vez aprenden a teñir telas, pueden trabajar desde casa.
El sobrino de Vicente Ferrer, también presente el recorrido, explicaba que, si en el campo ganan 20 rupias, en el trabajo que realizan en estas instalaciones pueden llegar a ganar 100 rupias al día. "Algunas mujeres han llegado a ahorrar 70.000 rupias en pocos años y han podido pagar la dote de sus hermanas", añadía ofreciendo un dato indicativo de la forma de vida en la zona.
"El dinero que se obtiene va directamente a los nuevos proyectos de formación", secundaba uno de los 15 voluntarios venidos desde España -pocos, porque para cualquier tipo de función tienen prioridad los trabajadores indios- y empleado en la Fundación por sus conocimientos sobre gestión y administración económica y cuyo cometido es ayudar a las mujeres que están en el taller.
Un Dios y un padre
La delegación se ha trasladado por cada una de las clases en las que las niñas aprenden, entre otras cosas, a expresarse por el lenguaje de signos. Todas han saludado educadas y contentas antes de seguir con su tarea. Al final, en el salón de actos, 50 de ellas han cantado un emocionante himno en español, lleno de sentido en estas circunstancias: "Juntos venceremos un día, no tengo miedo porque mi corazón me hace rebelde, Juntos venceremos. No estamos solos, Dios está conmigo, juntos venceremos y seremos libres algún día".
Para los escépticos, valen los datos: de los cuatro millones de habitantes de Anantapur, 2,5 millones se ven favorecidos por la fundación. Y los testimonios: uno de los primeros niños que fue apadrinado - hoy un hombretón-, cuenta que estudió en la escuela de la fundación: "Tenía una madrina de Inglaterra, pude estudiar y trabajo como fotógrafo desde los 17 años. No sé qué hubiera sido de mi vida sin él. Me casé con una muchacha de aquí por amor, era de una casta inferior y fuera no hubiese podido hacerlo. Aquí no se respeta el sistema de castas". "¿Qué es Vicente Ferrer para mí? Es como un dios, como un padre. aquí todos le llamamos padre y le consideramos como un padre".
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