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martes, 6 de enero de 2009

"No debemos huir de África. Está perdiendo su mejor juventud"

Estará aquí hasta el 22 de enero, lo cual ha sido aprovechado por los directivos de la tamborrada de Zubi Musu para integrarle en su batallón de soldados con el rango de gastador. Ha vivido en esta ciudad la tradición de Santo Tomás y la alegría de la llegada de Olentzero. Ha tocado la nieve por primera vez en Aralar y, también, ha sentido alguna vez ese rechazo sutil que, lo sabe, sufren sus hermanos de raza y continente, esos que piensan que una vez alcanzada la costa española, su sueño comienza a hacerse realidad.

- Si le digo 'Por la Gran Vía, en el centro de Madrid' le suena, ¿no?
- ¡Claro que sí! Y puedo seguir la frase, como podrían hacerlo todos los que estudiaron Literatura Española en la Universidad de Senegal. Con un profesor extremadamente serio al que llamábamos Dónde. Él nos transmitió todo su amor por el sonido y las palabras del castellano. La tonada continúa: «bares, tiendas, hoteles y agencias de viaje...» y sigue contando por qué Madrid me mata.

- Enséñeme una palabra en su idioma, en wolof. Una que sea importante, que suene poderosa.
- Teranga. Vosotros tenéis mucho de eso, de teranga.

- Donostiarras con mucha teranga... cuénteme.
- Significa hospitalidad, capacidad para acoger al otro. Y de eso a vosotros os sobra. Me habéis abierto vuestras casas, las puertas de vuestras sociedades, vuestras tertulias...

- Me alegra que así haya sido pero reconozca que usted es un privilegiado: guía de viajeros, universitario, habla wolof, árabe, francés, inglés, alemán... ahora practica euskera y catalán. No es precisamente el africano que vende bolsos falsos por los boulevares.
- Lo sé. Lo tengo muy claro. Y aun siendo un privilegiado también he sentido, no creas, el rechazo de quien no me conoce. Te acercas a una persona en la calle para preguntarle una dirección y notas algo muy sutil: un leve movimiento hacia atrás, un pequeño rechazo, una señal de no te acerques demasiado. Y sí, pienso en mi gente, esos jóvenes que llegan con el sueño de Europa y no lo encuentran. Muchos creen que si consiguen sobrevivir al terrible viaje en cayuco ya está todo resuelto. Y no saben que la travesía es sólo la primera etapa de una terrible pesadilla. Aquí se van a sentir perdidos a cada momento.

- Y no sólo porque no hablen nuestros idiomas, ¿verdad?
- ¡Qué va! El lenguaje es simplemente una de las muchas maneras de la incomunicación. Perdidos porque nuestros valores y los vuestros son muy diferentes.

- Póngame algún ejemplo.
- En mi país, en África, casi todas las puertas están abiertas. Si andas por la calle y necesitas algo, puedes pedirlo. Doble contra sencillo a que te lo dan. Porque, entre otras cosas, piensan que lo que ellos hacen por tí, alguien lo estará haciendo por los suyos en otro lugar. En África hay tiempo, mucho tiempo. Si vas a pedir trabajo, el capataz hablará contigo tranquilamente. Aquí te dirá secamente que no necesita a nadie. Si es que te lo dice... Perdidos, sí. Perdidos en Europa y perdidos para África. Cuando visito a los africanos que han alcanzado Canarias, todos me preguntan por qué yo que he llegado en avión y no en cayuco voy a volver a Senegal mientras ellos sólo piensan en quedarse. Les respondo que África no puede permitirse el lujo de perder a su mejor juventud, la más fuerte y preparada. Somos nosotros quienes hemos de levantarla, recrearla. Desde allí. Desde su corazón. Les digo que no hemos de estudiar lo que Europa quiere que estudiemos sino lo que África necesita: métodos de agricultura, de explotación de nuestros recursos, creación de infraestructuras, carreteras... Debemos estudiar en africano.

- Europa también se equivoca. África no es sólo guerra y hambruna.
- En absoluto. Es también alegría. Y la mirada limpia de los niños, nuestro futuro.

- Al volver, ¿les hablará de la nieve?
- ¡Síii! Les diré que es muy fría, muy silenciosa y que cuando la ves y la pisas sientes mucha paz.
Publicado en el Diario Vasco
Autor: Begoña del Teso
Foto: APREA

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