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lunes, 12 de enero de 2009

"Tenemos miedo porque hay inseguridad"

Más allá de las cifras y los discursos políticos, el problema de los menores extranjeros no acompañados que saturan los centros de Canarias esconde una dramática realidad que pocas veces ve la luz. Los últimos altercados producidos en los dispositivos de emergencia de La Esperanza y Tegueste (Tenerife), sin embargo, son problemas con los que conviven diariamente el centenar de educadores de estas instalaciones, dos de los cuales han decidido contar a DIARIO DE AVISOS su complejo día a día. Para preservar su intimidad, les daremos nombres ficticios.

Con más de un lustro de experiencia en centros de menores de las Islas, Roberto y Pablo llevan trabajando con los jóvenes sin papeles de Tegueste prácticamente desde que el recinto abriera sus puertas en 2006. En él conviven diariamente con unos 140 africanos de entre 15 y 17 años. Se trata de chicos de una decena de nacionalidades que trataron de entrar clandestinamente por vía marítima en las Islas, con el objetivo de alcanzar una vida mejor para ellos y sus familias. En la práctica, la continua llegada de cayucos y pateras a Canarias los últimos tres años, así como la falta de acciones políticas concretas en la materia, han provocado que dispositivos que se crearon de manera provisional se hayan convertido en el hogar de cerca de un millar de menores inmigrantes. En este sentido, Roberto y Pablo denuncian que la actual saturación de varios de estos centros está provocando que los trabajadores tengan serios problemas para desarrollar su labor.

Así, reconocen que en instalaciones como la de Tegueste "hay una gran inseguridad, sobre todo porque hay un grupo de menores que tienen muchas denuncias por robos, agresiones, intentos de fuga, etcétera, y no ocurre nada con ellos. No es una situación de ahora, sino que viene de meses atrás", agregan. Esta circunstancia viene provocando que en centros como el de Tegueste la plantilla de educadores sea muy poco estable. No en vano, Roberto dice que en dos años y medio ha visto desfilar a infinidad de compañeros. "También hay bajas por ansiedad y depresión, pero normalmente la gente se va sin más", subraya. Pablo va más allá, y sostiene que "el problema es que no sabemos qué puede pasarnos cada día, y tenemos miedo, porque muchas veces hay situaciones en las que literalmente te la juegas".

La pasada semana cinco educadores fueron agredidos por unos diez chicos, en un episodio que no salió a la luz pública y que, aunque finalmente no fue a mayores, provocó que varios trabajadores resultaran lesionados. Tanto Roberto como Pablo y la mayor parte de trabajadores del dispositivo de Tegueste han denunciado estos hechos en reiteradas ocasiones a los responsables de ’Mundo Nuevo’, la ONG que gestiona los centros de menores extranjeros no acompañados del Archipiélago. Según explican a este periódico: "Los responsables y coordinadores de los centros conocen esta situación, y también la Consejería, pero no hacen nada por solucionarla". "Desconozco si es la Fiscalía la que no pone medidas, o es que el Gobierno de Canarias no puede hacer más, pero lo cierto es que parece que hasta que no ocurre una desgracia no se toman medidas", denota Pablo.

Falta de formación
En teoría, los trabajadores de los centros deberían ser personal formado y con experiencia en menores, pero en la práctica no es así, según afirman ambos. "Hay mucha gente que no resiste, con lo que es difícil desarrollar un trabajo estable y continuado en el tiempo con los chicos", arguye Roberto. A día de hoy, en Tegueste el ratio de menores por cada educador es de 11 a uno en los turnos de mañana y tarde, aunque por las noches llega a ser de 20 chicos a cargo de un solo trabajador. En opinión de ambos, no obstante, el problema sería fácil de resolver. "Hay un grupo minoritario de chicos que son muy conflictivos; y no porque lo diga yo, sino porque ahí están sus expedientes, y deberían estar en otros centros que no sean abiertos y sin seguridad como éste".

Se trata, según incide, de un grupo de jóvenes conflictivos "que altera al resto, y que nos impiden desarrollar nuestro trabajo". Y es que en recintos cerrados como, por ejemplo, el de Valle Tabares, las funciones de los educadores y el personal de seguridad están delimitadas, mientras que en los dispositivos de emergencia los educadores deben hacer prácticamente de todo, desde dar clase a hacer la comida, limpiar o mantener la seguridad de los propios menores. Para estos educadores, "la visión que se tiene de los centros y de los menores inmigrantes es casi idílica, pero la realidad es bien distinta. Es verdad que hay muchos chicos africanos que vienen a buscarse la vida, conseguir un trabajo y mandar dinero a sus familias; pero hay una parte minoritaria que es bastante problemática y parece que sólo viene a delinquir".

Tanto Pablo como Roberto y el resto de educadores de Tegueste y de instalaciones como La Esperanza o Arinaga, en Gran Canaria -los tres que más problemas generan debido a la masificación-, tienen que convivir diariamente con los robos y las agresiones verbales y físicas, hechos que incluso han tenido que ser denunciados ante la policía en varias ocasiones. Sin embargo, y a diferencia de otras instituciones, los educadores de estos centros no tienen un plus de peligrosidad y sus sueldos son muy bajos. Aun así, Pablo y Roberto dejan claro que "no se trata de una cuestión de dinero, sino de poder ir tranquilo a trabajar cada día".

Discapacitados
Pese a todo, sostienen que "para la cantidad de chicos que hay no ocurren tantos conflictos como podría haber, habida cuenta de que hay menores de distintas nacionalidades, religiones y condiciones sociales diferentes". Incluso hay menores con discapacidades que, según Pablo, "deberían estar en centros adecuados, y recibir un trato diferenciado".

Por otro lado, Roberto explica que "a nivel sanitario no ha ocurrido nada serio todavía, pero por ejemplo nuestra habitación la hemos tenido que utilizar como enfermería y como aula debido a la saturación, con los riesgos que ello conlleva". Y es que, en sus orígenes, el dispositivo de emergencia de Tegueste se creó para albergar a unos 80 menores inmigrantes, casi la mitad de los que residen en él en la actualidad. Pero, para Pablo y Roberto, "no se trata de cifras, sino de personas", a las que no se les puede dar el trato que sería deseable. Por eso, estos educadores apuestan por medidas como el acogimiento familiar, que en su opinión es mucho mejor para facilitar la integración que un centro de estas características. "Los centros son como burbujas, que no están metidos en la realidad. Los chicos que residen aquí van a salir dentro de unos años, y el problema va a seguir estando ahí. Ahora no se nota tanto, pero antes o después saldrán a la calle y se manifestarán todos esos problemas de integración y de falta de educación y formación que se produce por la saturación que nos encontramos", recalca Pablo, quien incide en que "tenemos una responsabilidad social muy grande, y no podemos trabajar así".

Roberto, mientras, denota otro problema con el que se encuentran muchos de estos menores irregulares, como es el vacío legal existente cuando cumplen la mayoría de edad. Según él, "a los senegaleses o a los malienses no se les tramita el pasaporte, simplemente porque hay que ir a Madrid, mientras que a los marroquíes sí se les da esa posibilidad, porque el consulado está en Las Palmas de Gran Canaria. Se están vulnerando sus derechos, porque aunque un joven tenga muchas opciones para integrarse y normalizarse, no se le permite, simplemente por su nacionalidad. Es una frustración para ellos, porque no se recompensa el comportamiento que han tenido durante los años que han estado aquí", concluye el educador.

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