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jueves, 8 de enero de 2009

Del 'No a la guerra' de Ali a la 'Intifada' de Kanouté

El crecimiento de la importancia del deporte en la sociedad durante el siglo XX, impulsado principalmente por el auge de los medios de comunicación, convirtió lo que en un principio parecía un entretenimiento en una plataforma de propaganda. Desde que Jesse Owens enmudeciera a la Alemania nazi hasta la solidaridad del futbolista Kanouté con Palestina, pasando por el desplante de Muhammad Ali al Ejército de EEUU con motivo de la Guerra de Vietnam o la reivindicación del Black Power, no han sido pocos los deportistas que utilizaron su popularidad para hacerse oír y mostrar al mundo su postura.

Nadie en el aparato político nacionalsocialista que gobernaba en 1936 Alemania podía pensar que negro, raza bastarda según su credo, fuera capaz de superar en la pista de atletismo a los superhombres arios. Jesse Owens, descendiente de esclavos, fue el primer atleta en ganar cuatro medallas de oro olímpicas. Pasó a la historia por ello, pero también encarnar las desigualdades de una sociedad que se encaminaba a la Segunda Guerra Mundial.

Owens no fue recibido por Adolf Hitler, algo que, desgraciadamente, no sorprende después de más de 70 años, pero sí dice mucho que, en su regreso a Estados Unidos, las autoridades, encabezadas por el entonces presidente, Franklin Delano Roosevelt, le dieran de lado por temor a las masas de votantes racistas del Sur.

Reivindicaciones
En la década de los 60, hay dos hechos que son historia del deporte por lo que en su momento significaron. Sus protagonistas, un boxeador y dos atletas estadounidenses, los tres de raza negra. Cassius Clay, el mejor hombre que se subió jamás a un cuadrilátero, fue despojada en 1967 de su título de campeón del mundo por negarse a acudir a la guerra de Vietnam. "No tengo ningún conflicto con el Vietcong", alegó el más grande, como él mismo se definió en 1964 después de noquear a Sonny Liston y proclamarse por primera vez campeón del mundo. Ya convertido al Islam y anunciándose en los carteles como Muhammad Ali, utilizó otro argumento que clamaba contra el racismo de su país: "Nadie del Vietcong me ha llamado nunca negro".

No puede obviarse que parte de la sociedad estadounidense se ha caracterizado durante años por su xenofobia. Aún hoy, a pocos días de que un negro ocupe por primera vez la Casa Blanca, sigue habiendo quien no oculta su odio a los afroamericanos y los considera un problema.

"Recé para que el siguiente sonido que escuchara no fuera un disparo". Son palabras de Tommie Smith, ganador de los 200 metros en México 68, en las que expresa el miedo que sintió cuando escuchaba el himno estadounidense en su honor, después de haber ganado el oro en los 200 metros, siendo además el primer hombre en bajar de los 20 segundos (19,83). Con el puño en alto, junto a su compatriota John Carlos, bronce, y un cómplice blanco, el australiano Peter Norman, que respetó la iniciativa y colaboró con un distintivo, dieron al mundo una lección que no fue entendida en su momento pero que dejó para la historia una foto irrepetible.

El CIO repudió la reivindicación y expulsó a los atletas de la Villa Olímpica. Desde entonces, la vida de Smith, Carlos y Norman fue un calvario. En Estados Unidos se tomaron el gesto como una afrenta y repudiaron a dos deportistas que, en ver disfrutar los honores del triunfo olímpico, recibieron casi a diario insultos racistas y amenazas de muerte. En Australia no fueron mucho mejor las cosas para Norman, que falleció lejos de reconocimientos a su trayectoria en 2006. Aún así, nunca se arrepintió de haberse solidarizado con sus compañeros.

Guerra en Yugoslavia
Los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia para obligar al Gobierno encabezado por Slobodan Milosevic a retirarse de Kosovo provocó la protesta de los deportistas balcánicos. Durante los casi dos meses que duran los ataques, en toda Europa se suceden los actos de solidaridad con las víctimas, en la inmensa mayoría de las ocasiones sin hacer distinción de bandos. Jugadores como Mijatovic, Djukic o Jokanovic pasaron duros momentos al tener a sus familias en el lugar donde no dejaban de caer las bombas. Muchos se negaron a jugar, todos clamaron contra la comunidad internacional por promover unos ataques que causaron miles de muertos.

Mas allá de conflictos políticos y guerras, hay deportistas que llevan tan dentro sus convicciones que no sienten pudor a manifestarlas públicamente. El ejemplo de Di Canio, que no dudó en agradecer con el saludo fascista el apoyo de la afición del Lazio, es quizá el más conocido, pero no el único. También Christian Abbiati confesó que hacía suyos "ciertos valores del fascismo". En el bando contrario, destaca Cristiano Lucarelli, ex jugador del Valencia e ídolo de la afición, mayoritariamente antifascista, del Livorno.

Hambre y política
Frederic Kanouté, conocedor de sus raíces y consciente de que lo que hace es seguido por millones de africanos que viven en la desesperación de un continente que agoniza por el hambre y la guerra, es un jugador atípico. Aprovecha los privilegios que le otorga ser futbolista, la casta superior en la sociedad actual, para ayudar a los más necesitados. La suerte de nacer en Francia le salvó de estar en Malí concidicionando su futuro a la caridad de Occidente. El futbolista del Sevilla podría perfectamente ser el delantero titular de la selección francesa, con la que llegó a debutar categorías inferiores, pero prefirió a defender la camiseta que representa a su familia. Juega con Mali y disfruta en cada viaje a África.

El problema de Palestina lo enfoca desde su fe en el Islam. Sus hermanos mueren ahora bombardeados, pero en tiempo de paz lo hacían enfermos en hospitales sin las más elementales condiciones sanitarios o en campos de refugiados. Mostrar la camiseta se Palestina le costó la tarjeta amarilla y tendrá que pagar una multa. Son las normas y deben aceptarse, pero ese dinero quizá haga más falta en Gaza que en la cuenta bancaria de un organismo futbolístico.

Publicado en el diario El Mundo
Autor: Hugo Alguacil Pérez
Foto: EFE


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