Tenía que ser un acto al aire libre, en un parque o una plaza de Kabul para así hacerse ver y oír ante la opinión pública. Pero los planes cambiaron radicalmente después de que hace menos de una semana unos desaprensivos quemaran con ácido la cara de 13 jovencitas en Kandahar, en el sur de Afganistán, cuando se dirigían a la escuela. Una docena de asociaciones de mujeres afganas celebraron este lunes por la mañana en Kabul, con 24 horas de antelación, el Día Internacional contra la Violencia de Género. El acto se hizo, pues, bajo techo, en el auditorio de la facultad de medicina en la Universidad de Kabul. Y con altas medidas de seguridad: desde primera hora de la mañana se cortó el tráfico de vehículos en el campus universitario porque, por si acaso, más valía tener la fiesta en paz.
No era para menos. Unas trescientas mujeres se reunieron en el auditorio, además de medio centenar de varones, todos estudiantes universitarios. El lema escogido para la celebración de este año, además, dejaba claro que las participantes harían todo, menos ser diplomáticas con el gobierno afgano. "No a la violación ni violencia. Justicia y amor", rezaban los carteles que anunciaban el acto, para rubor de las que los leían, en un país como Afganistán donde todo lo que tenga que ver con el sexo es tabú y también, sin duda, la violación. La mayoría de mujeres víctimas ni la denuncian. El mensaje era evidente que se dirigía al presidente afgano, Hamid Karzai, que inexplicablemente en agosto indultó a tres violadores que abusaron sexualmente de una mujer en la provincia de Samangan, en el norte de Afganistán, y le rajaron la vulva con una bayoneta.
Sima Samar, la presidenta de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, habló la primera y no lo pudo decir más alto y más claro: "La responsabilidad de que no se haga nada contra los agresores es del gobierno", afirmó. Y enumeró algunos de los obstáculos que existen en Afganistán para atajar la violencia de género: "Los agresores entran a la cárcel por una puerta y salen por la otra, las mujeres sienten vergüenza de denunciar, y la policía, en vez de ayudar, suele victimizar más a las víctimas".
El germen de la violencia, la familia
Soraya Sobhrang, responsable de asuntos de la mujer en la misma comisión, añadió que la violencia contra las mujeres en Afganistán comienza por la propia familia. Y la diputada Shinkai Karokhail lo remató destacando que el Corán no dice por ninguna parte que una mujer deba casarse en contra de su voluntad con un hombre que no desea, ni tampoco que sólo sus hijos y no las hijas disfruten de todos los derechos y privilegios en la familia.
Las féminas del auditorio le aplaudieron en pleno. Era evidente que todas se sentían identificadas de alguna manera. De hecho las cifras hablan por ellas mismas. Según el Fondo de Desarrollo para las Mujeres de las Naciones Unidas (Unifem), entre el 70 y el 80% de las mujeres en Afganistán contraen matrimonio a la fuerza, y el 57% lo hace antes de la edad legal para ello, los 16 años. Los datos de Unifem también destacan que los hombres copan los cargos de poder y buena parte de los lugares de trabajo en Afganistán, y también ellos acabaron acaparando el protagonismo en el acto de conmemoración del Día contra la Violencia de Género, que inicialmente debía ser para ellas.
El decano de la facultad de Medicina, Ubai Ullah Ubai, también tomó la palabra, pues para algo era él anfitrión del evento. Y también habló el mulá Manawi, a quien siempre se le invita a los actos públicos de mujeres en Kabul porque, a pesar de ser mulá, tiene una mentalidad relativamente abierta. Los que más intervinieron, sin embargo, fueron los estudiantes universitarios, que se hicieron con el micrófono y sacaron a relucir un tema que antes no se había tratado: el derecho de los hombres en el Islam a casarse con más de una fémina. A partir de ahí, la discusión se fue por esos derroteros, invocando el Corán, sin importar todo lo que antes se había reivindicado y ante el mutismo de todas las presentes, que prefirieron callar antes de que se las acusara de no ser musulmanas por intentar defender de nuevo sus derechos.
Publicado en el diario El Mundo
Texto y foto: Mónica Bernabé
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