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domingo, 9 de noviembre de 2008

Dakar como punto de retorno

Desde niña comprendió Jara que los idiomas eran una herramienta con mucho futuro. Y lo comprobó cuando, a punto de iniciar la carrera de Traducción e Interpretación en Salamanca, en el año 2000, acudió a un campo de trabajo en Holanda para enseñar inglés a inmigrantes: «Fue un mes muy intenso, muy duro. Escuché toda clase de historias traumáticas, de familias rotas por la guerra que se avecinaba en Irak, periodistas que tuvieron que escapar de Sudán porque su gobierno quería deshacerse de ellos? Fue quizá el mes más importante de mi vida». Marcó el camino que vendría luego. «Hay historias que escuché en el campo de refugiados de Waddixveen -relata- que no olvidaré jamás, no solo por el impacto que me causaron y porque yo era aún una niña sacada de su mundo ideal, sino porque con muchas de las personas que conocí allí he seguido en contacto y ellos se encargan de que esas historias no se borren nunca».

Ocho años después, la pontevedresa trabaja como enviada de la Dirección Xeral de Cooperación de la Xunta en Senegal, una actividad que compagina con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Es su primer destino exterior y en un continente, África, en el que quería estrenarse. «Desde el principio todo ha sido positivo, aunque no sabía muy bien qué me encontraría a mi llegada a Dakar». Han pasado ya nueve meses en la capital de un país que ha visto cómo buena parte de sus jóvenes cogían una patera o un cayuco y se jugaban la vida para llegar al Norte.

Al freno de esa emigración está orientada buena parte de la actividad de Jara, en esa línea que se ha dado en llamar codesarrollo. «Consiste en que los inmigrantes, desde los países en los que están trabajando, se den cuenta de que es necesario un cambio y formen parte activa de él. Para ello, se intenta ayudarlos a canalizar las remesas que hacen a sus países y encontrar la mejor manera de invertir ese dinero. Otras veces ni siquiera intervienen económicamente, sino que ayudan a las instituciones españolas a detectar las necesidades del país de intervención, pues nadie mejor que ellos conoce esa realidad». Ese codesarrollo se aleja de la visión «paternalista», como la califica ella, de la cooperación. Esa en la que una oenegé llega a un país, reparte ayuda a su criterio, sin contar con las especificidades de cada territorio, pone una pegatina para publicitar su proyecto y, con las mismas, se va.

Nuevas iniciativas
Para la cooperación gallega Jara evalúa y hace un seguimiento de los planes que se ejecutan en Senegal. A la vez, ha de hallar nuevas oportunidades para la ayuda exterior gallega, por ejemplo, en seguridad alimentaria. «Fue la tarea más bonita que me han encomendado, recorrimos más de 2.500 kilómetros en 10 días, de sur a norte, visitando pueblos, adentrándonos en aldeas remotas donde no había comunicación y donde la gente que no tiene nada está dispuesta a darlo todo». Y no es una frase hecha: «Fue una mañana, en un pueblo en el sur, cuando los miembros de la única familia que allí vivía nos regalaron un gallo porque les preocupaba que no encontráramos qué comer por los alrededores? Sin darse cuenta de que se quedaban sin su única fuente de ingresos».

Publicado en el diario La Voz de Galicia
Autor: Rubén Santamarta

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