Aldo Naouri (Libia, 1937) es pediatra especialista en relaciones intrafamiliares, sobre las que ha escrito éxitos como Hijas y madres o Padres permisivos, hijos tiranos. Recientemente visitó Madrid para presentar su última obra: Educar a nuestros hijos. Una tarea urgente.
-A tenor de la educación que se dispensa, sostiene que estamos criando un ejército de fascistas.
-De hecho he sido muy criticado por decir que si educamos a nuestros hijos como demócratas haremos de ellos unos dictadores, pero si los educamos como fascistas criaremos unos demócratas.
-¿Y cómo se educa al modo fascista?
-Guardando la relación vertical que tiene que haber entre padres e hijos y no teniendo con nuestros hijos una relación en la que nos estemos justificando continuamente, porque los niños no son nuestros iguales, están por debajo, y somos los adultos quienes decidimos, somos los que tenemos el poder. Si yo a mi hijo le trato desde que nace como a un igual, eso le hará sentirse fuerte y poderoso, y cuando crezca se creerá todopoderoso, pensará que él tiene la verdad, es el que manda, y ahí tenemos al fascista. Lo he estudiado y comprobado.
-Según su teoría, ¿qué principio debe regir la educación?
-Los niños cuando nacen no saben nada del mundo, no tienen ni idea de nada, son los padres los que tienen que enseñarles todo y deben hacerlo con la misma fuerza con la que los niños manifiestan sus pulsiones, por lo tanto no cabe el diálogo, los padres son los que ordenan y los niños los que tienen que ejecutar esas órdenes, lo que no quiere decir que no se haga con amor: se puede y debe ser el padre más firme y el más cariñoso.
-Nos anima a acostumbrarnos a que los hijos no nos quieran. Esto se pone crudo.
-En toda la historia los padres jamás se han cuestionado si son amados o no por sus hijos. Los niños aman y detestan a sus padres hagan lo que hagan.
-¿La mano dura de este siglo?
-La misma autoridad que en el siglo II: la actitud en la que no caben dudas. Un chico que siente dudas lo que busca es una certidumbre y ésta es determinación. Si los padres están determinados a cómo se tienen que hacer las cosas, la autoridad llega de manera natural.
-¿Y el castigo?
-Es una manera de educar excelente. El castigo además debe tener el mismo grado de fuerza que la violencia que tienen las pulsiones del niño. excluyendo, por supuesto, el castigo corporal porque hay que respetar a los niños para que te respeten a ti. El único castigo que de verdad es bueno es el aislamiento, cortar la comunicación, porque a los niños les encanta comunicar. Los padres decidirán la duración del castigo, que ha de ser inmediato, en función de la gravedad, y cuando éste se levante no hay que excusarse ni volver al asunto.
-¿Qué hacemos tan mal los padres?
-Que buscáis ser amados por vuestros hijos. En esa conquista del amor os infantilizáis y sois más fáciles de manipular.
-Un consejo para el cambio.
-Reemplazar el eslogan «los niños, lo primero» por «la pareja es lo primero».
-En España aumentan los casos de padres impotentes que entregan sus hijos a la Administración. ¿Qué hacer con un niño de 17 años que se te sube a las barbas?
-Lo que cuenta justifica el título de mi último libro: «Educar a nuestros hijos, una tarea urgente» (Editorial Taurus). Esto no pasa si la educación de 0 a 3 años ha sido correcta. Pero entiendo que se acuda a la Administración, donde esos chicos encuentren la autoridad sólida que les imponga los límites que no pueden sobrepasar.
-La mala educación no sólo afecta a las relaciones familiares. Usted anuncia que la investigación y el progreso de los países están en juego. Sin embargo, da la impresión de que los gobiernos no lo toman en serio.
-La situación es muy grave. Educar es frustrar y, sin embargo, la actitud que se fomenta actualmente es la de consentir. Los gobiernos no están siquiera preocupados por la mala educación y por la infantilización de la sociedad, ya que todo esto la hace más fácilmente manipulable. La crisis financiera que hoy vivimos es algo saludable porque nos permite ver hasta qué punto hemos llegado.
Publicado en el diario ABC
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