A sus 24 años, Jacouba ya sabe mucho de la vida. O peor, de la muerte. Primero asesinaron a su padre, que pertenecía a la etnia 'dioula', musulmana y opositora al régimen, con el que vivía en la ciudad de Divu. Huyó entonces con su hermano mayor al norte, a Bouake. Allí se encontró en medio de un enfrentamiento con una facción rebelde en el que perdió a su hermana. Regresó de nuevo a Divu pero allí le quemaron su casa y más tarde mataron a su madre. «Era la ley del más fuerte. Nadie controlaba nada y cada uno se defendía a su manera», explica.
Con la muerte en los talones, Jacouba salió de su país y se refugió en Benin. Después se marchó a Burkina Fasso; también estuvo en Mali y finalmente llegó a Mauritania. Tras pagar 300 euros consiguió llegar en un cayuco con otras 68 personas más a Tenerife. «Estuvimos tres días en el mar, esperando que en cualquier momento ocurriera la tragedia; que aquel cayuco de apenas siete metros cargado con tantas personas se hundiera. Pasamos mucho miedo», recuerda.
Lleva cinco meses en Málaga, acogido en el centro que CEAR tiene en la calle Ollerías. Hace tres el Gobierno español denegó a Jacouba su petición para conseguir el estatuto de refugiado. Él no es una excepción. España ha rechazado casi el 98% de las peticiones de asilo que recibió el año pasado. «El derecho de asilo está cada vez más amenazado en nuestro país», aseguró Mochón, quien se lamentó de que con la reforma de la Ley de Asilo aprobada el pasado jueves por el Congreso de los Diputados «se ha perdido una oportunidad única para garantizar este derecho». En su opinión, la modificación aprobada es «mucho más restrictiva» ya que aumenta los supuestos de exclusión y no reconoce a los ciudadanos de la UE como sujetos de este derecho.
Jacouba ha recurrido la denegación de su solicitud, pero no alberga prácticamente esperanzas de que prospere. Ayer, con otros de los 57 refugiados con los que reside el centro de acogida de CEAR, estuvo en el Paseo del Parque participando en la campaña de sensibilización realizada por un equipo de trabajo de la Universidad de Málaga para dar a conocer a la ciudadanía qué es un refugiado. Con una sonrisa, el joven marfileño repartía propaganda a los transeúntes, mientras que comentaba: «Yo no soy la única víctima de esta dureza».
Publicado en el diario Sur (Málaga)
Autor: Montse Martín
Foto: Salvador Salas
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