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viernes, 19 de junio de 2009

Los ángeles de la guarda de la prostitución

Doce de la noche. Un equipo del Servicio de Información y Atención a la Ciudadanía (SIAC) de Cruz Roja Gandia recibe las instrucciones en el retén policial del Ayuntamiento de Gandia. Se pone en marcha, como cada noche, la ronda por los distritos de Gandia y Grau. Hoy hay visita a uno de los colectivos más vulnerables de la noche: las mujeres que ejercen la prostitución en calles y carreteras a la salida de Gandia en dirección a Bellreguard.

Este es un programa pionero del Ayuntamiento de Gandía para atender a este colectivo con el fin de evitar riesgos y atender a las mujeres en todo lo que necesiten. La última noche Levante-EMV acompañó el equipo del SIAC. El antiguo trazado de la N-332 y la gasolinera de Les Palmeres, se convierten cada noche en su "casa" y allí les reciben bajo la luz tenue de una farola. Sus enseres descansan sobre la repisa de un cuadro de luz. La noche ahora es cálida y larga. En sus pupilas el único brillo que se les ve es el reflejo de los faros de los coches que pasan. Sus ojos no apartan la mirada del posible cliente.

Ante la visita de la Cruz Roja una de ellas saluda con un escueto "Eh, ¿va bien?" mientras lanzan un piropo obligado a un conductor que acaba de pasar. La asistenta social de la Cruz Roja que coordina este servicio, Merce Lloret, conversa con ellas mientras dicen, "aquí, esperando clientes". Es la primera parada entre la calle Villalonga y el descampado del recinto ferial. Se acerca una prostituta. Es nueva. Se le nota porque es reticente a entablar diálogo con los SIAC a pesar de que llevan el emblema de la Cruz Roja. Al final, su compañera de profesión la convence y accede. Como se hizo con el resto, se le entrega una pequeña tarjeta en varios idiomas con información gráfica y para prevenir las enfermedades sexuales, y se le dan varios preservativos para que se proteja. Lloret les indica de la importancia de cuidarse y evitar situaciones de riesgo. Les ofrece también teléfonos de contacto ante cualquier problema o emergencia, y con un "¡hasta luego!" las prostitutas se despiden de los SIAC, que siguen su marcha. La rotonda de la calle Marroc, la vía de servicio de la avenida de Alacant y los grandes accesos que se construyen junto al futuro hospital comarcal son las próximas paradas.

Una veintena de atendidas

A lo largo de este recorrido hay unas veinte mujeres de Nigeria, Rumania, Sierra Leona, Bulgaria y Ecuador. Sólo un par de ellas son españolas. Todas atienden las indicaciones del personal de Cruz Roja y algunas aseguran que cumplirán sus recomendaciones y "mañana" irán a recoger su tarjeta sanitaria, aunque, en realidad, casi nunca lo hacen.

Del poco diálogo que se establece se vislumbra que detrás de cada una de estas mujeres hay una historia cruel. Las hay que tienen hijos, que carecen de documentación, o quienes callan que son traídas y llevadas de un lugar a otro y "vigiladas" de cerca por sus proxenetas. Lo más satisfactorio del SIAC es ver cómo algunas de estas mujeres acuden a las oficinas de Cruz Roja y se interesan por obtener la tarjeta sanitaria o se informan sobre planificación familiar.

Ya en la madrugada, el equipo SIAC regresa a su base. Esa noche en total han atendido a 20 prostitutas. Esta actividad iniciada ahora en Gandia se repetirá aproximadamente una vez al mes. Una de las jóvenes atendidas por la Cruz Roja esta noche a duras penas entiende el castellano. Merce Lloret le explica en inglés sus derechos como ser humano y le entrega una tarjeta con direcciones y teléfonos de emergencia. La asistenta social le indica dónde está la "Red Cross" (Cruz Roja) y la prostituta asiente con la cabeza. Le entrega preservativos y lubricantes, advirtiéndole de la necesidad de protegerse de las enfermedades de transmisión sexual y del peligro que conllevan.

Casi sin entender nada, la mujer atiende con curiosidad las explicaciones, pero lamenta no poder ir a Cruz Roja. "Yo no saber español" dice a duras penas mientras su compañera de profesión le hace de intérprete. La mujer ha entendido dónde puede acudir y sonríe al tiempo que dice "Thank you". En la sede de la Cruz Roja se les atiende y se les busca un futuro diferente mediante la participación en clases de castellano, autoestima y para facilitar su integración social, si así lo desean. La mujer se explica en inglés y dice que "no puedo ir a aprender español porque trabajo", y recuerda que su jornada "laboral" comienza hacia las seis de la tarde y acaba al alba. "Lo intentaré", promete.

Publicado en el diario Levante

Texto y foto: M. Pérez

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