Desde hace tres semanas está internado en la cárcel de Basauri. El juez cree que existe riesgo de fuga. Ayer, varias decenas de inmigrantes, respaldados por ONG, se concentraron ante al Palacio de Justicia de Bilbao para exigir la puesta en libertad de Mbengue y que la venta ambulante de CD y DVD se despenalice.
Las penas impuestas por este tipo de delito, que se comete por sólo exhibir la mercancía –no hace falta venderla– puden ir de los seis meses a los dos años de cárcel y contemplan multas de hasta 3.000 euros. En las prisiones españolas hay 94 personas encarceladas por delitos contra la propiedad intelectual, “la mayoría son inmigrantes”, según Instituciones Penitenciarias. Una condena “similar a la correspondiente por la venta de hachís o incluso superior a la aplicable en determinados supuestos de robo con violencia e intimidación”, según explica el abogado Julián Ríos Martín en el escrito en el que solicita el indulto para Mbengue.
Para muchos inmigrantes ilegales el primer trabajo es la venta ambulante. Sin papeles, sin saber el idioma y sin conocer el país es la salida más rápida y fácil. Todo por cerca de 300 euros al mes que les permita sobrevivir. “En cuanto llegas, buscas a algún amigo o familiar. Te acoge durante unos días en su casa pero te tienes que buscar la vida”. Es lo que hizo Falu, de 25 años, también senegalés, uno de los inmigrantes que acudió a la concentración de ayer. Y es lo que hizo Mbengue. Tras llegar en agosto de 2006 en un cayuco a Tenerife procedente de Mauritania y dos estancias en centros de internamiento, la siguiente parada fue Madrid, “le preguntaron donde tenía familia y le pagaron un billete a Bilbao porque allí tenía amigos”, relata Ríos Martín.
“Tienes que encontrar a alguien que te preste dinero para poder comprar los CDs y luego venderlos”. “Si la Policía te detiene, vuelves a empezar desde cero”, explica Falu. “Siempre recurrimos a alguien que ya tenga los papeles, para que nos deje dinero o para que nos saque de la cárcel”. Si finalmente es expulsado, el sueño de Mbengue habrá terminado sin ni siquiera cumplirse. Volverá a Thies, una región agrícola de Senegal, donde vive su padre, temporero de mandioca y sus seis hermanos.
Publicado en el diario El País
Autor: Inés P. Chávarri
Foto: EFE
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