El sacerdote Javier Baeza es el capellán de la parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid, que saltó a la opinión pública en 2007 cuando Rouco Varela quiso cerrarla, supuestamente porque en ella se daban prácticas anticristianas. Aquella polémica situó a Baeza y a sus compañeros José Díaz y Enrique de Castro en el epicentro de una corriente de solidaridad que obligó al propio Rouco a rectificar. Dos años después, San Carlos Borromeo se ha convertido en uno de los principales centros de acogida de inmigrantes africanos que, tras cumplir el plazo legal de retención en los CIE canarios, son abandonados a su suerte en la Península. El padre Javier ha tenido que acoger en su casa a alguno de ellos.
- Se ha reducido notablemente el número de inmigrantes que llegan a Canarias por mar, pero han aumentado los muertos y las personas enviadas a la Península. ¿Qué le sugiere esta paradoja?
"La sensación que tengo es que no se pueden poner puertas al campo, y creo que la situación que se está viviendo en todo el África, y en especial en la zona subsahariana, es de absoluta pobreza y miseria. Eso provoca que los jóvenes más válidos y capacitados emprendan una marcha hacia Europa que, en la mayoría de las ocasiones, es de-safortunada y termina en tragedias como las que hemos visto las últimas semanas".
- En su opinión, ¿qué se puede hacer ante esa política represiva de los gobiernos europeos?
"Nosotros le hemos dicho al ministro de Trabajo que eso del ’efecto-llamada’ que emplean algunos políticos es una demagogia absurda, porque en realidad lo que hay es un ’efecto-huida’, del hambre, de la miseria, de la guerra... Y mientras no seamos capaces de colaborar para que las razones que hacen huir a la gente vayan disminuyendo, las personas van a seguir poniéndose en marcha, a veces en estos viajes un poco suicidas pero lógicos".
- Pero el Gobierno sigue vendiendo como un éxito la reducción de las llegadas de inmigrantes a las costas....
"A mi me parece que el Gobierno español, como toda la Europa más rancia e inhumana, ha optado por blindarse, no sólo física sino también legislativamente. De hecho, estamos en puertas de una reforma de Ley de Extranjería que creo que va a socavar mucho más las posibilidades que tienen estas personas de rehacer su vida aquí".
- El Estado afirma que su política de cooperación con África es un éxito, pero una parroquia como la suya recibe diariamente a decenas de inmigrantes que son abandonados a su suerte tras cumplir el plazo legal de retención...
"Cierto. Si es que lo que se está haciendo es, por un lado, aumentar las dotaciones para Frontex; y, por otro, crear esas pequeñas bolsas de pobreza y exclusión social que son todos estos inmigrantes que llegan a las grandes ciudades españolas, a los que cada vez será más difícil atender y acoger. Afortunadamente, ha habido una importante respuesta social a este problema, por ejemplo a través de la Plataforma Salvemos la Hospitalidad. Pero el problema de la inmigración ilegal no se soluciona potenciando el Frontex ni creando bolsas de exclusión, precisamente en un Estado que ya de por sí tiene bastante exclusión".
- ¿En qué situación llegan y qué expectativas tienen esos jóvenes inmigrantes africanos que atienden en su parroquia?
"Por un lado, cuentan lo que ha sido su travesía, bastante lastimosa, lo que los convierte casi en héroes de una batalla perdida. Y, por otro, son personas que llegan con unas ganas tremendas de trabajar, insertarse y aprender. De ahí también el hecho de que muchas veces sean pasto de las redes de explotación laboral, porque en muchas ocasiones acceden a puestos de trabajo a los que los nacionales ponen reparos. Y son personas que suelen tener grandes deudas en sus países con los patrones y mafias de los cayucos. Eso hace que no puedan volver allí, no sólo porque sería un fracaso para su familia, sino porque además no podrían hacer frente a lo que han tenido que vender para poder emprender este viaje a Europa. Por la relación que tengo con muchos de estos chicos que han llegado a Canarias, me da la sensación de que la mayoría están desolados, porque pensaban que habían llegado al páramo del oro y sólo se han encontrado con fronteras físicas y una legislación donde cada vez más se vulneran los derechos fundamentales".
- Ustedes se convirtieron en los adalides de una importante corriente de solidaridad, a raíz de lo que ocurrió en el 2007, lo que hace que no estén bien vistos en el seno de la Iglesia católica...
"La Iglesia católica, como toda institución de poder, tiene buena voluntad en sus bases, pero en temas como el de la inmigración no han sido tan furibundos como lo fueron con el aborto, el divorcio o los matrimonios homosexuales, ante los que pusieron toda la carne en el asador. De hecho, todavía no he escuchado a ningún obispo animarnos a manifestarnos en contra de la Ley de Extranjería o del trato salvaje al que se somete a algunos ciudadanos que son detenidos en España; o en contra de esas instituciones en el limbo jurídico que son los CIE. A mi me parece que, en ese sentido, la Iglesia institucional está muy silenciada, y creo que eso es una ofensa para los creyentes y el Evangelio".
- Y eso que la Iglesia siempre ha sido el referente de la acción y la cooperación con el Tercer Mundo, y ahora parece estar ciega a realidades de ese cariz, ¿no?
"Claro. Por eso me gustaría separar lo que es la Iglesia institución y los que nos sentimos creyentes y, siendo parte de la Iglesia, no nos sentimos institución. Hay un montón de gente currando y acogiendo inmigrantes, pero la Iglesia institución, con toda la fuerza y el poder que tiene, está siendo muy tímida a la hora de pronunciarse en contra del trato que el Estado español les está dando a los inmigrantes; me parece que hay unos silencios clamorosos.
"A los obispos se les debe exigir más"
El padre Baeza reconoce que él y sus compañeros ya arreglaron las diferencias que tenían con Rouco Varela, aunque deja claro que "no era nuestra guerra, porque de hecho apenas teníamos trato con él. Aquello se acabó, porque nuestra guerra es bien diferente a la suya", espeta el sacerdote madrileño. Su parroquia, San Carlos Borromeo, tiene bastante relación con Cáritas Diocesana de Canarias, donde afirma que "hay gente de base que está trabajando mucho y bien". "Pero luego los obispos apenas dicen cosas, en muchos casos anecdóticas, sobre cuestiones como la inmigración, y creo que se les debería exigir mucho más", concluye.
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