Llegaron con sus hatillos de saldo y costurón y subieron al cayuco uno tras otro por su propio pie, con sus dos piernas de gacela intactas. Llegaron y se acurrucaron cagados de miedo al fondo del batel en la primera noche del mundo. Llegaron y partieron. Luego el mar hablaría con dientes de sal.
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/10/03/espana/1254590719.html
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