Los rostros de la tragedia
La jornada del lunes siguiente se cerró sin hallar más cadáveres. Salvo los once supervivientes, que ayer fueron expulsados en la frontera con Argelia, y los ocho fallecidos, rescatados poco después del naufragio, el resto del pasaje permanece desaparecido en el mar. Agrelo conocía a algunos de ellos, que con frecuencia se acercaban a la catedral a recibir comida, ropa o atención médica sin que nadie les preguntara por su credo. «Es muy duro tener nombres y rostros y ver que... (y hace el gesto de que se hunden). Y esto hace que lo vivamos de forma personal, con rostros y nombres», explica el arzobispo, que bloguea y cuelga sus homilías en Internet.
«John, Willi, Josephine, Julliet...». Kingsley Ogiemwera, un nigeriano de 32 años instalado en Tánger, enumera los nombres de algunos de los que trataban de llegar a España el pasado fin de semana. Vivía con ellos en el barrio de la Plaza de Toros. Como muchos, Kingsley, conocido por el nombre árabe de Yousef, vive de la mendicidad y de las ayudas de Cáritas. «Nunca he tratado de pasar a España por falta de dinero».
La comunidad subsahariana trata estos días de hilar los hechos y cerrar la lista de muertos y desaparecidos, a veces imposible porque sobre la preparación de los viajes cae normalmente el telón negro de la reserva y uno no sabe a veces si el que compartía piso con él se ha embarcado. «¿Sabes quién trabajó lo del accidente del sábado?». De esta forma, Ismael, un senegalés pregunta a través del teléfono móvil a uno de sus contactos nigerianos por el organizador del viaje frustrado. A menudo son mafias tejidas entre «conection men», así es como se les conoce, subsaharianos y marroquíes. Los del sábado habían pagado a un marroquí, según Kingsley. Pero el coraje y la paciencia de estos hombres no son infinitas como parece. Harto de esperar durante tres años una oportunidad para saltar a Europa, Ismael ha decidido arrojar la toalla y piensa marcharse en breve a Dakar.
El arzobispo, nacido en 1942, juega el partido fuera de casa pero se crece ante el reto. «Estamos en el mundo musulmán (la diócesis de Tánger apenas cuenta con 2.500 feligreses) y la mayor parte de nuestro trabajo está orientado hacia las necesidades del mundo musulmán». Sin dejar de dar misas y atender espiritualmente a los católicos, los beneficiarios directos de los centros que atienden un centenar de religiosas y quince religiosos son las madres solteras, los niños sordomudos, los deficientes profundos y otras personas en situación de riesgo. Esto, sin olvidar a los emigrantes sin papeles.
Algunos musulmanes buscan en el bautismo la llave de la emigración. Son pocos, pero algunos sí se presentan ante el arzobispo para convertirse. Claro, que «analizados estos casos, las motivaciones no son religiosas sino de otra índole. A menudo ligadas a la ignorancia. Piensan que ser cristiano les facilitaría el paso a Europa o el acceso a subvenciones de Europa», explica Santiago Agrelo.
Publicado en el diario ABC
Texto y foto: Luis de Vega
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