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domingo, 2 de agosto de 2009

Blindados contra la desesperación

El mar está en calma. El sol brilla y sólo la brisa que ofrecen los alisios permite sobrevivir al calor. La historia, año tras año, se repite cada verano. Con una diferencia, ahora apenas llegan cayucos ni pateras a Canarias. Nada comparado con aquel dramático 2006, cuando las embarcaciones clandestinas se agolpaban en las costas del Archipiélago. Todas ellas con el mismo objetivo, alcanzar El Dorado europeo.

En este punto, las cifras parecen dar la razón al Gobierno central, quien continúa vendiendo como un éxito su política de cooperación con África. Nada más lejos de la realidad. Expertos en materia migratoria coinciden en señalar dos razones que explican la drástica disminución en las llegadas de inmigrantes africanos. En primer lugar, el aumento de la presión policial en los países de origen y las operaciones de la Agencia Europea de Fronteras Exteriores (Frontex), que literalmente ha blindado muchos de los tradicionales puntos de partida de los sin papeles.

La propia Guardia Civil reconoce a DIARIO DE AVISOS que "el control es tal que ha descendido hasta la construcción de las embarcaciones tipo cayuco, que antes podías ver desde el aire, y ahora están escondidas en lugares de difícil acceso para evitar ser detectados". Al dispositivo aéreo-marítimo de Frontex, que abarca toda la costa de Senegal, Mauritania, Gambia y el archipiélago de Cabo Verde, hay que añadirle además la red de comunicaciones por satélite Sea Horse, que permite compartir información entre los dos continentes. El resultado de todo ello, una disminución de más del 60% en el número de irregulares que han logrado llegar por mar a Canarias en lo que va de año.

Como contrapartida, numerosas ONG denuncian que el mayor control policial está provocando muchas más víctimas, la mayor parte de las cuales yacen para siempre en el fondo del Atlántico. Las cifras confirman las tesis de las entidades humanitarias. Entre enero y julio, 31 personas perdieron la vida en su intento por alcanzar las costas del Archipiélago. La propia Agencia Europea de Fronteras estima que en los tres últimos años han podido fallecer en el mar 1.300 migrantes africanos. Otras organizaciones, como la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía afirman que en la última década han sido más de 10.000 las personas que han perecido en las costas del sur de Europa.

Nuevas rutas
Según los agentes de la Benemérita desplazados a Senegal, buena parte de culpa de los últimos naufragios en las costas españolas la tienen las rutas que emplean en la actualidad las mafias de las pateras. "Se ha podido comprobar, mediante el análisis de los GPS incautados, que ahora salen desde otros puntos de la costa africana, más hacia el Sur", recalcan. Ello provoca que trayectos que antes duraban cinco días, no bajen ahora de diez, lo que multiplica el riesgo de padecer deshidrataciones y cuadros graves de inanición. La represión no es, en cualquier caso, el único motivo que explica la reducción de las llegadas.

La crisis económica también ha contribuido a mitigar un fenómeno que había situado a Canarias en el epicentro del debate político. Cooperantes canarios que trabajan en distintos países del África subsahariana denotan que "ya no se siente aquella urgencia de antes, y la gente joven no se lanza con tanta facilidad a la aventura. Algunos hasta te dicen que irse en cayuco es una locura". En la orilla opuesta, otros trabajadores humanitarios consideran que "la miseria obliga a la mayoría de africanos a buscarse la vida, y el viaje a Europa es una de las salidas más fáciles que encuentran". No en vano, por poco más de 900 euros se puede lograr una plaza para viajar en patera hasta Fuerteventura. Eso fue, más o menos, el precio que pagó Said para embarcarse en 2007. Entonces, los problemas económicos de su familia lo empujaron a hacer una travesía de la que afirma que salió vivo "de milagro". La barquilla en la que viajaban él y otros 25 inmigrantes norteafricanos "se inundaba continuamente, y teníamos que achicar agua con latas para evitar que se hundiera".

Su odisea, no obstante, tuvo un final feliz, al menos hasta que llegó la recesión. "Cuando vine había mucho trabajo, pero ahora las cosas se han puesto muy difíciles para los inmigrantes", arguye Said, quien deja claro que "mi consejo a los que pretenden venir en patera es que no lo hagan". A diferencia de él, Moustapha Amar, responsable de la Fundación CEAR en Senegal, no cree que la crisis deba ser la excusa que impida migrar al pueblo africano. En su opinión, "no hay que convencer a nadie de que la inmigración no es la solución. Hay que actuar para que nuestros países tengan bienestar, y así los jóvenes se convencerán por sí mismos de que ya no es necesario emigrar". "La verdadera solución sería que los jóvenes africanos encontraran en sus países de origen, junto a los suyos, las posibilidades de tener una vida digna y con perspectivas de mejora", concluye.

Menores y mafias
La reducción en las llegadas de inmigrantes clandestinos a Canarias esconde muchas realidades que van más allá del trágico recuento de datos. Por ejemplo, está el caso de los menores extranjeros no acompañados, que siguen saturando los dispositivos de emergencia de las Islas. Esta misma semana llegaba una decena de ellos, a bordo de un cayuco junto a otras 60 personas. Los números dictan que también este año han arribado menores, pero no tantos como para afirmar que el problema ya está resuelto.

De igual modo, las nuevas rutas de los cayucos y las pateras han puesto de manifiesto la falta de escrúpulos de los traficantes de personas, capaces de someter a los sin papeles a auténticas palizas sobrehumanas con tal de evitar ser descubiertos por los controles marítimos. Según datos del Ministerio del Interior, en 2008 se desarticularon 277 mafias dedicadas a la inmigración ilegal, lo que supuso la detención de 1.636 personas, un 43% más que en 2007. En la provincia de Santa Cruz de Tenerife se detuvieron a 144 patrones de cayucos, un 720% más que en 2006.

Publicado en el Diario de Avisos
Foto: EFE

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