Si su esperanza de vida va más allá de los 30 años, serán
afortunados. Lo saben y, según dicen, les fortalece. Los niños albinos
están sujetos a la discriminación y al aislamiento: las creencias de
hechiceros les convierten en malditos. Pero su verdadera maldición
reside en la ausencia de melanina de su cuerpo: miles de albinos mueren
al año por los
devastadores efectos provocados por el sol en su piel. El remedio lo conocemos: cremas, gafas de sol, sombreros... En
Tanzania estos recursos son limitados.
Denunciar la situación de vulnerabilidad de los niños albinos en
Tanzania, el país con mayor índice de esta población, es el objetivo de
la exposición
'La ruleta rusa de Mendel. Albinos en Tanzania' que acogerá la Alianza Francesa de Dar Es Salaam hasta el 14 de marzo. La fotógrafa y periodista Ana Palacios, expone un conjunto de
fotografías realizadas durante su estancia en el centro 'Kabanga' del
país africano. Un
lugar amurallado donde conviven
disminuidos psíquicos, físicos, albinos... A través del aislamiento
tratan de ser protegidos de la crueldad de la población.
"Se dice de ellos que están malditos, que si los tocas puedes
enfermar... Barbaridades. Pero el verdadero drama es que aunque no
existiese esta discriminación, no se van a recuperar. No hay educación
sobre el deber de protegerse del sol. Mueren miles de albinos por esta
causa y aproximadamente una veintena por las atrocidades de los
hechiceros", explica Ana Palacios. "En Tanzania los albinos
tienen una esperanza de vida de 30 años por no tomar medidas. Ese es su verdadero drama", denuncia la fotógrafa documental. Su difícil situación se une a la pobreza africana.
"Los albinos son aún más pobres",
sostiene. Sus problemas de visión genéticos impiden su acceso a la
educación secundaria, algo que complica el acceso al empleo. Una tarea
nada fácil ante el estigma social que cargan sobre sus hombros.
Durante su estancia en el centro de niños albinos 'Kabanga', Ana
Palacios convivió con ellos y comprobó de primera mano la realidad
denunciada. Allí, conoció a Luisa y Alfred.
Sus padres les dejaron en este alejado campo. Tenían miedo, querían protegerlos.
Otros lo hacen por vergüenza. "Los albinos están mal vistos y algunos
padres tratan de esconderlos", sostiene. En aquel lugar amurallado
también contactó con Yongue, y con los voluntarios de Cruz Roja Tanzania
y AIPC Pandora: esos 'pesados' que persiguen al pequeño
para que no olvide la crema protectora y, así, tratar de evitar la aparición del cáncer de piel. "
Todos ellos se toman más en serio la vida. Saben
que tienen que luchar más", comenta, orgullosa, Ana Palacios. Luchan
para superar esos 30 años a los que parecen predestinados. Cada una de
las imágenes de su exposición son un reflejo de ello.
Publicado en el diario El Mundo
Autor: Gabriela Sánchez
Foto: Ana Palacios