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domingo, 5 de abril de 2009

Se lo querían comer

Moszi es albino, pero debería ser negro como toda su familia. Es el segundo albino africano que ha llegado a Canarias en un cayuco desde que la inmigración clandestina por mar comenzó hace más de quince años. Discriminado por ser distinto y perseguido para hacerse con partes de su cuerpo que "dan buena suerte", Moszi ha pedido el asilo en Tenerife. Nació en Benin, un país de nueve millones de habitantes situado entre Togo, Burkina Faso, Nigeria y el Atlántico y en el que animismo es una práctica religiosa habitual y dentro del animismo, el vudú. Por eso Moszi se embarcó en un cayuco que partió de Mauritania y que llegó por sus propios medios a El Confital el pasado 30 de marzo, ante la sorpresa de unos militares de élite que descansaban en esa playa después de una jornada de maniobras.

Moszi, de 18 años, se embarcó porque desde su nacimiento ha sufrido la discriminación en su familia y entre sus vecinos, pero sobre todo porque los albinos negros, que son una carga cuando están vivos porque necesitan cremas de protección solar, gafas negras y ropas para estar tapados de pies a cabeza, una vez muertos son una fuente de riqueza. Cada parte de su cuerpo es usada para rituales de brujería. Con algunos órganos se elabora muti, un bebedizo que trae fortuna. Los dedos sirven como amuletos y por una pierna puede llegar a pagarse hasta cerca de dos mil euros.
Moszi, que como adulto está en recluido en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Hoya Fría, ha solicitado el asilo, que tramitará la próxima semana el Comité Español de Ayuda al Refugiado (CEAR). Si su expediente es admitido, Moszi saldrá del CIE en espera de esa protección que busca para evitar que, literalmente, se lo coman.

No es un caso aislado. El propio Parlamento Europeo se ha pronunciado en contra los asesinatos de albinos africanos, esos seru-seru (en swahili) que son tenidos como seres mágicos. Sólo en Tanzania se descuartizaron 40 personas el pasado año para rituales de brujería. Sus lenguas son "tesoros", sus hígados, sagrados y sus cabellos, protectores.

Como la matanza de elefantes

Una alteración genética les provoca una ausencia total de pigmentación en la piel, el pelo y el iris de los ojos. Por esa rareza de la naturaleza, los albinos son extraños en Europa, pero lo son aún más en África, donde sufren la exclusión social, el abandono de sus familias y una persecución carnicera. El eurodiputado socialista Emilio Meléndez del Valle considera que si se pone coto a la matanza de elefantes para no traficar con sus colmillos y a la pesca de tiburones para no hacer sopa, "mucho más se debe proteger a los albinos africanos, que son seres humanos, de un comercio que se alimenta de sus cuerpos".

La misionera María Carmen Ocón, que desde hace unos meses vive en Tanzania, explicaba el 24 de marzo pasado en RNE lo impactada que quedó tras conocer a dos hermanas albinas de pocos años a quienes cortaron los brazos para hacer amuletos, aunque lograron sobrevivir. En Burundi, una niña de seis años fue decapitada el pasado año antes de que la descuartizaran.

No todos los albinos negros acaban igual. Salif Keita es uno de los músicos africanos más reconocidos internacionalmente, el primero de África nominado a un Grammy. Es de Malí y es albino. Por eso creó una fundación, SOS Albino. En una entrevista publicada en 2006, Keita afirmaba que su piel blanca le hizo "sufrir mucho" desde que comenzó a darse cuenta de su "diferencia", con cinco años. Ya no se trata sólo de rechazo de social, de persecución fanática, sino de problemas de salud por carecer de protección frente al sol, de cánceres de piel que les matan antes de cumplir los 30 años. SOS Albino hace hincapié en la donación de cremas solares, gafas y medicinas para evitar las muertes que son evitables.

Publicado en el diario La Opinión de Tenerife

Autor: Belén Molina

Foto: Manuel Lérida (EFE)

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