Por tercer mes no puede pagar la letra del coche y los pocos ahorros para hacer frente a la hipoteca se están agotando. Tiene un piso hipotecado, un coche a plazos, un préstamo personal, y desde mediados de diciembre está sin trabajo. Félix es un autónomo nacido en Santo Domingo que reside en Alicante desde hace cinco años. Llegó a tener dos bares. El último lo cerró el 15 de diciembre, “y no he encontrado nada”. Su compañera tampoco trabaja. Acuciado por sus obligaciones financieras, el pasado miércoles se acercó por primera vez a una de las oficinas de bolsa de empleo de Cáritas en busca de algún “trabajo” y de “ayuda para pagar la hipoteca o algo”. Como él, muchos otros llegan desde hace un tiempo por primera vez en busca de ayuda. “En un año y medio las cosas han cambiado mucho, pero sobre todo se ha notado desde el último trimestre del año pasado”, explica José Jaime Esteve, portavoz de Cáritas Orihuela-Alicante.
Trabajo, pero también comida, ropa, ayuda para pagar las facturas, medicamentos o para el comedor de los niños. La lista es larga, los casos diversos y las demandas de ayuda más del doble, coinciden distintos voluntarios de la ONG. Aunque el volumen de peticiones no es igual en todas las zonas y es mayor en los barrios más desfavorecidos. La crisis ha dejado sin empleo a familias enteras, muchas de ellas inmigrantes, que en poco tiempo han pasado de vivir bien a estar agobiados, explica una voluntaria. Pero también hay ciudadanos españoles, con un crecimiento de los de clase media, que están pidiendo ayuda por primera vez o que precisan de más apoyo del que recibían hasta la fecha. Y a algunos les cuesta recurrir a este recurso y hacer pública su situación. Pero la crisis acucia en todas direcciones y hay menos ofertas. “Antes era raro el día que no se daban empleos domésticos y ahora en un mes no hemos recibido nada”, explica una voluntaria de la organización en una parroquia. Cáritas asegura detectar esta evolución en toda España. La demanda es tal que en muchas parroquias las donaciones que se realizan en Navidad se agotaron antes de lo habitual, aunque las aportaciones se renuevan.
Y ante problemas de alquileres, se priorizan los casos más urgentes o incluso se media en ocasiones con los dueños de los pisos en busca de una solución temporal. Con todo, y aunque la organización tiene una vertiente asistencial, insiste en que su idea de fondo es “trabajar para promocionar a la persona”, vía talleres de empleo y formación. En Elche, por ejemplo, el Centro de Formación y Empleo que Cáritas inauguró en 2006, ha detectado desde el último trimestre de 2008 y durante el arranque de este año un incremento del 100% de las solicitudes para formarse en cursos, informa Cristina Medina. El centro realiza en la actualidad un curso de cocina de 200 horas pensado inicialmente para 15 personas pero que ante la llegada de 70 solicitudes hubo que ampliar, explica el responsable de formación, Rubén Requena.
Manuel (nombre ficticio) es un ciudadano “de la Comunidad Valenciana” que acaba de ponerse en contacto con Cáritas y en los próximos días pretende apuntarse a su bolsa de empleo. Hasta que hace año y medio perdió su trabajo su situación económica era buena. Su mujer trabaja, aunque tiene un sueldo bajo, “y económicamente estábamos bien. Nunca habíamos tenido problemas”, insiste. Con dos hijos que también buscan empleo, la familia tiene que hacer frente a los gastos de una reforma y a los contratiempos del día a día. “Estamos muy hundidos económica y moralmente”, explica. Manuel centra su objetivo: “lo que pido es un puesto de trabajo y un sueldo, por mínimo que sea”.
Tras las cifras macroeconómicas que casi a diario evidencian la profundidad de la crisis hay personas que también cada día llaman a todas las puertas que conocen en busca de ayuda. A María la situación familiar se le complicó más aún hace “cuatro o cinco meses”, fecha a partir de la cual en la familia sólo entran 400 euros al mes del subsidio que recibe su marido. Su marido es peón de albañil y desde hace años padece una enfermedad que a temporadas le incapacitaba para trabajar. Desde hace un año está en paro. La pareja tiene tres hijos: el mayor busca empleo y el pequeño, de ocho años, tiene una ayuda reconocida por gran dependencia desde julio, aunque eso no implica apoyo económico alguno por ahora, ni por lo que le dicen parece que vaya a llegar en bastante tiempo. Cáritas le ayuda desde hace tiempo con la medicación de su hijo menor, con los viajes que regularmente tienen que realizar a un centro hospitalario de Valencia para su tratamiento “y a veces también con algún recibo de luz”. Ahora recibe más ayuda, con la alimentación. También recurre a los servicios sociales.
María está pendiente de otra solicitud “de ayuda para la Ciudadanía”, que reclamó en diciembre. “En casa no me voy a quedar con la necesidad que tengo”, deja claro. “La situación es agobiante. Hay noches que no puedo dormir y mi marido tampoco porque es muy fuerte que tus hijos te pidan leche y no tengas. Hay que vivirlo”, explica. “Y menos mal que el alquiler son 50 euros más comunidad”, añade. Son personas, nombres y recorridos distintos que confluyen en un punto y a los que el tsunami de una crisis económica que no ha tocado fondo ya ha salpicado.
Publicado en el diario El País
Autor: R. Biot
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