Escondido tras las piernas de su madre, Filemon, de ocho años, observaba con recelo a ese hombre de blanco
que trataba de aliviar el dolor que sufría su abuela en la espalda
debido a graves quemaduras. Tenía dos años cuando aquel señor comenzó a
visitarlos con frecuencia. Su miedo fue desapareciendo al mismo tiempo
que aquella crema traída de Hernani (Guipúzcoa) borraba esas heridas. "Cuando le conocí pensaba que tenía algún tipo de discapacidad mental,
no parecía poder comunicarse y físicamente estaba débil", reconoce Ángel
Olarán, misionero en África desde hace más de 30 años.
"No tenía aspecto de un niño sano: ni su pelo, ni su cara, ni su forma
de actuar". Con el tratamiento de antirretrovirales [contra el sida]
comenzó a mejorar y el inicio de la escuela aumentó la confianza en sí
mismo. Hoy es un niño más. "Empezamos a notar su
picardía, muchas veces nos cuenta batallitas como excusas para no venir a
estudiar con el resto de niños".
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/26/solidaridad/1351240820.html
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