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jueves, 22 de noviembre de 2012

Cifras y letras

Han pasado desapercibidas en medio de la telaraña informativa en la que andamos sumergidos. Perdieron la batalla contra la crisis, la prima de riesgo, Messi o el afán catalanista de Artur Mas. Apenas sirvieron para rellenar el hueco de un breve aislado, o los minutos finales del informativo televisivo de medianoche. Son cifras y letras en los que apenas nadie reparó, que sin embargo relevan la negra realidad de miles de vidas anónimas a las que intencionadamente se les niega la voz y el espacio que merecen. Como dijo el matemático, filósofo y escritor británico Bertrand Russell -el único Premio Nobel de Literatura de la historia distinguido por sus teorías filosóficas-, “los muertos no valen lo mismo según el lugar donde nacen”. Como ejemplo, basta con detenerse un momento en esas pocas cifras y letras de las que hablaba al inicio de esta columna.

El primer número, 19.000, es la cantidad de niños que mueren cada día en el mundo por causas evitables. La mayor parte de ellos, explicaba Unicef en una escueta nota de prensa, fallecen por desnutrición o por afecciones que ni siquieran llegan a la categoría de enfermedad en la mayor parte de los países desarrollados del planeta, como la diarrea, el sarampión o la gripe. Sin ánimo de ser demagogo, es cierto que uno no tiene la culpa de haber nacido en el lugar equivocado, pero ello no nos exime de mirar hacia otro lado o de cambiar de canal cuando nos muestran aquello que no queremos ver.

Algo similar ocurre con la otra escalofriante cifra a la que hacía mención antes, 123, un dígito tan volátil y efímero que seguro habrá cambiado antes de que este artículo vea la luz. Se trata del número de víctimas que ha dejado en la última semana el histórico y complejo conflicto palestino-israelí. Por él, además de los actores políticos de sobra conocidos, han pasado en las últimas dos décadas miles de vidas sesgadas por una sinrazón que no entiende de edades, géneros ni nacionalidades. Todos ellos, como nosotros, dejan atrás una historia, un pasado y un presente, un libro al que le han arrebatado capítulos y le han dado un final inesperado, que la mayoría ni siquiera preveía. Será entonces, en ese epílogo sin fecha al que todos llegaremos antes o después, cuando todos esos muertos, los de hambre, los caídos, los olvidados, se igualarán a los otros, los reconocidos, los notorios, los importantes. Todos, sin distinción -y si alguien no demuestra lo contrario-, llegaremos en las mismas condiciones, porque los cementerios y las lágrimas no entienden de discriminaciones. Porque, como también expuso Russell, que sólo por vivir 97 años y casarse cuatro veces merece que lo tengamos en consideración, “lo único que sabemos del futuro es que será distinto”. 


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