Era medianoche en Bhopal (Planeta, 2004). Era una noche tranquila (2 y 3 de diciembre 1984) de hace veinte años que se convirtió en un paoroso magnicidio. El nombre de Bhopal ya sólo significa la peor tragedia industrial del siglo XX, en el corazón de la India, cuando la población más pobre de esta ciudad se vio sorprendida por un mortífero gas letal escapado de la factoría de pesticidas situada a las fueras. Algunos hablaron en su momento de un trágico accidente. Otros ya habían advertido de forma continuada que la factoría de Union Carbide de Bhopal no reunía las condiciones de seguridad para fabricar el pesticida Sevin para el cual debían almacenarse cantidades ingentes de un gas tan inestable como tóxico: el isocianato de metilo. A pesar de que se habla de que fueron hasta 30.000 las personas que perdieron la vida y de más de medio millón de afectados, esta tragedia todavía no ha llegado a los tribunales para exigir responsabilidades. Además la empresa responsable ya no existe legalmente pues fue absorbida por Dow Chemical. La lección de Bhopal, así como la de otros desastres ecológicos que se han cebado vidas humanas como Seveso (1976) o Chernobil (1986), no pueden dejarnos impasibles. Dominique Lapierre, conocido periodista francés de investigación junto al español Javier Moro se lanzaron a finales de los años noventa a recomponer los hechos y los personajes principales de este magnicidio. El resultado fue un libro titulado Era medianoche en Bhopal, cuya primera edición fue publicada en el 2001.
Un sombrero lleno de cerezas (La esfera de los libros, 2009). Ser mujer y ser escritora parecía imposible en un tiempo donde una habitación propia era un privilegio reservado a la condición masculina, pero la vocación artística siempre se ha gestado en la exclusión y el sufrimiento. De ahí que pocas escritoras hayan quedado al margen de una dolorosa carga existencial, que explica la necesidad de transformar su experiencia en literatura. Oriana Fallaci (Florencia, 1929-2006) se familiarizó con el dolor desde muy temprano. Antes de cumplir los dieciocho, ya había participado en la Resistencia contra la ocupación nazi, inspirada por un padre antifascista que había conocido la tortura y la cárcel. Hija de una familia humilde, empezó medicina con la ayuda de becas, pero no tardó en abandonar la universidad para trabajar como corresponsal de guerra. Ubicua y narcisista, entrevistó a casi todos los líderes mundiales y acudió a casi todos los conflictos. Atribuyó el éxito a su propia personalidad, que combinaba la intuición y la constancia para lograr confesiones tan inesperadas como la de Henry Kissinger, reconociendo la inutilidad de la intervención norteamericana en Vietnam. Confuso y desbordado, el secretario de estado evocaría el encuentro como su peor desastre con la prensa. Periodista beligerante y polémica, escogió para sus novelas escenarios saturados de historia, como el Líbano o los Balcanes. Prolífica en ventas, su popularidad se incrementó al final de su vida, cuando las circunstancias propiciaron la aparición de La rabia y el orgullo, un extenso artículo donde no discriminaba entre islamismo moderado y radical, acusando al Corán de una intolerancia incompatible con los valores democráticos. Enferma de cáncer, Fallaci no se inquietó por las reacciones y -al igual que Susan Sontag- esperó a la muerte sin dejar de escribir. Entre los textos inéditos, se hallaba un manuscrito al que dedicó diez años: Un sombrero lleno de cerezas, una novela histórica, una saga parcialmente autobiográfica, donde prevalece el imperativo categórico del periodismo: “no aburrir al lector, no permitir que el hastío o el escepticismo interrumpan la lectura”. Es indiscutible que Fallaci nunca defraudó ese principio. Convertida en fenómeno social, su figura puede irritar o emocionar, indignar o conmover, pero ni siquiera su desaparición física ha logrado disipar la expectación que concita cualquiera de sus libros.
Anatomía de un instante (Mondadori, 2009). Javier Cercas quería escribir una novela sobre 23 F, pero tras reunir toda la información existente sobre ese momento decisivo de la reciente historia de España, se dio cuenta que ninguna ficción podía hacer justicia al material que tenía entre manos. Así a partir de un instante que reúne tres gestos valientes, el de Adolfo Suárez, el de Gutiérrez Mellado y el de Santiago Carrillo, que en medio de las balas disparadas por los secuestradores del congreso se resistieron a lanzarse al suelo el día del golpe de estado. Cercas arma un extraordinario relato, usando ese instante como una mirilla a través de la cual se puede contemplar una época y un país. Con un conocimiento absoluto de las fuentes documentales y un magistral dominio de las herramientas y los recursos del narrador, logra enhebrar en un libro fascinante, la mejor crónica de una jornada decisiva, logrando que al repasar los hechos de aquel día y los acontecimientos que llevaron a él, el lector se sumerja en un tiempo, un ambiente y unas circunstancias. Sin duda alguna estamos ante la obra fundamental de la transición española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario