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martes, 10 de noviembre de 2009

La suerte sonríe a un chico tímido

Samba Dia es tímido. Ha vivido situaciones que la mayoría de los residentes del hemisferio norte no podríamos soportar. En el último año, la vida le ha dado unos cuantos vuelcos radicales. Pero él no pierde la calma ni la sonrisa casi en ningún momento. Ni siquiera cuando habla de su viaje de cuatro días por el océano Atlántico en una cáscara de nuez.

En noviembre del año pasado, Samba Dia todavía vivía en un pequeño pueblo rural de Senegal, casi en la frontera con Guinea Bissau. Vivía sin electricidad ni ninguno de los otros lujos que en la próspera Europa damos por sentado. Samba se dedicaba a ir a por agua, hasta que su familia decidió embarcarlo en el viaje que, para bien o para mal, le iba a cambiar la vida.

Atravesó su país y la mitad de Mauritania, hasta llegar al puerto de Noadibú, punto habitual de salida de embarcaciones ilegales hacia las Islas Canarias. Poco se imaginaba por aquel entonces que su vida acabaría discurriendo en otra isla, situada en el otro extremo del país. La travesía duró cuatro días y compartió su viaje en la precaria embarcación –por el que podemos presuponer que debió pagar una sustanciosa suma– hacinado con otras 65 personas más. No todos llegaron: un compatriota murió por el camino. "¿teníais comida y bebida en el barco, Samba?" "Sí, sí, claro", dice sin levantar la vista del móvil; como si no se diera cuenta de la inmensa suerte que tuvo de llegar con vida hasta las costas españolas.

No sólo tuvo suerte durante el viaje. A Samba parece que, dentro del drama vivido, la diosa fortuna le ha sonreído. Es afortunado porque es uno de los menores que ha podido beneficiarse de esta pionera iniciativa de la conselleria de Asuntos Sociales, pudiendo salir de un centro masificado, donde compartía habitación con otros ocho chicos, para llegar a un auténtico hogar, donde comparte juegos con los hijos de Fode y donde aprende poco a poco las costumbres de esta tierra sin renunciar a las suyas.

El pasado jueves Joan Carles acompañó a Samba en su primer día de clase en el Liceo Balear. Quería estudiar mecánica o mantenimiento de edificios, pero no había plazas y estudiará un módulo de Formación Profesional de ayudante de comercio. Cuando Samba y el resto de chicos alcancen la mayoría de edad, tendrán un permiso de residencia y podrán quedarse. Asuntos Sociales les ayudará a emanciparse; primero, tendrán una vivienda donde podrán vivir todos juntos y además les orientarán para buscar empleo y casa propia. Aún no podemos hablar de un final feliz para estos chicos, pero al menos, les garantizan un continuará, algo que en su país es difícil de conseguir.

Publicado en el Diario de Mallorca

Autor: M. F. R.

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