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jueves, 13 de marzo de 2014

República Democrática del Congo, el drama que no cesa

República Democrática del Congo (RDC) está inmersa en una situación de emergencia constante. Durante dos décadas, un conflicto persistente en las provincias del este del país, la inseguridad en otras regiones y un sistema de salud extremadamente frágil se ha traducido en recurrentes crisis humanitarias y brotes epidémicos que afectan a miles de personas. “La deficiente infraestructura y un sistema de salud que apenas funcionan, el prolongado e incesante conflicto, la falta de respeto por los trabajadores sanitarios y humanitarios, y el reinante sistema de recuperación de costes que requiere el pago por parte de los pacientes de la atención sanitaria que reciben incluso en situaciones de crisis, todos ellos son factores que han tenido un efecto catastrófico sobre la salud de la población del este de RDC,” afirma Sergio Martín, responsable de Operaciones de MSF en República Democrática del Congo.

MSF también ha constatado que muchas personas vulnerables en las provincias afectadas están excluidas de la atención sanitaria por el sistema de recuperación de costes que impera en las estructuras de salud públicas y en muchas ONG. Aunque el sistema de salud nacional en teoría garantiza atención sanitaria gratuita en situaciones de emergencia, la población sigue pagando a pesar de vivir en zona de guerra. “Así, una mujer con un parto obstruido puede tener que pagar más de 35 euros para que se le practique una cesárea y ello a pesar de vivir en una zona en conflicto y en un país en el que la mayoría de la población vive con menos de 1,5 euros al día”, explica Manuel López, coordinador general de MSF en RDC.

Año tras año se repiten los brotes de enfermedades en RDC, pero el sistema de salud es, en la mayoría de los casos, incapaz de responder. Como resultado, muchas personas padecen y mueren por enfermedades prevenibles. “Diarrea, infecciones respiratorias agudas y malaria representan más del 50% de las muertes de niños menores de 5 años en el país”, asegura Sergio Martín. MSF trata a más supervivientes de violencia sexual en RDC que en cualquier otro país del mundo (4.037 hombres, mujeres y niños en 2012). El volumen anual de casos no ha disminuido significativamente en los últimos cinco años. Además, los equipos han observado que la incidencia de la violencia sexual tiende a incrementar en lugares con mayor presencia de soldados y hombres armados. En algunos lugares donde MSF trabaja, se han registrado picos en el número de casos reportados, lo que indica que se han producido violaciones en masa.

Las consecuencias de la violencia no son solo físicas. Muchos de los pacientes tratados por MSF presentan síntomas de estrés postraumático que incluyen miedos constantes, insomnios o pensamientos suicidas, entre otros. Una evaluación entre desplazados en Bibwe (Kivu Norte) reveló que más del 80% de un total de 600 personas entrevistadas habían sido víctimas de actos violentos, el 71% sufrían pesadillas y el 74% revivían incidentes violentos. Los entrevistados solían utilizar la palabra “masacre” para describir los actos sufridos o presenciados. En diciembre de 2013, se estimaba en 2,96 millones la cifra de desplazados en RDC. Cerca del 90% de los desplazados del país viven en las provincias de Kivu Norte, Kivu Sur, Oriental y Katanga. Solamente en los Kivus viven el 60% de los desplazados de todo el país.

Los desplazados son un grupo especialmente vulnerable, en particular los desplazados ocultos que viven con familias de acogida o escondidos en el bosque, cuya situación es desesperada. Estas personas reciben poca o ninguna asistencia humanitaria; y si la reciben, es de forma irregular e infrecuente. Mientras tanto, crece la presión sobre los proveedores de salud para que canalicen la asistencia hacia ciertas zonas liberadas de grupos armados con vistas a estabilizarlas y reforzar la autoridad del Estado. Se estima que existen más de 60 grupos armados en RDC. Desde marzo, la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en el país (MONUSCO) cuenta con una Brigada con autorización para neutralizar a los grupos armados que se opongan a la autoridad del Estado, lo que compromete seriamente la percepción de la ayuda médico-humanitaria como actividad neutral. “Los helicópteros, vehículos y otros medios de transporte desde los que la ONU está lanzando estas ofensivas son de color blanco y, por tanto, muy parecidos a los que utiliza el personal humanitario civil de las propias Naciones Unidas”, dice Sergio Martín. “Esta confusión tiene importantes consecuencias a la hora de prestar asistencia, ya que tampoco la población civil sabrá si un vehículo blanco que entra en su aldea transporta armas o mantas”.

A la luz de los datos, MSF concluye que muchas de las personas que necesitan asistencia humanitaria en el país carecen de acceso a ella. Muchas comunidades se ven privadas de cualquier tipo de atención médica debido a una infraestructura deficiente, al desplazamiento y al conflicto, y ni las organizaciones de ayuda ni el Estado congoleño dispensan la debida asistencia en las zonas rurales afectadas por el conflicto. Al mismo tiempo, la violencia contra la población civil, el personal sanitario y la propiedad es moneda corriente, y los proveedores de salud se ven obligados con frecuencia a suspender sus actividades, dejando a la población desprovista de una atención médica que necesita de forma apremiante.

Fuente: Médicos Sin Fronteras
Foto: Juan Carlos Tomasi

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