Después de más de una década de inversión y ayuda internacional, el acceso a la atención médica básica y de emergencia en Afganistán sigue siendo muy limitado y está mal adaptado para atender las crecientes necesidades provocadas por el conflicto en curso, según revela un informe publicado hoy por la organización internacional médico-humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF). Mientras que la atención sanitaria se considera, frecuentemente, como uno de los logros de los esfuerzos internacionales para la construcción del Estado en Afganistán, la situación está lejos de ser una sencilla historia de éxito. Aunque ha habido progresos en la prestación de la asistencia sanitaria desde el año 2002, el informe De la retórica a la dura realidad: la ardua lucha para acceder a la atención sanitaria en Afganistán revela los graves, y a menudo mortales, riesgos que afrontan los afganos para buscar atención básica y de emergencia. El estudio - llevado a cabo durante seis meses en 2013 con más de 800 pacientes en los hospitales de las provincias de Helmand, Kabul, Khost y Kunduz en los que trabaja MSF - deja patente que la retórica optimista sobre los logros en la atención sanitaria ignora el sufrimiento de la población afgana que sigue sin tener acceso a una asistencia médica adecuada.
"Uno de cada cinco pacientes entrevistados tenía un familiar o un amigo cercano que había muerto en el último año debido a la falta de acceso a la atención médica", afirmó Christopher Stokes, director general de MSF. "Entre quienes llegaron a nuestros hospitales, el 40% nos contaron que habían tenido que hacer frente a combates, minas terrestres, puestos de control o situaciones de acoso en su viaje a los centros hospitalarios". Los testimonios de los pacientes dejan al descubierto la gran brecha existente en términos de atención sanitaria entre lo que se contempla sobre el papel y lo que realmente sucede. La mayoría de ellos afirmaron que tenían que evitar su centro de salud público más cercano durante una reciente enfermedad, obligándoles a desplazarse a mayores distancias -con un coste y un riesgo importante- para buscar asistencia. "La gente nos habla de clínicas que carecen de medicinas, personal cualificado y electricidad, y de cómo tienen que hacer frente a deudas cada vez mayores para pagar el tratamiento", dijo Stokes. "Otros pacientes nos contaron situaciones en las que se vieron obligados a velar por sus familiares enfermos o heridos durante la noche mientras esperaban a que amaneciera. El miedo a ser atacados les impedía desplazarse hasta el hospital en medio de la oscuridad".
En los últimos 12 años, las decisiones adoptadas por los gobiernos de los países que intervienen militarmente en Afganistán sobre dónde y cómo proporcionar ayuda se han basado, con demasiada frecuencia, en consideraciones que son distintas de las necesidades de las personas, tales como la estabilización, las estrategias de contrainsurgencia o la táctica de ‘ganar los corazones y las mentes' de la población. Uno de los resultados es que todavía existen grandes lagunas en la atención de las necesidades urgentes creadas por el conflicto. Los donantes internacionales, los proveedores de ayuda y las autoridades afganas deben abordar con urgencia las graves deficiencias en la prestación de la asistencia sanitaria y dejar de lado cualquier consideración que no sea las necesidades de las personas. La interrupción de los servicios médicos afecta, de manera desproporcionada, a las personas que viven en las zonas militarmente en disputa. Sin embargo, la inseguridad y el acceso limitado a las comunidades para las autoridades sanitarias y los organismos humanitarios, incluyendo MSF, impide una respuesta sostenida o adecuada. Con el fin de llegar a las personas más vulnerables, los organismos humanitarios tendrán que dar prioridad a la negociación del acceso con todas las partes del conflicto armado. Al mismo tiempo, todos los actores involucrados en el conflicto tienen que hacer mucho más para asegurar que la asistencia sanitaria imparcial puede proporcionarse a todos aquellos que están enfermos y heridos.
"A medida que el interés internacional en Afganistán se desvanece, MSF es testigo de un conflicto que aún continúa en muchas partes del país y del fracaso a la hora de satisfacer las crecientes necesidades médico-humanitarias", expresó Stokes. "Mientras la comunidad internacional se refugia en la retórica, el pueblo afgano tiene que hacer frente a la dura realidad". MSF trabaja en el Hospital Ahmad Shah Baba, en el este de Kabul y en el Hospital de Boost en Lashkar Gah, provincia de Helmand. La organización también mantiene abierto un centro de trauma y cirugía en Kunduz, donde proporciona atención quirúrgica de urgencia para las personas en el norte de Afganistán. Además, MSF gestiona una maternidad en Khost, en el este del país. En todos los lugares, MSF facilita atención médica gratuita. MSF financia su trabajo en Afganistán únicamente a través de donaciones de particulares y no acepta fondos de ningún gobierno.
Fuente y foto: Médicos Sin Fronteras
"Uno de cada cinco pacientes entrevistados tenía un familiar o un amigo cercano que había muerto en el último año debido a la falta de acceso a la atención médica", afirmó Christopher Stokes, director general de MSF. "Entre quienes llegaron a nuestros hospitales, el 40% nos contaron que habían tenido que hacer frente a combates, minas terrestres, puestos de control o situaciones de acoso en su viaje a los centros hospitalarios". Los testimonios de los pacientes dejan al descubierto la gran brecha existente en términos de atención sanitaria entre lo que se contempla sobre el papel y lo que realmente sucede. La mayoría de ellos afirmaron que tenían que evitar su centro de salud público más cercano durante una reciente enfermedad, obligándoles a desplazarse a mayores distancias -con un coste y un riesgo importante- para buscar asistencia. "La gente nos habla de clínicas que carecen de medicinas, personal cualificado y electricidad, y de cómo tienen que hacer frente a deudas cada vez mayores para pagar el tratamiento", dijo Stokes. "Otros pacientes nos contaron situaciones en las que se vieron obligados a velar por sus familiares enfermos o heridos durante la noche mientras esperaban a que amaneciera. El miedo a ser atacados les impedía desplazarse hasta el hospital en medio de la oscuridad".
En los últimos 12 años, las decisiones adoptadas por los gobiernos de los países que intervienen militarmente en Afganistán sobre dónde y cómo proporcionar ayuda se han basado, con demasiada frecuencia, en consideraciones que son distintas de las necesidades de las personas, tales como la estabilización, las estrategias de contrainsurgencia o la táctica de ‘ganar los corazones y las mentes' de la población. Uno de los resultados es que todavía existen grandes lagunas en la atención de las necesidades urgentes creadas por el conflicto. Los donantes internacionales, los proveedores de ayuda y las autoridades afganas deben abordar con urgencia las graves deficiencias en la prestación de la asistencia sanitaria y dejar de lado cualquier consideración que no sea las necesidades de las personas. La interrupción de los servicios médicos afecta, de manera desproporcionada, a las personas que viven en las zonas militarmente en disputa. Sin embargo, la inseguridad y el acceso limitado a las comunidades para las autoridades sanitarias y los organismos humanitarios, incluyendo MSF, impide una respuesta sostenida o adecuada. Con el fin de llegar a las personas más vulnerables, los organismos humanitarios tendrán que dar prioridad a la negociación del acceso con todas las partes del conflicto armado. Al mismo tiempo, todos los actores involucrados en el conflicto tienen que hacer mucho más para asegurar que la asistencia sanitaria imparcial puede proporcionarse a todos aquellos que están enfermos y heridos.
"A medida que el interés internacional en Afganistán se desvanece, MSF es testigo de un conflicto que aún continúa en muchas partes del país y del fracaso a la hora de satisfacer las crecientes necesidades médico-humanitarias", expresó Stokes. "Mientras la comunidad internacional se refugia en la retórica, el pueblo afgano tiene que hacer frente a la dura realidad". MSF trabaja en el Hospital Ahmad Shah Baba, en el este de Kabul y en el Hospital de Boost en Lashkar Gah, provincia de Helmand. La organización también mantiene abierto un centro de trauma y cirugía en Kunduz, donde proporciona atención quirúrgica de urgencia para las personas en el norte de Afganistán. Además, MSF gestiona una maternidad en Khost, en el este del país. En todos los lugares, MSF facilita atención médica gratuita. MSF financia su trabajo en Afganistán únicamente a través de donaciones de particulares y no acepta fondos de ningún gobierno.
Fuente y foto: Médicos Sin Fronteras
No hay comentarios:
Publicar un comentario