Esther juega indiferente mientras su
madre, Silvana, la observa de reojo mientras pasa las páginas de un
libro acomodada en el sofá del salón. Como su hija, inocente, nunca
pensó en lo que le depararía el destino. Su presente siempre había
estado marcado por el sol y la luz que confieren aspecto de paraíso
a su Curitiba natal. Junto a su pareja, hace ahora ocho años,
decidió embarcarse en un trayecto incierto que la debía asentar
plácidamente en lo que otros muchos inmigrantes como ella denominan
El Dorado europeo. Debía ser una estancia corta, apenas un
año, tiempo más que suficiente para lograr un dinero con el que
volver a Brasil para vivir algo más desahogados.
Nada más lejos de la realidad. Porque
lo que nació como un sueño acabó tornándose pesadilla, un
recorrido lleno de obstáculos que aun hoy continúa sorteando. Por
el camino, Silvana y su actual marido fueron aprendiendo que los
cuentos de hadas sólo habitan en los libros, porque España no es
aquel lugar donde crecían las oportunidades y la gente amasaba
fortunas casi por casualidad. De hecho, ni su formación en
Psicología ni su capacidad para los idiomas impidieron que acabara
trabajando en una finca, una pastelería o una empresa de limpieza.
En medio, un breve periplo por la Península hasta acabar en
Tenerife, a donde la pareja arribó una calurosa tarde de agosto del
año 2005.
Su relato, uno más entre los de
cientos de inmigrantes que partieron de sus hogares en busca de un
futuro mejor, se habría escrito de otra forma de no haber sido por
la ayuda y el apoyo que le prestaron los técnicos y voluntarios de
Cruz Roja, a quien Silvana no duda en calificar como sus ‘ángeles
de la guarda’. Sin ellos, todavía hoy tendría serios problemas
para expresarse en español, idioma que aprendió gracias a uno de
los muchos cursos que la entidad ofrece a los extranjeros. Estos,
como Silvana, se han visto obligados a volver a sus países de
origen, azotados por el fantasma de la crisis, que ha golpeado con
crudeza al colectivo inmigrante radicado en el Archipiélago.
Silvana, como tantos otros, perdió su
trabajo en 2011, aquel que tanto esfuerzo le había costado
conseguir, justo cuando Esther empezaba a dar sus primeros pasos. Sin
dudarlo, como tantas otras veces, acudió a Cruz Roja, que le volvió
a abrir sus puertas y la ayudó a superar uno de los momentos más
delicados desde que llegó a nuestro país. Así, merced a los muchos
programas de formación e inserción sociolaboral que lleva a cabo la
Institución, aprendió a elaborar un currículum vitae, se interesó
por cómo afrontar una entrevista de trabajo, logró convalidar su
titulación y, finalmente, halló lo que tanto andaba buscando, un
empleo con el que poder subsistir a miles de kilómetros de casa.
Auxiliada por los responsables del
programa de inclusión e inserción laboral de Cruz Roja, Silvana fue
integrándose en la gran familia de la organización, y ahora no
descarta incluso ayudar a otros inmigrantes como ella, que acuden
cada día a la entidad en busca de una mano amiga. Como ella misma
relata, “cuando peor estás, en Cruz Roja encuentras una tabla de
salvación a la que aferrarte”. Y es que, con la perspectiva que da
el tiempo, nuestra protagonista tiene claro que todavía existen
muchas barreras para los inmigrantes, muros difíciles de derribar
cuando uno está solo y sin recursos.
Del anonimato y la desesperanza,
Silvana ha pasado a ser un ejemplo para todos los que buscan en Cruz
Roja el timón al que sujetarse en las noches de mar picada y
tormenta. Hoy, en cambio, la tarde es seca y cálida. La ventana,
entreabierta, permite que corra la brisa. Esther sigue jugando
indiferente al relato que acaba de reescribir su madre. Quizá un día
vuelvan a Brasil, donde aguarda la familia, donde quedaron todos esos
sueños que tanto ha costado cumplir. Quizá entonces, desde la
distancia, alguien pregunte por la vida en España, y Silvana
recuerde cómo alguien le tendió la mano y la ayudó a seguir
escribiendo capítulos en la historia de su vida.
Nota: este artículo ha sido utilizado por Cruz Roja para ilustrar la campaña 'En realidad, no tiene gracia', puesta en marcha por la Institución en la provincia de Santa Cruz de Tenerife
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