Juan -nombre ficticio dado para preservar su intimidad- lleva más de una
década dando clases de Religión en Primaria. Hasta ahora nunca había
tenido problemas y participaba activamente en todas las actividades del
centro, como un docente más. Desde hace dos cursos su situación se ha
vuelto “insostenible”. Por orden de la Inspección General Educativa,
ahora ya no puede asistir a los claustros y tampoco le permiten
relacionarse con los alumnos más allá de los escasos 90 minutos
semanales de clase que tiene con ellos. Incluso, el tiempo que pasa en
la biblioteca supervisando y catalogando el material lectivo, debe
hacerlo solo, ya que así lo obliga una controvertida instrucción que,
aun sin estar por escrito, debe acatar.
http://www.diariodeavisos.com/2013/06/discriminados-humillados/
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