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lunes, 18 de marzo de 2013

"El mayor drama de los albinos no lo provocan los hechiceros, sino el sol"

Si su esperanza de vida va más allá de los 30 años, serán afortunados. Lo saben y, según dicen, les fortalece. Los niños albinos están sujetos a la discriminación y al aislamiento: las creencias de hechiceros les convierten en malditos. Pero su verdadera maldición reside en la ausencia de melanina de su cuerpo: miles de albinos mueren al año por los devastadores efectos provocados por el sol en su piel. El remedio lo conocemos: cremas, gafas de sol, sombreros... En Tanzania estos recursos son limitados.

Denunciar la situación de vulnerabilidad de los niños albinos en Tanzania, el país con mayor índice de esta población, es el objetivo de la exposición 'La ruleta rusa de Mendel. Albinos en Tanzania' que acogerá la Alianza Francesa de Dar Es Salaam hasta el 14 de marzo. La fotógrafa y periodista Ana Palacios, expone un conjunto de fotografías realizadas durante su estancia en el centro 'Kabanga' del país africano. Un lugar amurallado donde conviven disminuidos psíquicos, físicos, albinos... A través del aislamiento tratan de ser protegidos de la crueldad de la población.

"Se dice de ellos que están malditos, que si los tocas puedes enfermar... Barbaridades. Pero el verdadero drama es que aunque no existiese esta discriminación, no se van a recuperar. No hay educación sobre el deber de protegerse del sol. Mueren miles de albinos por esta causa y aproximadamente una veintena por las atrocidades de los hechiceros", explica Ana Palacios. "En Tanzania los albinos tienen una esperanza de vida de 30 años por no tomar medidas. Ese es su verdadero drama", denuncia la fotógrafa documental. Su difícil situación se une a la pobreza africana. "Los albinos son aún más pobres", sostiene. Sus problemas de visión genéticos impiden su acceso a la educación secundaria, algo que complica el acceso al empleo. Una tarea nada fácil ante el estigma social que cargan sobre sus hombros.

Durante su estancia en el centro de niños albinos 'Kabanga', Ana Palacios convivió con ellos y comprobó de primera mano la realidad denunciada. Allí, conoció a Luisa y Alfred. Sus padres les dejaron en este alejado campo. Tenían miedo, querían protegerlos. Otros lo hacen por vergüenza. "Los albinos están mal vistos y algunos padres tratan de esconderlos", sostiene. En aquel lugar amurallado también contactó con Yongue, y con los voluntarios de Cruz Roja Tanzania y AIPC Pandora: esos 'pesados' que persiguen al pequeño para que no olvide la crema protectora y, así, tratar de evitar la aparición del cáncer de piel. "Todos ellos se toman más en serio la vida. Saben que tienen que luchar más", comenta, orgullosa, Ana Palacios. Luchan para superar esos 30 años a los que parecen predestinados. Cada una de las imágenes de su exposición son un reflejo de ello. 

Publicado en el diario El Mundo
Autor: Gabriela Sánchez
Foto: Ana Palacios

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