La polémica sobre las cuotas obligatorias para negros e indígenas en
las universidades de Brasil se traslada ahora a los diputados y
senadores. La Comisión de Justicia y Constitución de la Cámara ha
aprobado un proyecto de ley que prevé que al menos el 20% de los escaños
del Congreso Nacional y de las Asambleas legislativas de los Estados se
reserven a personas de color. La ley supone una enmienda constitucional que deberá ser aprobada
por el pleno del Congreso y ratificada por el Senado, además de que debe
ser aprobada por dos tercios de los votos: 308 de los 513 diputados
actuales.
El 50,7% de la población brasileña se ha declarado en el último censo nacional de origen negro o de color, por lo que el proyecto de ley prevé que por lo menos un tercio de dicha población esté representada en el Congreso. Hoy son solo un 8%. Si la ley fuera aprobada, el Congreso debería tener 173 diputados negros. Para concurrir a un puesto de diputado o senador el político tendría que declarar el color de su piel al registrar su candidatura en la Justicia Electoral. La propuesta de ley también prevé que el elector vote dos veces: una para los candidatos de la lista general y otra para los candidatos que se disputen un lugar reservado para la cuota étnica.
De ese modo, podría darse el caso que los candidatos negros o de color puedan ser elegidos con un número menor de votos que los candidatos blancos. Y ese es el punto de la polémica de los que están en contra de la reforma constitucional. Marcelo Ribeiro, exmiembro del Supremo Tribunal Electoral, cree que la nueva ley puede acabar desvirtuando el concepto de representatividad popular. Los congresistas están divididos ante la propuesta que fue presentada por el diputado del Partido de los Trabajadores (PT), Luis Alberto. Los contrarios, que pertenecen a varios partidos, temen al efecto cadena, ya que también podrían reivindicar una cuota obligatoria las mujeres o los indígenas. La ley no se limita a que los partidos presenten un 30% de candidatos en las listas, como en el caso de las mujeres, sino que existirían dos listas, una de ellas específica para candidatos negros. Los más críticos como José Roberto Militão consideran la propuesta incluso “racista” ya que, según él, el sistema de cuotas segregaría un derecho en base a la raza. Militão sostiene que la inclusión social nunca puede ser “obligatoria”. Para el abogado, Pedro Serrano, lo que debe definir la cualidad de un diputado son “las ideas y no la etnia”.
Por el contrario, Carlos Roberto Siqueira, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Estatal de Río (Uerj), defiende esas cuotas porque, como ha dicho al diario Folha de São Paulo, “la elección cuesta mucho dinero y los afrodescendientes provienen de la población más pobre y sin esa ley nunca llegarían a hacer carrera política”. Un problema añadido, según Luis Alberto, es que el racismo toca las conciencias tanto de los blancos como de los negros. Ese racismo, explica, impone a la población negra una “especie de inferioridad” en relación a la disputa del poder que hace que les impida defender sus derechos de manera más objetiva. Un caso ejemplar de ese complejo es que en la Asamblea del Estado de Bahía figuren como de color solo cuatro de los 39 diputados, en una población en la que el 90% es negra.
En Brasil aún existe una especie de pudor en reconocerse como no blanco. El expresidente de la república, el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, trataba de desmitificar ese complejo diciendo que en Brasil hasta los blancos ya no lo son tanto. “Mirad mi cara: ¿no parezco de color?”.
Publicado en el diario El País
Autor: Juan Arias
El 50,7% de la población brasileña se ha declarado en el último censo nacional de origen negro o de color, por lo que el proyecto de ley prevé que por lo menos un tercio de dicha población esté representada en el Congreso. Hoy son solo un 8%. Si la ley fuera aprobada, el Congreso debería tener 173 diputados negros. Para concurrir a un puesto de diputado o senador el político tendría que declarar el color de su piel al registrar su candidatura en la Justicia Electoral. La propuesta de ley también prevé que el elector vote dos veces: una para los candidatos de la lista general y otra para los candidatos que se disputen un lugar reservado para la cuota étnica.
De ese modo, podría darse el caso que los candidatos negros o de color puedan ser elegidos con un número menor de votos que los candidatos blancos. Y ese es el punto de la polémica de los que están en contra de la reforma constitucional. Marcelo Ribeiro, exmiembro del Supremo Tribunal Electoral, cree que la nueva ley puede acabar desvirtuando el concepto de representatividad popular. Los congresistas están divididos ante la propuesta que fue presentada por el diputado del Partido de los Trabajadores (PT), Luis Alberto. Los contrarios, que pertenecen a varios partidos, temen al efecto cadena, ya que también podrían reivindicar una cuota obligatoria las mujeres o los indígenas. La ley no se limita a que los partidos presenten un 30% de candidatos en las listas, como en el caso de las mujeres, sino que existirían dos listas, una de ellas específica para candidatos negros. Los más críticos como José Roberto Militão consideran la propuesta incluso “racista” ya que, según él, el sistema de cuotas segregaría un derecho en base a la raza. Militão sostiene que la inclusión social nunca puede ser “obligatoria”. Para el abogado, Pedro Serrano, lo que debe definir la cualidad de un diputado son “las ideas y no la etnia”.
Por el contrario, Carlos Roberto Siqueira, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Estatal de Río (Uerj), defiende esas cuotas porque, como ha dicho al diario Folha de São Paulo, “la elección cuesta mucho dinero y los afrodescendientes provienen de la población más pobre y sin esa ley nunca llegarían a hacer carrera política”. Un problema añadido, según Luis Alberto, es que el racismo toca las conciencias tanto de los blancos como de los negros. Ese racismo, explica, impone a la población negra una “especie de inferioridad” en relación a la disputa del poder que hace que les impida defender sus derechos de manera más objetiva. Un caso ejemplar de ese complejo es que en la Asamblea del Estado de Bahía figuren como de color solo cuatro de los 39 diputados, en una población en la que el 90% es negra.
En Brasil aún existe una especie de pudor en reconocerse como no blanco. El expresidente de la república, el sociólogo Fernando Henrique Cardoso, trataba de desmitificar ese complejo diciendo que en Brasil hasta los blancos ya no lo son tanto. “Mirad mi cara: ¿no parezco de color?”.
Publicado en el diario El País
Autor: Juan Arias
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