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sábado, 30 de abril de 2011

La isla infinita

Verdes arrozales, bucles de olas tentadoras, ceremonias cautivadoras, danzas hipnotizantes y playas, decenas de paradisíacas playas. Todo eso y mucho más es Bali, una de las islas más turísticas y visitadas del planeta; un rincón para perderse con más de 3.000 años de antigüedad.

La primera impresión, para un viajero novato como yo, no es nada halagüeña. Calor, humedad, tráfico caótico, comidas que difícilmente llegan a los mínimos exigibles y la continua sensación de ser visto como un extraterrestre. Aunque yo en realidad diría que, en un primer momento, me sentí como Paco Martínez Soria paseando con el pollo debajo del brazo por la Gran Vía madrileña. Y es que Asia, para lo bueno y para lo malo, es como Woody Allen, que nunca deja indiferente a nadie.

Sin embargo, una vez se van superando los miedos y complejos iniciales, uno se va abandonando y empieza a descubrir todo lo que puede llegar a ofrecer Bali y los balineses. Porque en esta singular isla el término ‘pequeño’ no es precisamente sinónimo de ‘limitado’. Aquí todo es exuberante y magnificente, desde los placeres de la cocina local al hedonista reposo en el spa. Desde una cerveza Bintang vespertina bien fría hasta una acalorada noche de discotecas y clubes, siempre se puede decidir la intensidad que uno quiere ponerle a su estancia.

Como si de una metáfora se tratase, y como su propio nombre indica en el dialecto local, Bali es una continua ‘ofrenda’ para el visitante, que desde que aterriza en el aeropuerto debe tener claro qué Bali pretende vivir. Nosotros todavía estamos en ese proceso de necesaria adaptación a una cultura donde todo se puede comprar y vender, donde apenas hay reglas escritas y el tiempo pasa más lento de lo habitual.

Así ha sido siempre y debe seguir siendo, avisan los balineses, una sociedad tradicional e intensamente comunal que se ha visto obligada a asumir el boom turístico después de siglos de continuos conflictos con los colonizadores. Éstos, en su versión más integrista, incluso rompieron la magia que envolvía a la isla con dos sangrientos atentados terroristas en 2002 y 2005, lo que provocó una brusca caída del turismo y dejó a miles de familias sin el sustento que éste le generaba.

Tras reconsiderar su papel dentro de la geopolítica mundial, las aguas volvieron a su cauce y los visitantes a los hoteles. Y con ello, Bali asistió a su enésimo proceso de redefinición, un cambio que ha provocado que en zonas como Kuta o Seminyak los templos compartan espacio con los McDonald’s, las tiendas de Ralph Lauren y los concesionarios de Porsche, los nuevos inquilinos de un país donde el sueldo medio apenas supera los 80 euros al mes. Pero quizá ahí es donde radica el verdadero encanto de Bali, en el perfecto contrapunto entre lo moderno y lo tradicional; entre el torbellino artístico de Ubud y las caminatas neblinosas entre volcanes; entre los apacibles pueblos costeros de Amed, Lovina y Permuteran, y el cosmopolitismo playero de Legian.

Con todo, Bali, la ínsula más exótica y extravagante de las cerca de 7.000 que forman el archipiélago de Indonesia, es y seguirá siendo un refugio paradisiaco al alcance de todos los bolsillos. Lo dice un mileurista al que todavía le quedan dos semanas para explorar algunos de los cientos de rincones que esconde esta isla infinita.




1 comentario:

Jorge (Murcia) dijo...

Yo nunca habría definido mejor la isla. Yo sólo estuve 8 días, y aunque al principio tuve la misma impresión que tú....acabé enamorado de la isla..y es que me acabas de remover todo lo que allí vivimos. No sé cuándo, pero sé que volveré, porque Bali....es única.
Feliz estancia, amigos y disfrutad de sus maravillosos y románticos....sunset!!!