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miércoles, 20 de abril de 2011

Heridas en la memoria


Parece mentira que un país tan apacible como Nueva Zelanda pasara buena parte de su historia reciente de guerra en guerra. Quizá fue su liberalismo exacerbado, esa misma condición que les hizo ser los primeros en conceder a las mujeres el derecho al voto. O puede que fuera su compromiso con los pueblos sometidos, que todavía hoy perdura en su ejército, que es de los que participa en más misiones humanitarias en zonas de conflicto y en el Tercer Mundo.

Lo cierto es que, debido a su incondicional apoyo a Gran Bretaña en las dos guerras mundiales, los kiwis fueron uno de los pueblos más golpeados por el nazismo, que se cobró más de 100.000 cadáveres de entre los poco más de 200.000 (el 67% de los varones de entre 18 y 45 años que vivían entonces) soldados que combatieron en el extranjero entre 1914-1918 y 1939-1945. Aquellas heridas todavía están grabadas en la memoria de la sociedad neozelandesa, que prácticamente en todos y cada uno de los pueblos de sus dos islas ha erigido monumentos conmemorativos que honran a sus caídos.

En algunos de ellos, como Alexandra, Milton o Ashburton (pequeñas poblaciones de poco más de medio millar de habitantes) apenas versan una decena de nombres, héroes anónimos que se dejaron la vida por un ideal que era el germen del actual Estado del Bienestar del país, cuyas iniciativas en materia de política exterior nunca dejan indiferente a nadie. Y si no, que se lo pregunten a Francia, a la que todavía escuece el boicot que los kiwis hicieron a sus productos después de su absurdo ataque en el puerto de Auckland contra el buque de Greenpeace, Rainbow Warrior.

Sin embargo, y quizá ello explica el reservado carácter neozelandés, los ‘aliados’ nunca agradecieron el apoyo que le brindó el ejército kiwi, al que sólo socorrieron los Estados Unidos en 1942, después de las amenazas japonesas de invasión. Y eso que Nueva Zelanda lleva a gala ser uno de los países más odiados por Hitler, al que una mujer, Nancy Wake (apodada el ratón blanco) puso en jaque tras reunir un ejército de 7.000 guerrilleros voluntarios.

Pero no sólo en la batalla destacaron los neozelandeses. Todavía hoy siguen siendo un referente de la paz y la integración. Por poner sólo un ejemplo: en 2004 empezó a emitir la televisión maorí, una cadena comprometida con contenidos puramente kiwis y que apuesta denodadamente por la revitalización del idioma y la cultura maoríes. En eso, bien harían sus vecinos australianos en tomar buena nota y respetar a sus aborígenes.

La pluralidad y el fomento de las libertades, en cualquier caso, va mucho más allá en este bendito país, donde formaciones políticas como los Verdes y el propio Partido Maorí tienen representación en el Parlamento. Y es que, como dijo el insigne físico nuclear Ernest Rutheford (el primero en dividir el núcleo de un átomo), a la sazón neozelandés: “Como no tenemos dinero, tenemos que pensar”. El resultado, gente orgullosa de su pasado y con un brillante futuro por delante.

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