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domingo, 3 de mayo de 2009

Inmigrantes africanos arriesgan sus vidas en un épico viaje hacia Estados Unidos

Encarcelado reiteradas veces por sus opiniones políticas, el inmigrante etíope Sharew pagó 10.000 dólares a unos contrabandistas para que lo llevaran por una decena de países y lo dejaran un año más tarde en la ciudad de Tapachula, al sur de México. Una vez en la frontera sur de México, la cual ha devenido en una importante parada para los cientos de inmigrantes que huyen de conflictos en el Cuerno de Africa, Sharew todavía estaba a 3.200 kilómetros de su destino: Estados Unidos.

Los inmigrantes, principalmente de Etiopía, Somalia y Eritrea, están siguiendo cada vez más una nueva y épica ruta hacia el sur del continente pasando por Sudáfrica, cruzando el Atlántico en bote o avión y luego un tramo por tierra por el sur y el centro de América. "Es un viaje enorme. Nos han dicho que algunos pierden la vida en el camino en Africa porque son atacados, incluso por leones",, dijo Jorge Yzar, director del centro de detención de Tapachula, donde decenas de inmigrantes duermen en habitaciones antes de ser deportados o puestos en libertad.

Bajo el riesgo de terminar presos o muertos, su extenso viaje en avión, barco, camión, autobús y a pie puede costar miles de dólares -algunos pagan hasta 20.000 dólares- que a menudo toman prestado de parientes. Mientras que los expertos dicen que la inmigración ilegal de latinoamericanos ha disminuido por los estragos de la crisis económica y la falta de trabajo en Estados Unidos, los africanos están llegando en números cada vez mayores para tratar de encontrar una vida mejor. Tradicionalmente, los inmigrantes africanos han buscado empleo en países europeos cerca del mar Mediterráneo como España, Italia y Francia pero los gobiernos han tratado de poner freno a la afluencia, ofreciendo incentivos financieros para que los inmigrantes regresen a sus países. "Después de un viaje como este te das cuenta de que no hay lugar seguro en ninguna parte del mundo. Sólo los fuertes sobreviven a él", dijo Sharew, de 29 años, mientras daba sorbos a una gaseosa durante la cena en Tapachula.

Después de eludir a las autoridades de tres continentes, inmigrantes como Sharew reciben un respiro en México. Gracias a una laguna legal para inmigrantes de zonas en conflicto, los ciudadanos de países del Cuerno de Africa se entregan a los funcionarios mexicanos a cambio de un pase de 30 días que facilita el último tramo de su odisea de meses.

El pequeño número de africanos que pasa por el centro de detención de Tapachula el año pasado saltó a más de 600, tres veces la cantidad del 2007, dijo Yzar. Previo al 2004, no se habían registrado africanos en las cifras de México. Los africanos tienden a ser adultos jóvenes bien vestidos, educados y ambiciosos y se destacan entre los a menudo empobrecidos centroamericanos que fluyen por Tapachula de a miles con rumbo al norte.

Bajo la ley mexicana, los inmigrantes que llegan de ciertos lugares con conflictos violentos reciben un permiso temporal, pero la mayoría se queda unos pocos días, lo suficiente como para llegar a la frontera entre Estados Unidos y México y pedir asilo o tratar de cruzar de forma ilegal. Después de abrirse camino por el poco profundo río enlodado que divide México y Guatemala y de pasar dos semanas en el centro de detención de Tapachula, Sharew y aproximadamente una decena de inmigrantes liberados al mismo tiempo compraron pasajes aéreos al norte de México. El negocio ha sido tan bueno en Tapachula que una agencia de viajes local ha estampado camisetas con la leyenda "México+África" dentro de un gran corazón rojo. Ante el cruce ilegal de la frontera entre Estados Unidos y México todavía por delante, la mayor parte de los inmigrantes dijeron haber pasado lo peor.

Las redes internacionales de contrabando de personas usan a traficantes locales en cada país para llevar a los inmigrantes a través de las fronteras desde Africa a América Latina haciendo uso de documentos falsos, puntos ciegos en la seguridad fronteriza y funcionarios corruptos. Los inmigrantes están huyendo de Somalia, arruinado por la violencia desde el colapso de la dictadura en 1991, del servicio militar obligatorio en Eritrea o de las protestas en Etiopía después de que la violencia post electoral causara la muerte de casi 200 personas en el 2005.

A veces deben huir cruzando fronteras africanas a pie, caminando largas distancias donde corren el riesgo de encontrarse con animales salvajes, indicó Yzar. Muchos llegan de Africa en barco o avión a Brasil o Ecuador, donde las restricciones a las visas son laxas, y luego se desplazan miles de kilómetros por tierra, y a menudo son estafados por los contrabandistas a lo largo del camino. No todos los países tienen leyes como México y en muchos lugares los inmigrantes pueden pasar meses en prisión. Mohamed Ahmed Hassen, un camionero de Mogadiscio de 31 años, vendió su tierra para dejar Somalia en julio del 2008 y pagó 1.500 dólares para ser llevado como polizón en un barco sudafricano a Brasil.

Desde ahí viajó río arriba por el Amazonas hasta Colombia, donde fue puesto en una pequeña embarcación no apta para navegar con rumbo a Panamá. "Era demasiado pequeña y el agua entraba por los costados. Ese momento fue peligroso. Temí por mi vida, pensé que me moría", dijo Hassan, después de ser detenido en Guatemala.

Autor: Mica Rosenberg
Foto: Santiago Ferrero (Reuters)


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