Los equipos que se dedican a enterrar a las
víctimas del ébola en Liberia tienen que lidiar con los riesgos físicos
de contraer la enfermedad, además de con las consecuencias emocionales
de enterrar a sus muertos mientras intentan mantener unas medidas de
seguridad elementales para evitar el contagio. Hasta el pasado 6 de septiembre, el ébola había matado a más de
1.200 liberianos, según el balance de la Organización Mundial de la
Salud. Hasta el 60% de los que han muerto lo han hecho en las
últimas tres semanas y se espera que esta cifra se incremente ya que 14
de los 15 condados del país han confirmado casos, aunque la mayoría se
concentran en la capital, Monrovia.
El Gobierno de Liberia y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se encargaron en un principio de enterrar a los muertos a causa del virus, pero, más tarde, dejaron que miembros de las comunidades locales se encargasen de las tareas. Cada equipo está formado por varios jóvenes, la mayoría hombres, que son formados por el CICR y por el Ministerio de Sanidad de Liberia. Cada uno de sepultureros cobra un salario de unos 230 euros mensuales. Los sepultureros deben llevar material especial para evitar el contagio. Van equipados con un traje de protección, gafas y guantes para cubrir cada centímetro de su cuerpo. "Si no estamos alerta cada minuto del día, nosotros también podríamos morir por ébola", ha explicado uno de los sepultureros de Kakata, en el condado de Margibi, Emmanuel Togar, en declaraciones a la agencia de noticias humanitarias de la ONU, IRIN.
"No descansamos, mi teléfono está todo el día sonando. Ahora vamos a recoger cadáveres a la zona de Palmwine y a Tower Hill. A veces estamos exhaustos. Pero esto es lo que hemos elegido hacer. Queremos ayudar a nuestra comunidad. Esta batalla no se le puede encargar solo al Gobierno y a los aliados", ha dicho Marcus Speare, el líder de uno de los grupos de sepultureros del condado de Margibi. "Es demasiado triste", ha continuado Speare. "Recogemos todo tipo de cuerpos. Recogemos mujeres y hombres pero lo que más nos afecta son los niños inocentes que han muerto por la enfermedad. Es muy doloroso enterrar a nuestra gente, especialmente a tanta gente. Hay que superar demasiado", ha añadido.
Los miembros de los equipos de sepultura tienen que enfrentarse también al rechazo que sufren por parte de la comunidad y de sus propias familias. En ocasiones, incluso tienen que lidiar con el enfado, la resistencia y la violencia de las familias de las víctimas. "Nuestro vehículo ha sido atacado por residentes furiosos en muchas ocasiones", ha asegurado Speare. "Nos han intentado impedir que recojamos los cadáveres de varias casas. Nos han acusado de ser responsables de la diseminación de la enfermedad. Un grupo de jóvenes ha tirado piedras al autobús que utilizamos para recoger los cuerpos. Nosotros, con calma, intentamos explicarles que también nos exponemos al riesgo y que solo queremos ayudarles, por lo que no hay necesidad de atacarnos", ha añadido.
Algunos de los miembros de los equipos se enfrentan a sus propias familias. "Creen que les infectaré. Ahora vivo con un amigo. Cuando acabe la enfermedad dicen que me dejarán volver a casa", ha dicho Sumo Wonder, uno de los miembros del equipo de sepultureros de Marcus Speare. Las consecuencias emocionales de tener que enfrentarse a tantas muertes, entre los que a menudo se encuentran familiares y amigos, también está afectado a los miembros de estos equipos, según ha denunciado el CICR. "Incluso mientras hablo con los medios recibimos llamadas de tres zonas diferentes para recoger muertos. Ha muerto demasiada gente. A veces me encuentro algo confuso y estoy como en shock. Demasiados de los nuestros están muriendo", ha declarado un conductor de uno de los autobuses que traslada a los cadáveres.
El ritmo de recogida de los cadáveres ha mejorado, ya que se está entrenando a nuevos equipos que ayudarán en la tarea. Durante los primeros días, los quipos de sepultureros llegaban a recoger los cuerpos entre tres y cuatro días después haber muerto, por lo que se elevaba el riesgo de contagio de las personas cercanas al cadáver. Ahora los equipos recogen el cadáver el mismo día, según ha aclarado la secretaria general de la Cruz Roja para Liberia, Fiyah Tamba. A pesar de esto, los cadáveres aún se acumulan debido a que en algunas zonas todavía no hay equipos en funcionamiento. Esto ocurre especialmente en Monrovia, donde hay gente que comienza a manifestarse por la acumulación de muertos que no han podido ser recogidos. Togar ha asegurado que hacen lo que pueden y que "cuando su teléfono suena se ponen en movimiento" pero también añade que necesitan más gente para hacer frente a la demanda.
Fuente: Europa Press
Foto: James Giahyue (Reuters)
El Gobierno de Liberia y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) se encargaron en un principio de enterrar a los muertos a causa del virus, pero, más tarde, dejaron que miembros de las comunidades locales se encargasen de las tareas. Cada equipo está formado por varios jóvenes, la mayoría hombres, que son formados por el CICR y por el Ministerio de Sanidad de Liberia. Cada uno de sepultureros cobra un salario de unos 230 euros mensuales. Los sepultureros deben llevar material especial para evitar el contagio. Van equipados con un traje de protección, gafas y guantes para cubrir cada centímetro de su cuerpo. "Si no estamos alerta cada minuto del día, nosotros también podríamos morir por ébola", ha explicado uno de los sepultureros de Kakata, en el condado de Margibi, Emmanuel Togar, en declaraciones a la agencia de noticias humanitarias de la ONU, IRIN.
"No descansamos, mi teléfono está todo el día sonando. Ahora vamos a recoger cadáveres a la zona de Palmwine y a Tower Hill. A veces estamos exhaustos. Pero esto es lo que hemos elegido hacer. Queremos ayudar a nuestra comunidad. Esta batalla no se le puede encargar solo al Gobierno y a los aliados", ha dicho Marcus Speare, el líder de uno de los grupos de sepultureros del condado de Margibi. "Es demasiado triste", ha continuado Speare. "Recogemos todo tipo de cuerpos. Recogemos mujeres y hombres pero lo que más nos afecta son los niños inocentes que han muerto por la enfermedad. Es muy doloroso enterrar a nuestra gente, especialmente a tanta gente. Hay que superar demasiado", ha añadido.
Los miembros de los equipos de sepultura tienen que enfrentarse también al rechazo que sufren por parte de la comunidad y de sus propias familias. En ocasiones, incluso tienen que lidiar con el enfado, la resistencia y la violencia de las familias de las víctimas. "Nuestro vehículo ha sido atacado por residentes furiosos en muchas ocasiones", ha asegurado Speare. "Nos han intentado impedir que recojamos los cadáveres de varias casas. Nos han acusado de ser responsables de la diseminación de la enfermedad. Un grupo de jóvenes ha tirado piedras al autobús que utilizamos para recoger los cuerpos. Nosotros, con calma, intentamos explicarles que también nos exponemos al riesgo y que solo queremos ayudarles, por lo que no hay necesidad de atacarnos", ha añadido.
Algunos de los miembros de los equipos se enfrentan a sus propias familias. "Creen que les infectaré. Ahora vivo con un amigo. Cuando acabe la enfermedad dicen que me dejarán volver a casa", ha dicho Sumo Wonder, uno de los miembros del equipo de sepultureros de Marcus Speare. Las consecuencias emocionales de tener que enfrentarse a tantas muertes, entre los que a menudo se encuentran familiares y amigos, también está afectado a los miembros de estos equipos, según ha denunciado el CICR. "Incluso mientras hablo con los medios recibimos llamadas de tres zonas diferentes para recoger muertos. Ha muerto demasiada gente. A veces me encuentro algo confuso y estoy como en shock. Demasiados de los nuestros están muriendo", ha declarado un conductor de uno de los autobuses que traslada a los cadáveres.
El ritmo de recogida de los cadáveres ha mejorado, ya que se está entrenando a nuevos equipos que ayudarán en la tarea. Durante los primeros días, los quipos de sepultureros llegaban a recoger los cuerpos entre tres y cuatro días después haber muerto, por lo que se elevaba el riesgo de contagio de las personas cercanas al cadáver. Ahora los equipos recogen el cadáver el mismo día, según ha aclarado la secretaria general de la Cruz Roja para Liberia, Fiyah Tamba. A pesar de esto, los cadáveres aún se acumulan debido a que en algunas zonas todavía no hay equipos en funcionamiento. Esto ocurre especialmente en Monrovia, donde hay gente que comienza a manifestarse por la acumulación de muertos que no han podido ser recogidos. Togar ha asegurado que hacen lo que pueden y que "cuando su teléfono suena se ponen en movimiento" pero también añade que necesitan más gente para hacer frente a la demanda.
Fuente: Europa Press
Foto: James Giahyue (Reuters)
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