En Senegal no se usa la palabra cayuco, sino piragua, y estas barcazas alargadas son parte de la idiosincrasia de los pescadores y una obra de artesanía que hasta merece réplicas en miniatura para juguetes y venta ambulante. Nada que ver con lo que se concibe en Canarias: una amenaza, una tragedia, un problema. Esa mirada canaria hacia la inmigración clandestina apenas se centra además en los balances estadísticos (vinieron 130, en total son ya 1.200...), en cuántos menores había en la embarcación, en si tocó la costa sin ser detectada o en si funcionó o no el SIVE. Pero las claves están mucho más allá, en toda la variada gama de matices que se ocultan tras los reduccionismos.
Mohamed Insa, profesor senegalés de español, conoce perfectamente la realidad de la inmigración. Nació en Guet-N'dar, el barrio de pescadores de Saint Louis de donde partieron gran parte de las piraguas en la crisis de 2006, tiene a casi toda su familia allí y ha colaborado en varios programas para concienciar a los jóvenes de que no se jueguen la vida así. "A veces me sorprende escuchar las teorías sobre el efecto llamada. Y es mucho más sencillo: la gente empezó a ver que los que alcanzaban España mandaban dinero y muchos quisieron hacer lo mismo. Es la desesperación de siempre", explica. Es el mismo efecto llamada que estuvo detrás de la inmigración canaria ilegal a Venezuela. Y de tantos otros movimientos migratorios. Las relaciones comerciales.
La producción masiva de cacahuete, un producto que introdujeron los franceses, se ha hundido por la caída de precios; el pescado noble -el más caro y el que deja más ingresos- está fuera del alcance de los pescadores -sólo disponen de las piraguas-, mientras los grandes barcos europeos, coreanos o japoneses han esquilmado las antaño ricas aguas de Senegal y su entorno; los agricultores apenas tienen medios ni disfrutan de subvenciones como las de los países occidentales, por lo que les es imposible alcanzar los estándares mínimos de comercialización al exterior; y los propios marcos internacionales sobreproteccionistas terminan de cerrar cualquier alternativa de desarrollo. Encima, cuenta Mohamed Insa, se producen situaciones tan esperpénticas como la siguiente: "Empresas europeas han comprado ajo y otros productos a Argentina, han cambiado la etiqueta, han recibido subvenciones y luego los han vendido en África. ¿Usted cree que así es posible avanzar?".
"Si en vez de barcos para el Frontex, Europa nos facilitara barcos pesqueros, ésa sería la mejor medida para impedir la inmigración clandestina", añade el profesor. Al final, muchos pescadores se han visto forzados a vender sus piraguas para la inmigración o a conformarse con la sardinelle, una suerte de sardina que todas las mañanas es esperada por decenas de camiones en la orilla de Guet-N´dar para luego venderlo en el interior del país y en las naciones vecinas. Un kilo se vende a menos de 50 céntimos al cambio. El caso del tomate. Hay otro ejemplo que denota hasta dónde llega la hipocresía. Cuando la UE anunció que estaba cerca de firmar un acuerdo para la compra de tomate a Marruecos, los productores canarios, apoyados por las administraciones, pusieron el grito en el cielo.
Y si Marruecos o Senegal no pueden vender tomate, ¿qué clase de solidaridad aplica Canarias? ¿Qué habría ocurrido si ese acuerdo hubiese existido desde hace años y las poblaciones del interior de Marruecos o de Senegal hubieran podido encontrar rentable el trabajo en el campo? ¿La justicia en las relaciones comerciales salvaría muchas más vidas que el SIVE, el Frontex y todo despliegue que se precie? ¿Mafias? Sí es cierto que, por lo menos en Senegal, muchos jóvenes del interior, que no conocen el mar, se montaron en las piraguas (por entre 400 y hasta 900 euros por plaza) bajo promesa de que el viaje duraría dos o tres días, y que todo sería fácil. Pero los marineros, una importante cantidad de entre los que se embarcaron y se siguen embarcando -ahora desde la costa de Mauritania-, saben perfectamente qué les espera en la travesía.
En Guet-N'dar, algunos padres llevan meses luchando por los hijos que han sido encarcelados en España bajo la acusación de traficar con seres humanos y conducir las embarcaciones. Ellos alegan que no hay mafias, que nadie obliga a nadie a embarcarse y que sus hijos sólo eran marineros entre los clandestinos que tomaron en un momento dado el timón porque sabían como hacerlo. Para Mohamed, el problema sería en todo caso el desconocimiento total que se tiene de lo que se van a encontrar en España. Y muchos terminan abocados a la exclusión, más ahora ante el estallido de la crisis. Senegal y la corrupción. Más conocido por sus paisajes y por el París-Dakar, Senegal es el país del África subsahariana con más estabilidad democrática, sobre todo después de que en 2004 el Gobierno y los independentistas de Casamance firmaran las paz. La comparación, sin embargo, es engañosa: su entorno es tan desastroso que tener una mínima estabilidad es sólo un mal menor. Senegal no se escapa de unos índices de pobreza preocupantes (ocupa el puesto 76 en el Índice de Desarrollo Humano de los países en vías de desarrollo), agudizados en los últimos años por la sequía y el expolio sistemático de los recursos pesqueros.
Además, el país no tiene otros recursos como el petróleo, que tampoco habría garantizado absolutamente nada. Ahí está Nigeria. Los seis todoterrenos de última generación, más varios vehículos y motocicletas, que este redactor vio salir del Palacio Presidencial en busca del presidente de la República, Abdoulaye Wade, recién llegado de Finlandia, contrastan con un escenario caótico y devastado por las carencias. Encima, Senegal tiene nada menos que 36 ministros, cada uno con toda una corte de consejeros, subconsejeros, aduladores y guardaespaldas, un gasto infame en medio de tanta decadencia y un aparato endogámico que no ha sabido resolver una burocratización estresante.
Los escándalos por malversación de fondos públicos y tráfico de influencias alcanzan incluso al mismo presidente. Jah Fakoly, cantante de Costa de Marfil, denunció el oscuro origen de la fortuna de Wade y la concesión a un hijo de un contrato multimillonario para la construcción del nuevo acceso a Dakar. No fue detenido ni golpeado, pero fue declarado persona non grata.La religión. Mayoritariamente musulmanes, su aplicación moderada ha traído aspectos positivos: la gran seguridad que se respira en todo el país y la solidaridad. Pero los marabú o halifas de las cofradías mandan más que el mismo presidente, sobre todo Serigne Bara Mbacke, el marabú de los Murid.
La Unesco ha intentado luchar contra la mendicidad a la que se ven forzados muchos de los niños que son entregados a los centros religiosos, pero le ha sido imposible ante unas estructuras arcaicas que frenan los derechos sociales. Por ejemplo, la práctica de la homosexualidad es ilegal, pero se permite la poligamia. Los visados. Salvo que se pertenezca a la minoritaria clase privilegiada, presuntuosa como las que más, conseguir un visado en la Embajada española se da por imposible. Por contra, para un español (15.000 visitan Senegal cada año) es de lo más sencillo. Además, ahora sólo hay dos vuelos semanales desde Las Palmas a Dakar, de Iberia. Cada billete cuesta entre 700 y 900 euros. Cooperación. La cooperación internacional tiende a veces a imponer proyectos sin consultar con los agentes locales y desde una visión occidental. Eso crea contrastes como el del aeropuerto de Saint Louis. En los últimos meses apenas aterrizan aviones y pueden pasar días sin que los controladores vean uno. Eso sí, el camión de bomberos es más moderno que el de Barajas. Lo donó la Comunidad de Madrid.
Publicado en el diario La Opinión de Tenerife
Texto y foto: Daniel Millet
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