Era un buen pacto para una familia que vive en una de las zonas más pobres de Tailandia. Pero cuando llegó a Bangkok se dio cuenta de que no existía ese trabajo. Sola en una ciudad de 8 millones de habitantes, sin conocer el idioma, pues hablaba un dialecto, y con su familia a miles de kilómetros, Lek era obligada a prostituirse. Pero Lek no se resignó a su destino. Su hermana, que se encontraba en el centro de formación profesional católico «Baan Marina», dirigido por las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y María, se convirtió en su única posibilidad de salvación. No sin dificultades, se puso en contacto con ella, quien contó a las hermanas su situación.
La única manera de salir de la prostitución pasaba por devolver la cantidad que habían dado por ella a su familia, más los gastos que había ocasionado por el alquiler de la habitación donde dormía y otras cantidades en concepto de manutención. Una «deuda» imposible de satisfacer con su escaso «salario» como prostituta. Las Misioneras lograron pagar esa cantidad y consiguieron la libertad para Lek, que ingresó en la casa de «Baan Marina», donde, ahora sí, podría aprender un oficio, en este caso de modista. Con ella hicieron una pequeña excepción, pues todavía no había cumplido los quince años que las hermanas piden para el resto de la chicas.
Descubrir la vocación
Los seis años que Lek pasó en el centro le sirvieron para aprender corte y confección, pero también recibió una formación integral en otros aspectos como los derechos humanos, la autoestima o los primeros auxilios. Pero lo que más cambió su vida fue el conocer una fe distinta a la budista que ella profesaba. Una fe en Cristo, que había movido a las hermanas a ayudarla a ella y a otras muchas chicas .Le llamó la atención el trabajo y la dedicación de las Misioneras y decidió bautizarse. Durante un tiempo colaboró con las hermanas como profesora y también como catequista de otras chicas que se convertían al catolicismo. Pero su inquietud fue más lejos,y le llevó a conocer diferentes órdenes religiosas católicas hasta que encontró la que más encajaba con su carisma.
Hoy, más de veinte años después de aquella experiencia de infierno en Bangkok, es feliz en esta orden, que las Misioneras no han querido revelar para preservar su intimidad. No guarda rencor a su familia, sabe que, como ella, fueron engañados. Reza por ellos. El caso de Lek es uno de los más llamativos porque reúne una buena parte de los problemas que en estos momentos sufren las mujeres tailandesas. A la lacra de la prostitución, que afecta a más de 50.000 niñas menores de 15 años, se suma el fantasma del sida, la principal causa de mortalidad en el país, y el consumo y tráfico de drogas.
Publicado en Camineo.info
Autor: Mónica Vázquez
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