Profesor de Latín, Griego y Cultura clásica, el tinerfeño Félix Delgado Díaz ha decidido que a sus 29 años puede hacer mejores cosas en su vida que impartir clase es un Instituto de Enseñanza Secundaria de su localidad natal, Arona. Por eso, después de estar un año como interino en Puerto del Rosario, Fuerteventura, emprenderá una aventura que lo llevará hasta una de las poblaciones más castigadas por la pobreza y la exclusión social de Perú, Ayacucho. Para ello, Félix ha estado preparándose durante un año en el Programa de Voluntariado Pedro Arrupe (Volpa), desarrollado por la ONG Entreculturas, una organización fundada por los jesuitas que defiende el acceso a la educación de los más desfavorecidos, como medio de cambio social, justicia y diálogo entre culturas.
"Yo tenía claro desde hace tiempo que el voluntariado era mi vocación", explica el voluntario aronero, quien pasó un tiempo por el Seminario de Tenerife y colabora habitualmente en distintos proyectos de la Diócesis Nivariense. En su opinión, "aquí en España no se valora tanto la educación como en los países del Tercer Mundo. La Consejería y los propios padres creen que el único deber lo tienen los profesores, cuando nosotros sólo nos dedicamos a enseñar, no a educar. Pretenden que seas padre, psicólogo y profesor, mientras la mayoría de los chicos pasan de todo", reconoce Félix Díaz, que desde que se licenció en Magisterio hace seis años ha estado dando clases en distintos institutos de Secundaria del Archipiélago.
El Proyecto Volpa es un programa de voluntariado internacional que trabaja para la transformación de aquellas actitudes sociales y culturales que perpetúan las desigualdades humanas. Incluye la formación de los voluntarios, su participación en proyectos de países del Sur durante uno o dos años y su acogida en el lugar de origen una vez finalizado el mismo. "No es un proyecto con fines misioneros, sino que se adecua a la formación académica y experiencia profesional del voluntario", agrega Félix. En su caso, trabajará durante dos años en el Centro Loyola de Ayacucho, una especie de reformatorio para jóvenes inmersos en problemas de pandillaje, alcohol y drogadicciones. En él se desarrolla, entre otros, el proyecto ’Caminando con ellos’, orientado a jóvenes de entre 14 y 17 años en riesgo de exclusión social, conflictivos, con graves problemas de drogodependencias y violencia, y la mayor parte de ellos abandonados por sus familias. "Son chicos que han vivido siempre en territorio de nadie, a los que se ayuda a convivir con los demás", expone el cooperante canario.
"Quieren reinsertarse en la sociedad, para lo cual se trabaja con ellos a través de talleres, del deporte, etc. Se insiste mucho en cuestiones como la convivencia y las habilidades sociales, pero con total libertad. Ningún chico está obligado a estar allí", arguye Félix Díaz. Ayacucho, situada en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, fue una de las principales bases del grupo terrorista Sendero Luminoso, y una de las zonas donde se libraron algunos de los enfrentamientos más sangrientos de una guerra civil que sacudió al país durante casi dos décadas. El rastro de aquella tragedia aún sigue visible en una región donde las tasas de analfabetismo y pobreza rondan el 80% y la renta familiar apenas supera los 120 euros mensuales. Para Félix Díaz, "en Sudamérica y Centroamérica tienen tan poco que, con cualquier cosa que le des, están agradecidos". "Ellos te dan mucho más a ti que lo que tú puedes ofrecerles", incide el voluntario tinerfeño, quien subraya que "en el Primer Mundo, si no tienes dinero, no eres persona, no estás socialmente aceptado".
El joven aronero es consciente de que el trabajo en el Centro Loyola será muy duro, aunque afirma estar preparado. "El primer año es cuando te acomodas, conoces el lugar y el proyecto y te integras, mientras que el segundo es cuando realmente trabajas y disfrutas de lo que estás haciendo", recalca.
Utilidad y necesidad
La actual situación por la que atraviesan la mayor parte de entidades no gubernamentales y humanitarias hace que Félix tenga que costearse su viaje a Perú, así como las vacunas y los visados. Una vez allí, Entreculturas correrá con los gastos de alojamiento, y le dará una pequeña ayuda mensual de 80 euros. Compartirá piso con una psicóloga y un orientador del centro, y trabajará con cerca de una veintena de jóvenes. "Hay más de un centenar de chicos, en diferentes grupos", relata el cooperante canario, quien partirá hacia tierras andinas dentro de unas dos semanas. "Allí se trabaja con naturalidad, siendo útil. Los chicos te cuentan sus problemas y te ven como un amigo", agrega Félix, que reconoce que "una de las cosas que más valoro es sentir que mi ayuda va a servir para que estos chicos puedan sentirse más persona".
Tras un año de formación específica, de "discernimiento", no todas las personas que manifestaron querer ser voluntarios de Entreculturas lograron recorrer todo el camino, hasta el punto de que sólo una veintena participará en proyectos en el Tercer Mundo. "Hay que tener las ideas muy claras, porque no se trata de irte para escapar de lo que te rodea, sino con la convicción de que quieres ayudar e implicarte en el proyecto", insiste. En este sentido, Félix deja claro que su intención es convertirse en cooperante de Entreculturas o de otra ONG. "No quiero volver a ser profesor en Tenerife, porque creo que no valgo para eso", concluye.
Cuaderno de viaje
Félix Díaz irá relatando su experiencia en Perú en un blog que ha titulado Descubriendo Ayacucho (felixperu.blogspot.com). En él irá desgranando los pormenores de su trabajo con los jóvenes del Centro Loyola, donde se llevan a cabo proyectos que van desde la formación de personal laico, a través de eventos de formación integral, ejercicios espirituales, etc; a otros vinculados a la participación ciudadana, como el proyecto 'Juventud y Gobiernos Locales' o el proyecto 'Jóvenes en situación de riesgo'. Y es que Ayacucho tiene el 40% de las víctimas que dejó el enfrentamiento entre Sendero Luminoso y el gobierno peruano en los últimos 20 años, y es una de las zonas donde se produjeron más violaciones de derechos humanos. Dirigido por la cooperante Carmen de los Ríos, el Centro Loyola es pionero en Sudamérica en proyectos contra la discriminación y por la equidad de género en las escuelas públicas. De igual manera, recientemente firmó un convenio con la Dirección Regional de Educación, para que esta experiencia sea un aporte real al Proyecto Educativo Regional de Perú. También participa en el Movimiento Ciudadano por los Derechos Humanos y en la Red de Salud Mental del Estado.
Publicado en el Diario de Avisos (Tenerife)
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