Drogas, prostitución, marginación, exclusión social. El sida tiene muchas caras, la mayor parte de ellas asociadas a una parte de la sociedad que aún hoy se encuentra estigmatizada. Sin embargo, el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) también es la historia de superación personal de cientos de héroes anónimos, que tratan de sobreponerse a una enfermedad para la que todavía hoy no hay curación. Algunas de esas personas que tratan de reengancharse a la vida después de haber tocado fondo, conviven en una casa terrera de Finca España, en el municipio de La Laguna, enrolados en el Proyecto Lázaro de Cáritas Diocesana de Tenerife.
Puesto en marcha en 1995 como centro asistencial en el que pasaban sus últimos días las personas infectadas de VIH de la Isla, el Proyecto Lázaro se ha convertido 15 años después en el único dispositivo de ayuda integral para los enfermos de sida del Archipiélago. Cáritas se hizo cargo del mismo hace más de una década, justo después de que su sede se trasladase desde San Lázaro a Finca España, donde se encuentra ubicado actualmente. Por él han pasado desde entonces cerca de un millar de personas, entre residentes internos, externos y familiares de enfermos, quienes en la mayor parte de los casos habían perdido todo el contacto con los suyos. Según explica a DIARIO DE AVISOS Eva Llarena, psicóloga responsable del proyecto, "nuestra peculiaridad es que somos un centro que está abierto las 24 horas del día los 365 días al año, por lo que en cualquier momento podemos prestar atención psicológica y social a personas infectadas por VIH/sida".
En sus orígenes, en el Proyecto Lázaro sólo trabajaban educadores, pero con el paso de los años se ha tecnificado mucho más y la atención es más diversa. No en vano, el equipo está formado ahora por un psicólogo, un trabajador social y tres educadores sociales, junto a los que trabajan un grupo formado por cerca de 30 voluntarios, entre los que hay empresarios, abogados, amas de casa, enfermeros y estudiantes, entre otros. Incluso, en el último año a éstos se han unido también personas que cumplen condenas de servicios a la comunidad, así como gente que ha cometido delitos de tráfico y menores con medidas judiciales.
Según relata Eva Llarena: "Hemos pasado de atender a personas con un perfil muy crónico, desestructuradas, sin lazos familiares y sin intención de restablecer su vida cotidiana, a una población con más interés por recuperarse, por cambiar su estilo de vida y, por tanto, con más posibilidades de reinserción". De igual modo, también han ido variando los perfiles sociales de las personas que llegan al centro. "Antes procedían de ambientes marginales, vinculados a las drogas, la prostitución o derivados de la cárcel, mientras que en los últimos años nos estamos encontrando con gente muy joven (de 17 a 21 años), de clase media y desinformados", subraya la psicóloga del Proyecto Lázaro. En él se encuentran acogidas en la actualidad 12 personas, más otras cinco a las que se atiende de manera externa. El 90% son hombres, aunque por la casa han pasado también mujeres con graves problemas físicos y psicológicos, víctimas de maltrato y prostitutas, la mayor parte de ellas mayores de 40 años en situación de exclusión social.
Confidencialidad
"Nunca indagamos en sus vidas privadas, ni preguntamos los vehículos de contagio, aunque normalmente intuyes dónde han podido coger la enfermedad", asevera Eva Llarena. Según la psicóloga de Cáritas, "en los últimos años se ha bajado mucho la guardia en las políticas de prevención del VIH/sida, tanto a nivel sanitario como escolar. Sólo se hace hincapié en los métodos anticonceptivos, pero no en la información sobre las enfermedades de transmisión sexual", arguye. Pese a todo, el avance en los tratamientos del virus ha sido muy importante, ya que los retrovirales mejoran sustancialmente la calidad de vida de los enfermos; ello, combinado con una buena alimentación y ejercicio diario, hace que se pueda llevar mucho mejor una enfermedad que ha causado miles de víctimas en España en el último lustro. "Ahora los infectados no están tan estigmatizados socialmente, y los tratamientos ya no son sólo sanitarios, sino fundamentalmente psicológicos y conductuales", incide la psicóloga tinerfeña.
El Proyecto Lázaro está financiado por los fondos propios de Cáritas Diocesana y recibe ayudas de la Consejería de Bienestar Social del Gobierno de Canarias. A los residentes de la casa se les cubren todas sus necesidades básicas, en lo que se refiere a comida y alojamiento, y se les controla el dinero que reciben y del que pueden disponer. Para ellos, el día comienza a las 8.30 horas. Tras el desayuno y las tareas domésticas, que se reparten entre todos, tienen libre hasta las dos de la tarde. "Van a la iglesia, a la plaza, a la cafetería, a algún curso o a alguna actividad que se haya generado para ellos o que ellos mismos buscan", expone la responsable del proyecto.
En torno a las dos y media de la tarde es el almuerzo, tras el cual tienen un periodo de descanso, necesario para los enfermos de VIH, ya que el estrés y la ansiedad les provoca una bajada de defensas y subida de carga viral, "por lo que resulta fundamental que tengan buena higiene del sueño". Sobre las cinco suelen tomar una merienda ligera. Después se realizan talleres dentro y fuera del centro, talleres de alfabetización, informática, información sexual, habilidades sexuales, relajación, manualidades y crecimiento personal, entre otros. "El objetivo es normalizarles la vida y huir de esa mentalidad carcelaria, donde sólo se habla de drogas, evasión, etc". Sobre las 8 de la tarde ellos mismos preparan la cena y pueden estar hasta las 22.30-23.00 horas viendo la televisión, cuando toca la hora de irse a dormir.
Conflictos lógicos
"En ocasiones se crean conflictos entre los educadores y los residentes, y también entre ellos mismos, porque son personas que llevan años sin tener una vida normalizada, sin hábitos ni rutinas", reconoce Eva Llarena, quien recalca que "el simple hecho de bañarse cada día, les resulta complicado de asumir. El periodo medio de estancia en la residencia suele ser de un año y medio. En un alto porcentaje salen reinsertados, pero también hay casos de personas que entran y salen del centro durante varios periodos. La demanda para acceder al Proyecto Lázaro procede fundamentalmente de los centros hospitalarios, de las áreas de Medicina Interna, así como de las Unidades de Atención a las Drogodependencias (UAD), el albergue, ONG y centros penitenciarios.
Los requisitos para ingresar son un informe médico y social actualizado y la prueba de la tuberculosis, "porque los enfermos de VIH, cuando llegan a la fase sida, son muy vulnerables a padecer enfermedades oportunistas, como neumonía, hepatitis, cáncer, tuberculosis, etc, que les atacan de forma muy severa", denota la psicóloga de Cáritas. Una vez que se analizan todas estas pruebas, el equipo del centro decide si el perfil es idóneo; si es así, se realiza una prueba psicológica y se valora a la persona a nivel conductual. "Se trata de hacer una especie de corte, porque realmente no sabemos cómo puede actuar esa persona en un futuro. Pero es algo que te lo da la experiencia de trabajar con ellos durante años", cuenta Eva Llarena, quien lleva cuatro años realizando esta selección. "Antes sí entraban todo tipo de personas y perfiles, incluso en estado avanzado de la enfermedad y con trastornos severos. Ahora cuidamos mucho toda su problemática, y de hecho estamos enfocando el proyecto hacia la reinserción social, sin un perfil cronificado", asegura Llarena.
En primera persona
Rafael, un andaluz de 47 años, es uno de los residentes que tratan de enderezar su vida en el Proyecto Lázaro. Toxicómano desde los 14 años, lleva 4 sin consumir, pero reconoce que aún no está curado. Lleva tres meses en el centro, tiempo que le ha servido para darse cuenta de lo mucho que ha dejado atrás. "Llegué muy mal. Contraje el virus con 16 años, pero no desarrollé hasta hace poco. Estaba sin trabajo, se me había acabado el paro y estaba hundido", explica a DIARIO DE AVISOS. Soltero, pero con una hija de 14 años a la que le gustaría volver a ver algún día, Rafael salió de su tierra "huyendo, escondiéndome". "Allí tengo muchas puertas cerradas, y no he tenido una vida muy agradable. No tengo nada de contacto con la familia, porque ellos tampoco quieren. Lo pasaron muy mal", incide.
Estaba en el albergue municipal cuando una asistente social le habló del Proyecto Lázaro. "Me hicieron una entrevista, me valoraron y entré. Había tenido épocas mejores y peores, pero últimamente estaba echo polvo". En sólo unos días, Rafael mejoró física y psicológicamente, merced al trabajo de los educadores y al apoyo de sus compañeros. "Estoy conociendo otras personas, retomando cosas que había dejado. No es fácil, y aún me queda mucho por hacer, pero he aprendido a controlarme, a valorar un poco más la vida", recalca. "Antes lo veía todo negro, y ahora lo veo más claro. Pero no quiero correr mucho, aunque soy optimista y cabezón, y sé que voy a salir de ésta", arguye.
Como Rafael, Antonio también quiere recuperar todo lo que dejó atrás. Tinerfeño de 37 años de edad, tuvo problemas con el alcohol, lleva años tratándose del VIH y padece un trastorno bipolar. "Rompí con mi pareja, con mis padres, dejé de tomar la medicación y perdí el control. Pedí ayuda en el Centro de Atención a las Drogodependencias de Santa Cruz (CAD), y una trabajadora social me recomendó este sitio. Me refugié aquí para poder recuperar mi vida, a mi familia y mi pareja", expone Antonio, quien ha pasado ya en varias ocasiones por el centro de Finca España.
"Me fui creyendo que estaba bien, pero recaí. Lo tiré todo por la borda", agrega este joven tinerfeño, que ahora lleva apenas dos semanas en la casa, y aún está con el síndrome de abstinencia. En su opinión, el Proyecto Lázaro "es una experiencia positiva, porque no sólo te recuperas tú, sino que también puedes recuperar tu vida. Son muchas oportunidades las que te ofrecen aquí, pero hay que aprovecharlas. "Yo quiero recuperar la confianza de mi familia y tirar hacia delante", concluye.
Publicado en el Diario de Avisos (Tenerife)
Foto: Fran Pallero
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