Era su último cartucho. Y al final, tras dos años de crisis despiadada, han tenido que recurrir a él. En los últimos meses, decenas de españolas han comenzado a ejercer como prostitutas de lujo, también denominadas escorts. La mayoría son mujeres que, tras perder el empleo y agotar el subsidio de paro, han optado por dedicarse al sexo de pago para afrontar los gastos diarios y el pago de la hipoteca de su vivienda. Aunque es imposible hablar de cifras, algunas de las escorts nacionales más veteranas califican de «brutal» el alcance del desembarco de españolas. Un recorrido por las páginas en Internet en que las prostitutas de lujo ofrecen sus servicios y la comparación con esas webs el año pasado muestra un cambio evidente: la presencia de españolas (muchas de ellas catalanas) se ha duplicado.
Así, donde hace unos meses imperaban nombres brasileños o eslavos ahora abundan las Mireias, Georginas, Laias y Giselas. En una de las webs consultadas se anuncian unas 30 jóvenes que se presentan como «bellísima catalana» o «sensual española». A diferencia de las africanas, suramericanas o asiáticas, muchas de las cuales son explotadas por redes de trata, las españolas funcionan de forma independiente, se quedan lo que ganan, no tienen proxeneta y eligen a los clientes.
«Antes, aparecía una escort nueva cada mes. Ahora, ves tres o cuatro anuncios de españolas nuevas cada semana», cuenta Paulavip, una escort de lujo que lleva varios años en esta actividad y que gestiona un blog con consejos para novatas y un foro on-line sobre prostitución, y que expresa su preocupación ante las decenas de mujeres que han decidido dedicarse a la prostitución y que le piden consejo. «Yo no recomiendo a ninguna –explica– que se dedique a esto, que es muy duro. Y a las más jóvenes intento disuadirlas. Ahora bien, si veo que lo tiene absolutamente decidido, lo que hago es darle algunos consejos sobre higiene y seguridad. Cuando una empieza es muy fácil que haya hombres que intenten aprovecharse de ti o que te veas en una situación de peligro».
Su percepción es que el desembarco de chicas españolas «se inició este invierno». «Ahí se vio que la crisis ya duraba mucho y que muchas familias habían agotado sus reservas», dice Paulavip, que traza los perfiles de las chicas que la contactan: «Algunas son chicas muy jóvenes y otras ya mujeres. De 20 a 40 años. Solteras y casadas. La mayoría son mujeres que se ven en un precipicio: en paro, con un montón de deudas y que no saben qué otra cosa hacer».
«Me da mucha pena –dice Paulavip– ver mujeres que se meten en esto para salvar la casa familiar y que empiezan a prostituirse a espaldas de su marido. Sufren mucho». Sin embargo, esas mujeres aterrizan en un sector, el de la prostitución de lujo, que también ha sido duramente golpeado por la crisis. Algo que notan las escorts españolas y extranjeras. «El sector está mal, muy mal. Ahora llaman muchos menos clientes que hace un año», cuenta Cristal, una prostituta especialista en fantasías sexuales.
La escasez de clientes ha obligado a revisar precios. Las mujeres que hace un año tenían tarifas de 400 euros la hora, las han tenido que bajar a 250. Algunas incluso, en sus anuncios, ofrecen una promoción de verano. «Hasta el 31 de agosto, rebaja en mis tarifas», se publicita una de esas españolas. La crisis afecta también al tipo de demanda. Graziela, una escort brasileña, reconoce que, aunque a ella le sigue yendo bien, «sí hay muchos hombres que me preguntan si en lugar de una hora, que es mi servicio mínimo, pueden pagar solo media». De hecho, Rocío, una española, explica que es habitual que muchos clientes llamen pidiendo rebajas. «Utilizan la crisis como excusa. Yo les digo que esto no es un bazar», comenta.
Sin paños calientes. Rocío lo reconoce: «Nunca me habría imaginado haciendo esto, pero ya ves, la vida da muchas vueltas». Años atrás, cuando trabajaba de azafata de congresos, concretamente cuando estuvo en la feria Construmat, varios empresarios ya le habían ofrecido dinero por acostarse con ellos. «Obviamente, les rechacé. Ni me planteaba algo así». Sin embargo, su vida, sus planes y el destino previsible que ella creía tener diseñado empezó a emborronarse cuando, después de trabajar varios años como asesora de imagen, fue despedida. Buscó trabajo en lo suyo. Sin éxito. «Quien no se ha quedado en paro no sabe lo dura que es esta crisis. Es increíble buscar y buscar y no encontrar nada. No sé qué ha pasado en el mercado de trabajo. Es como si se hubiera quedado seco», relata.
Tocando fondo
Tras varios meses sin encontrar trabajo y con las facturas y el alquiler comiéndose los pocos ahorros, la situación se convirtió en desesperada. Además, la grave enfermedad de un familiar cercano consumió lo poco que le quedaba. «Toqué fondo. No veía qué podía hacer. Fue entonces cuando la opción de trabajar como escort empezó a tomar forma. Al final, al no ver otra alternativa, decidí empezar en esto. Que piensen de mí lo que quieran, yo sé que no hago esto ni por placer ni por vicio. Lo hago porque necesito el dinero».
Su primera vez fue en diciembre. «Estaba muy nerviosa. Me preguntaba si sería capaz, si estaría a la altura... Cuando acabó iba llena de adrenalina. Mis pensamientos estaban acelerados. Por un lado me decía: ‘Pero qué he hecho’. Y por otro me sentía bien, estaba convencida de que luchaba por no perderlo todo», cuenta ahora, nueve meses. Pero no está dispuesta a todo. Por motivos de seguridad, nunca mantiene relaciones en su piso ni va a domicilio –«no sabes quién puede estar esperándote»–, siempre lo hace en apartamentos por horas y filtra a sus clientes. «Es básico el feeling por teléfono. Hay que ser psicóloga. Ese rato de conversación es fundamental para ver si ese posible cliente es un violento o simplemente un tipo que quiere pasar un rato agradable».
Puestos a hacer balance, explica que «la mayoría de experiencias han sido buenas» pero que, cuando «haga un colchón económico», dejará una actividad en que hay cosas que le dan vértigo. «Estar con tantos hombres pasa factura psicológica. No quiero que todo este sexo por dinero me convierta en un ser frío. Tengo sueños: poder enamorarme y ser capaz de sonreír».
Publicado en el diario El Periódico de Catalunya
Autor: Antonio Baquero
Foto: Camila de Maffei
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