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jueves, 7 de mayo de 2015

De repente, Nepal



De repente, el mundo descubrió que Nepal existía. Ha tenido que ser un devastador terremoto y miles de víctimas las que han puesto a este pequeño país asiático en las primeras páginas de los medios de comunicación de todo el mundo. Resulta curioso cómo ahora muchos se echan las manos a la cabeza cuando ven cómo poblaciones enteras han quedado arrasadas; cómo familias que ya vivían bajo el umbral de la pobreza, han perdido lo poco que tenían; cómo miles de niños se han quedado huérfanos y desamparados, lo que será terreno abonado para las mafias que trafican con personas y se lucran con la explotación infantil. Ha tenido que ser la tierra la que remueva no solo los cimientos de una sociedad subdesarrollada a la que todos ignoraban; también el seísmo ha removido las conciencias de gobiernos que llevaban años obviando un país donde tres cuartas partes de la población subsiste con una renta inferior a los 30 dólares al mes; donde solo un 10% de los menores están escolarizados o donde se venden órganos para salir adelante. 

Lo peor de todo, además, ha sido comprobar cómo países como España descubrían que Nepal existía porque unos pocos centenares de sus residentes estaban perdidos en las montañas infinitas de la cordillera del Himalaya. Daba igual que los muertos se contaran por decenas en Katmandú; o que el norte del país perdiera aldeas y pueblos que nadie echará de menos. No, nada de eso importaba a los responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores, que enseguida pusieron en marcha unaoperación de búsqueda y rescate de sus turistas perdidos. Algunos de ellos, todo hay que decirlo, sí han sabido reconocer la magia de un país donde nadie pierde nunca la sonrisa, aunque lo hayan perdido todo. Pero la mayoría, los que caminaban por las faldas del Everest o soñaban con alcanzar algunas de las cumbres más inabordables del planeta, solo estaban de paso en Nepal, a donde la tragedia y el drama vividos harán que no regresen jamás. El Gobierno español, mientras, procurará sacar pecho por haber sacado del abismo a sus conciudadanos, y quizá hasta envíe unas cuantas toneladas de ayuda humanitaria para limpiar su recato y arañar algunos votos. 

En dos meses, tres como máximo, la actualidad habrá pasado página y nadie se acordará ya del terremoto, de Nepal ni de sus muertos de hambre. Pasó lo mismo con Chad, Congo o Haití, afectados por catástrofes naturales de dimensiones similares. Porque a nosotros, los de este lado del planeta, nos bastará con apagar la televisión o pasar la página del periódico para negar que, más allá de sus valles, sus ríos y su vasta riqueza natural, en Nepal hay personas que tuvieron la desgracia de nacer en el lugar equivocado.

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