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martes, 9 de marzo de 2010

Abdul quiere independizarse

Abdul Aziz es un joven de Tambacounda (Senegal) que llegó en cayuco a Tenerife hace casi ya cuatro años y que recuerda en un perfecto español su ardua travesía, en la que se jugó la vida, y cuyo objetivo es tener los papeles para poder trabajar e independizarse. "No tengo medios, ni trabajo ni papeles y es lo que me gustaría", dice en una entrevista a la Agencia Efe, y cuando recuerda su duro viaje afirma "de eso se trata, de arriesgar por las cosas que quieres conseguir". Abdul Aziz tiene 30 años y vive en un centro de acogida de inmigrantes perteneciente a Cáritas en Granadilla de Abona, al sur de la isla, donde se encuentra bien y se ha ganado la amistad de la comunidad granadillera.

Antes de vivir en Granadilla, Abdul, como otros de sus compañeros que arribaron a Canarias en barcazas, pasó algún tiempo en un centro de acogida de inmigrantes en Arona. También trabajó en una fábrica de lejía cuatro meses a cambio de alojamiento. "Un cuarto", matiza. Ahora este senegalés colabora activamente con la Concejalía de Inmigración del Ayuntamiento de Granadilla e incluso es voluntario de Cruz Roja. "Los mismos que me recogieron, ahora trabajo yo con ellos", explica.

Abdul es un "personaje" carismático y con sentido del humor. No se queja del trato recibido en los centros de acogida. "Tenemos lo que necesitamos", explica. El pasado fin de semana, junto a otros jóvenes que llegaron en cayuco, participó en El Mundialito, un torneo de fútbol que integra la diversas nacionalidades, más de cien, existentes en Granadilla. Abdul es integrante del Diáspora, uno de los 16 equipos "multiculturales" que participan el torneo. En el equipo hay gente de Costa de Marfil, Mali, Senegal e igualmente de Granadilla de Abona, algunos compañeros con el mismo drama de la travesía en el mar.

Por los pasillos del pabellón de Los Hinojeros se cruza Moszy, el inmigrante albino que llegó a la playa de la Tejita en 2009. Aunque no están allí para revivir el pasado, sino para jugar al fútbol. No todo el mundo ha llegado en cayuco. Un danés se come el bocata de media mañana mientras calientan con el balón un grupo de argentinos, uruguayos, colombianos, chilenos y venezolanos. En la gradas hay aficiones de todos estos países.

"Se trata de que establezcamos políticas de integración eficaces que nos permitan convivir como hasta ahora, y que de alguna manera esto enriquezca nuestra propia cultura", indicó la responsable municipal de Inmigración, María del Carmen Navarro, organizadora del torneo. A la hora de la comida, los senegaleses traen un poco de bissap (bebida a base de agua y hojas de hibisco). También hay gastronomía tradicional del Sáhara. Mientras, Johan, de Chile, y miembro de la Escuela Municipal de Música, canta algunos temas de su repertorio. Tras la comida, continuarán jugando a fútbol, el deporte que los une. Abdul se despide siempre con una sonrisa y con optimismo, una virtud que le caracteriza. No tiene miedo a contar su pasado. Otros prefieren congelarlo en el interior de su memoria.

Autor: Nicolás Dorta (EFE)

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