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lunes, 26 de octubre de 2015

Superhéroes



Ha nacido una raza superior, unos superhéroes del siglo XXI que nada tienen que envidiar a los de la Patrulla X, Superman, Batman y compañía. Estos seres, capaces de llegar a todas partes y atender cualquier necesidad en las peores condiciones, no tienen unos poderes especiales; carecen de vehículos extraordinarios y mayordomos singulares; tampoco poseen la capacidad de provocar tormentas ni lanzar fuego; ni siquiera son significativamente fuertes ni veloces, pero sí pueden realizar varias tareas a la vez sin la más mínima ayuda. Estos titanes son de carne y hueso y responden a nombres como Paco, Mari, Juani o Rafael. Son los vilipendiados y poco reconocidos matrimonios trabajadores con hijos. 

Se trata de sujetos a los que la sociedad actual no comprende. Todo el mundo los anima a fomentar la natalidad nacional, símbolo de progreso y ejemplo en las sociedades más desarrolladas; les dicen incluso que está bien visto, porque así ha ocurrido a lo largo de la historia y es fundamental para mantener viva la especie. Pero luego, una vez que el bebé llega al mundo, especialmente cuando ese niño nace en un país como España, todo son problemas y trabas. Para empezar, la madre dispone de una de las bajas laborales más pírricas de todo el continente, un escaso tiempo en el que apenas puede adaptarse a la nueva realidad que se le viene encima. En el caso del padre, la situación es todavía peor. A pesar de que desde hace unos años (pocos) se pueden compartir los 4 meses de baja con la mamá, tampoco está demasiado bien visto que el varón cambie pañales, dé biberones o lleve a su vástago al médico. Aun así, esos primeros días se pueden considerar como un juego comparado con lo que tendrá que afrontar a medida que el pequeño crece. 

En concreto, la cosa se complica si el nene tiene que ir a la guardería porque nadie puede hacerse cargo de él la mayor parte del día. Es en ese momento cuando el superhéroe tiene que desplegar todo su ingenio para ir solventando los retos que le van imponiendo los malos de turnos. Estos, virus, bacterias, resfriados, bronquitis y otros especímenes, atacan sin piedad a la criatura desvalida, que entre los meses de octubre y marzo (especialmente) suele enfermar con frecuencia. Los padres, si ambos trabajan, deben lidiar con un menor asustado y lloroso al que periódicamente hay que darle medicinas. El trabajo, aunque sea necesario para darle de comer al propio bebé, pasa entonces a un segundo plano, porque es imposible hacer algo en una casa donde solo hay pañuelos con mocos, medicamentos varios, vómitos por limpiar y excrementos que recoger. El superhéroe, pese a todo, saca fuerzas de flaqueza y, ayudado por uno o varios compañeros con más experiencia que él (los llamados abuelos -siempre que estén jubilados, claro está-), termina imponiéndose al malvado y ganando la batalla. La guerra, en cualquier caso, no ha hecho más que comenzar.

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