El pasado 10 de julio una embarcación tipo zodiac se hundía sobre las 16:00 horas frente a las costas de Motril (Granada) provocando cinco fallecidos, de los cuales dos eran bebés. Ayer la Unidad Contra las Redes de Inmigración y Falsificación Documental de la Policía Nacional detuvo a L. M., de 36 años y de origen de argelino, acusado de organizar y tripular una patera que fue interceptada el 14 en las costas de Níjar (Almería), con 10 compatriotas a bordo. Según varias asociaciones humanitarias, en Marruecos hay repartidas 20.000 personas a la espera de cruzar el Estrecho.
A mediados de abril, las mafias que controlan en las dos orillas la llegada de inmigrantes levantaron la bandera para que comenzara la «temporada de pateras». Tan sólo en esta semana fueron rescatadas 10 personas en las inmediaciones del cabo de Gata (Almería), 51 en Tarifa (Cádiz), seis en Algeciras, en una barca hinchable de juguete (también en la provincia gaditana) y 18 a nueve millas al norte de la isla de San Pedro en la localidad almeriense de Carboneras.
Desde que en 2002 se puso en marcha el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), el litoral andaluz se ha blindado para evitar la llegada de pateras y cayucos desde las costas del Magreb. Sin embargo, las ONG que trabajan en la zona señalan que las mafias que trafican con seres humanos, con la connivencia de las autoridades marroquíes, buscan rutas y métodos alternativos para sortear el radar y a las embarcaciones de la Guardia Civil. Pese a que se ha convertido en un hecho habitual, detrás de la llegada de cada patera hay muchas historias humanas que se ocultan debajo de una manta de la Cruz Roja.
Después de las grandes deportaciones al desierto de 2005, tras el desmantelamiento de los campamentos de Beliones, cerca de la frontera ceutí, la llegada de inmigrantes a los alrededores de Ceuta y Melilla ha descendido considerablemente, aunque se han repartido por otras ciudades del norte de Marruecos como Tánger, Asilah u Oujda. En la última ciudad, a tan sólo 15 kilómetros de la frontera con Argelia y a 130 de Nador, se han encontrado importantes bolsas de subsaharianos.
Boubker Khamilichi, responsable de la asociación humanitaria Chabaka de Tánger, cree que «las embarcaciones pueden salir desde cualquier punto de la costa marroquí, pese a la importante presencia de militares en la zona». No obstante, el flujo continúa y «seguirá así porque hay mucha gente a la espera de una oportunidad desde hace años». Se refiere a esos 20.000 inmigrantes ilegales que por todo el reino alauí lleva tiempo ahorrando para poder pagar a los dueños de las pateras. «Si tienes dinero sales. Eso lo sabe todo el mundo», dice Khamilichi, que recuerda que en Tánger hay bloques enteros de viviendas en los que se hacinan inmigrantes desde hace un lustro y que ya no pueden aguantar más. La crisis no va a pararlos porque para ellos «España y Europa siguen siendo el paraíso».
Los que no tienen ninguna opción para lograr el dinero se enfrentan a la mendicidad para sobrevivir y como única posibilidad de lograr esa cantidad para jugarse la vida en las aguas del Estrecho. Eso puede costar entre 1.600 y 3.000 euros. Una cifra que va creciendo gracias a las medidas de control migratorio «pactadas por Madrid y Rabat», comenta Pedro Palazón, abogado de la asociación Pro Derechos Humanos de Melilla, que asevera que «en Marruecos no habría un sólo inmigrante si ellos no quisieran. Siempre los han utilizado como un arma contra España».
La asociación para la que trabaja da cobertura a unas 500 personas que viven en un limbo administrativo. Ceuta y Melilla son para los que llegan del centro y del sur del continente unas «cárceles gigantes» de las no se puede salir. «El cierre de las fronteras no sirve» En la asociación Andalucía Acoge trabajan cada día con el colectivo de inmigrantes que llega «en las peores condiciones que se puede esperar para un ser humano», asegura Mamen Castellano, presidenta de la organización.
Desde hace unos meses, las costas de Granada y Almería soportan el grueso de la llegada de pateras desde el otro lado del Mediterráneo. Castellano achaca esto a que el Servicio Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que permite localizar cualquier embarcación a cinco kilómetros de la costa, se ha ido expandiendo cada vez más hacia la costa este. «Las mafias saben perfectamente dónde están situados los radares, pero esa parte de la costa es mucho menos abarcable y difícil de controlar que el Estrecho de Gibraltar». Según Castellano, las actuales medidas contra la inmigración ilegal no son adecuadas y obligan a miles de personas a jugarse la vida. «Lo que está sucediendo no es más que el producto de la política migratoria de la Unión Europea y de España. El cierre de las fronteras no sirve. Beneficia el tráfico de seres humanos, cuando lo que hay que erradicar es a los grupos mafiosos que hay detrás», asegura.
Publicado en el diario La Razón
Autor: Pepe Lugo
Foto: AP
A mediados de abril, las mafias que controlan en las dos orillas la llegada de inmigrantes levantaron la bandera para que comenzara la «temporada de pateras». Tan sólo en esta semana fueron rescatadas 10 personas en las inmediaciones del cabo de Gata (Almería), 51 en Tarifa (Cádiz), seis en Algeciras, en una barca hinchable de juguete (también en la provincia gaditana) y 18 a nueve millas al norte de la isla de San Pedro en la localidad almeriense de Carboneras.
Desde que en 2002 se puso en marcha el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), el litoral andaluz se ha blindado para evitar la llegada de pateras y cayucos desde las costas del Magreb. Sin embargo, las ONG que trabajan en la zona señalan que las mafias que trafican con seres humanos, con la connivencia de las autoridades marroquíes, buscan rutas y métodos alternativos para sortear el radar y a las embarcaciones de la Guardia Civil. Pese a que se ha convertido en un hecho habitual, detrás de la llegada de cada patera hay muchas historias humanas que se ocultan debajo de una manta de la Cruz Roja.
Después de las grandes deportaciones al desierto de 2005, tras el desmantelamiento de los campamentos de Beliones, cerca de la frontera ceutí, la llegada de inmigrantes a los alrededores de Ceuta y Melilla ha descendido considerablemente, aunque se han repartido por otras ciudades del norte de Marruecos como Tánger, Asilah u Oujda. En la última ciudad, a tan sólo 15 kilómetros de la frontera con Argelia y a 130 de Nador, se han encontrado importantes bolsas de subsaharianos.
Boubker Khamilichi, responsable de la asociación humanitaria Chabaka de Tánger, cree que «las embarcaciones pueden salir desde cualquier punto de la costa marroquí, pese a la importante presencia de militares en la zona». No obstante, el flujo continúa y «seguirá así porque hay mucha gente a la espera de una oportunidad desde hace años». Se refiere a esos 20.000 inmigrantes ilegales que por todo el reino alauí lleva tiempo ahorrando para poder pagar a los dueños de las pateras. «Si tienes dinero sales. Eso lo sabe todo el mundo», dice Khamilichi, que recuerda que en Tánger hay bloques enteros de viviendas en los que se hacinan inmigrantes desde hace un lustro y que ya no pueden aguantar más. La crisis no va a pararlos porque para ellos «España y Europa siguen siendo el paraíso».
Los que no tienen ninguna opción para lograr el dinero se enfrentan a la mendicidad para sobrevivir y como única posibilidad de lograr esa cantidad para jugarse la vida en las aguas del Estrecho. Eso puede costar entre 1.600 y 3.000 euros. Una cifra que va creciendo gracias a las medidas de control migratorio «pactadas por Madrid y Rabat», comenta Pedro Palazón, abogado de la asociación Pro Derechos Humanos de Melilla, que asevera que «en Marruecos no habría un sólo inmigrante si ellos no quisieran. Siempre los han utilizado como un arma contra España».
La asociación para la que trabaja da cobertura a unas 500 personas que viven en un limbo administrativo. Ceuta y Melilla son para los que llegan del centro y del sur del continente unas «cárceles gigantes» de las no se puede salir. «El cierre de las fronteras no sirve» En la asociación Andalucía Acoge trabajan cada día con el colectivo de inmigrantes que llega «en las peores condiciones que se puede esperar para un ser humano», asegura Mamen Castellano, presidenta de la organización.
Desde hace unos meses, las costas de Granada y Almería soportan el grueso de la llegada de pateras desde el otro lado del Mediterráneo. Castellano achaca esto a que el Servicio Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE), que permite localizar cualquier embarcación a cinco kilómetros de la costa, se ha ido expandiendo cada vez más hacia la costa este. «Las mafias saben perfectamente dónde están situados los radares, pero esa parte de la costa es mucho menos abarcable y difícil de controlar que el Estrecho de Gibraltar». Según Castellano, las actuales medidas contra la inmigración ilegal no son adecuadas y obligan a miles de personas a jugarse la vida. «Lo que está sucediendo no es más que el producto de la política migratoria de la Unión Europea y de España. El cierre de las fronteras no sirve. Beneficia el tráfico de seres humanos, cuando lo que hay que erradicar es a los grupos mafiosos que hay detrás», asegura.
Publicado en el diario La Razón
Autor: Pepe Lugo
Foto: AP
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