Cada vez siento más vergüenza de la raza humana; o, mejor dicho, de algunos
de los especímenes que la componen. Y no lo digo después de haber vivido una
traumática experiencia propia. Ni siquiera me refiero al trato denigrante que
se da a los refugiados, los negros o los asiáticos en muchas partes del
planeta. Tampoco tiene nada que ver con los episodios de violencia de género
vividos por miles de mujeres y niños en este y otros muchos países. No, no
tiene nada que ver con esto, aunque razones no faltarían. Lo digo porque hace
unos días vi uno de esos videos que en apenas unas horas se convirtió en todo
un fenómeno viral en Internet. Una chica
se había perdido en el centro de Madrid. No tenía batería en el móvil y se
encontraba totalmente borracha.
Aun así, continuaba bebiendo de una botella. Eran las 5.30 de la tarde. Estos
son los “ganchos” de un experimento diseñado
para mostrar la verdadera cara de una sociedad de la que no podemos estar
orgullosos.
Elaborado por el Centro Europeo Neurosalus, y dirigido por un
equipo médico especializado en el tratamiento de adicciones –comandado por el
prestigioso psiquiatra forense José Miguel Gaona-, el video se inspira en otras
iniciativas similares llevadas a cabo en países como Inglaterra y Estados
Unidos, y su puesta en escena en Madrid tuvo repercusión en
medios internacionales y suma ya más de 4 millones de visualizaciones en
Youtube. El proyecto pretende comprobar cómo reaccionan las personas
–fundamentalmente los hombres- al encontrarse con una mujer completamente ebria
y, por lo tanto, indefensa. Además, tal y como explica el doctor Gaona al
principio del video, la actriz apenas actúa con los viandantes, ya que más bien
adopta una actitud pasiva. La conclusión, más allá de los propios
condicionantes que conlleva la situación, en el centro mismo de la ciudad y a
plena luz del día, es aterradora. Todos los sujetos que se acercaron a la chica
-que está de muy buen ver- intentaron ligar con ella, invitándola a beber más,
llevándosela a un hotel o directamente manoseándola.
Y si esto ocurre a media
tarde y en lugar muy concurrido de una ciudad como Madrid, ¿qué puede suceder de
noche en zonas más apartadas de transeúntes? se pregunta el psiquiatra al final
de la proyección. Además, lo peor de todo, como explica José Miguel Gaona en el
video, es que las escenas que muestran no son las peores. Aquellas que han
implicado tocamientos y abordajes más desagradables fueron eliminadas del
montaje final. En cambio, no tuvieron que suprimir escenas en las que alguien
se acercaba a la chica con el único objetivo de conseguirle un taxi, ayudarla a
ir a casa o llevarla a un centro de salud. Porque esas situaciones, las que
serían deseables y aconsejables en una sociedad que se autodenomina desarrollada,
nunca ocurrieron. Por eso, porque experimentos así reflejan cómo somos en
realidad, sin matices ni disfraces, uno no puede más que avergonzarse por
compartir rasgos y caracteres con personas como las que aparecen en este video.
Y menos mal que, al menos en esta ocasión, todo era un montaje.
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