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viernes, 6 de noviembre de 2015

Vergüenza



Cada vez siento más vergüenza de la raza humana; o, mejor dicho, de algunos de los especímenes que la componen. Y no lo digo después de haber vivido una traumática experiencia propia. Ni siquiera me refiero al trato denigrante que se da a los refugiados, los negros o los asiáticos en muchas partes del planeta. Tampoco tiene nada que ver con los episodios de violencia de género vividos por miles de mujeres y niños en este y otros muchos países. No, no tiene nada que ver con esto, aunque razones no faltarían. Lo digo porque hace unos días vi uno de esos videos que en apenas unas horas se convirtió en todo un fenómeno viral en Internet. Una chica se había perdido en el centro de Madrid. No tenía batería en el móvil y se encontraba totalmente borracha. Aun así, continuaba bebiendo de una botella. Eran las 5.30 de la tarde. Estos son los “ganchos” de un experimento diseñado para mostrar la verdadera cara de una sociedad de la que no podemos estar orgullosos. 

Elaborado por el Centro Europeo Neurosalus, y dirigido por un equipo médico especializado en el tratamiento de adicciones –comandado por el prestigioso psiquiatra forense José Miguel Gaona-, el video se inspira en otras iniciativas similares llevadas a cabo en países como Inglaterra y Estados Unidos, y su   puesta en escena en Madrid tuvo repercusión en medios internacionales y suma ya más de 4 millones de visualizaciones en Youtube. El proyecto pretende comprobar cómo reaccionan las personas –fundamentalmente los hombres- al encontrarse con una mujer completamente ebria y, por lo tanto, indefensa. Además, tal y como explica el doctor Gaona al principio del video, la actriz apenas actúa con los viandantes, ya que más bien adopta una actitud pasiva. La conclusión, más allá de los propios condicionantes que conlleva la situación, en el centro mismo de la ciudad y a plena luz del día, es aterradora. Todos los sujetos que se acercaron a la chica -que está de muy buen ver- intentaron ligar con ella, invitándola a beber más, llevándosela a un hotel o directamente manoseándola. 

Y si esto ocurre a media tarde y en lugar muy concurrido de una ciudad como Madrid, ¿qué puede suceder de noche en zonas más apartadas de transeúntes? se pregunta el psiquiatra al final de la proyección. Además, lo peor de todo, como explica José Miguel Gaona en el video, es que las escenas que muestran no son las peores. Aquellas que han implicado tocamientos y abordajes más desagradables fueron eliminadas del montaje final. En cambio, no tuvieron que suprimir escenas en las que alguien se acercaba a la chica con el único objetivo de conseguirle un taxi, ayudarla a ir a casa o llevarla a un centro de salud. Porque esas situaciones, las que serían deseables y aconsejables en una sociedad que se autodenomina desarrollada, nunca ocurrieron. Por eso, porque experimentos así reflejan cómo somos en realidad, sin matices ni disfraces, uno no puede más que avergonzarse por compartir rasgos y caracteres con personas como las que aparecen en este video. Y menos mal que, al menos en esta ocasión, todo era un montaje.  



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