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jueves, 10 de mayo de 2012

Sola en la defensa del Amazonas

"En este río también apareció un cuerpo, tardaron 13 días en recogerlo. La gente asustaba a los buitres con una pajita". Con un chaleco antibalas, en el asiento trasero del coche de la Fuerza de Seguridad Nacional, es la cuarta vez que la labradora y dirigente rural Nilcilene Miguel de Lima, señala los lugares donde los cadáveres aparecen al sur de la Amazonia brasileña. En su comunidad, que se encuentra en el bosque nativo, el Estado está ausente: no hay electricidad, teléfono, puesto de salud o comisaria.


De camino a casa, donde dos oficiales de policía pasan la noche en vela, Nilcilene se agita al ver un camión azul que viene en sentido contrario. "¡Es él! ¡Es el coche del Pitbull!". Pitbull es el apodo de uno de los madereros que denunció Nilcilene. Es una de las razones por la que tiene escolta de la Fuerza Nacional (un grupo de élite de la policía, la misma seguridad que habrá durante el próximo Mundial). Desde 2009, cuando creó una asociación para defender a los agricultores contra la tala de árboles y el robo de tierras, Nilcilene ha sido amenazada de muerte, golpeada y quemaron su casa en un incendio provocado.

En mayo de 2011, huyó envuelta en una manta para deshacerse del hombre armado que la esperaba en la puerta de su casa. Le designaron la escolta en octubre, dos meses después de la publicación de la historia de la campesina. Pero Nilcilene todavía no se siente segura. Sus manos tiemblan cuando el camión del maderero se acerca. El silencio en el interior del coche pesa, el copiloto engatilla su rifle. Pitbull no se deja intimidar. Ralentiza la marcha, baja la ventanilla y, con una amplia sonrisa, dice adiós a la patrulla. Mientras los coches toman distancia, Nilcilene suspira y señala los galones de gasolina vacíos del camión: "Esta noche la motosierra va a comer", dice.

Aunque la policía permanece armada en la puerta de su casa, Nilcilene no puede dormir sin la ayuda de fármacos. Ella sabe que está temporalmente a salvo de una realidad que no ha cambiado. La acción del gobierno en el sur de la Amazonia es paliativa. La misión de escolta es sólo asegurarse de que la líder sigue con vida. Sin poder detener a los madereros que amenazan a Nilcilene y con todo el mundo que se opone a la tala de árboles, el personal de la Fuerza Nacional observa el delito en plena acción.

No debería ser tan difícil castigar a los infractores. Después de la denuncia de Nilcilene contra los ladrones de madera y tierras, la policía abrió dos investigaciones. El tribunal emitió órdenes de arresto contra 23 sospechosos de la tala, apropiación ilegal de tierras públicas, lesiones personales y amenazas de muerte. Todos menos cinco fueron arrestados en pocos meses, pero ahora libres y activos. La investigación permanece parada.

La contradicción más importante es que estas mismas personas siguen cometiendo idénticos crímenes frente al personal de la Fuerza Nacional. Al amanecer, los camiones transportan pilas de troncos sin impedírseles el paso que está a 30 metros del balcón de Nilcilene. La policía ha tomado imágenes del tránsito de madera. Las familias que se enfrentan a las amenazas de los madereros buscan la ayuda de la Fuerza Nacional. En vano. El equipo no hace nada. El 30 de marzo, una de las residentes que sufrieron amenazas por haber denunciado la tala ilegal, fue ejecutada en su casa. Dinhana Nink tenía 27 años y era amiga de Nilcilene.

Para no seguir el destino de Dinhana, familiares y amigos Nilcilene tuvieron que huir. A pesar de la escolta, se encuentra cada vez más aislada. "Estoy sola", dice. Nilcilene se considera un caso con suerte. Sólo seis líderes de todo el Amazonas tienen protección las 24 horas de la Fuerza Nacional. Ella fue seleccionados de una lista de 170 líderes campesinos amenazados de muerte en el país. Sólo el año pasado, hubo 32 muertes relacionadas con los conflictos de tierras.

En la comunidad de Nilcilene hay cerca de 800 familias sin ningún tipo de protección. La comisaria responsable de la región está a 800 millas. Los agricultores tienen que someterse a un grupo de hombres armados que aparecieron en la región para fortalecer a los acaparadores de tierras y madereros. Se paga a más de 15 'profesionales' para garantizar que nadie está al frente del 'oro verde': los bosques llenos de IPES, cedros y angelinas. Los pistoleros son contratados por los madereros para en áreas de pequeños agricultores que no han dado su permiso para actuar. Quién se queja, es amenazado.

En otros casos, el grupo ayuda a 'robar tierras' a los acaparadores. Su labor es construir cercas y puertas, bloquear el camino y comenzar a expulsar a los agricultores con saqueos, palizas y revistas. Los que se quedan son amenazados de muerte, se les quema la casa y, finalmente, son ejecutados como Dinhana. A cualquier persona que les habla de justicia, se le da la misma respuesta: "Aquí la justicia y la mierda son lo mismo".

A pesar de la escolta, Nilcilene se siente cada vez más débil para continuar las denuncias. Tras morir Dinhana, se quedó muy abatida. "¿Cómo puede alguien ir a la cárcel si las autoridades no toman medidas?", dice. "A veces pienso en dejarlo todo, esta es una lucha demasiado grande para una mujer sola. Sin embargo, luego recuerdo que estas personas se quedarán aquí con el cañón de la pistola en la boca. Me da fuerza".

Publicado en el diario El Mundo
Fuente y foto: Ana Aranha

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