Estadísticas

Buscar este blog

lunes, 31 de octubre de 2011

Un corazón de hierro

El pequeño Marcos ríe, grita, es travieso. Juega con su peluche, el perro 'Paco' y canta con su única hermana, Yoana, de 14 años... Por fin, con 8 años, puede comportarse como cualquier niño de su edad, como si no arrastrara tres cardiopatías severas. El cambio tiene fecha. El 7 de diciembre de 2010, Marcos Carribero, nacido en Jerez, entró en un quirófano del hospital pediátrico de Boston, donde otra, la enésima operación de su vida estaba a manos del chileno Pedro del Nido. "Este doctor sólo opera casos excepcionales. Y el de nuestro hijo lo era", cuenta la madre del pequeño.

En gran medida tiene razón. Antes de su llegada a EEUU, a Marcos lo habían operado alrededor de 20 veces más –los padres ya han perdido la cuenta total-. La primera fue con tan sólo 11 días, cuando se le detectó la enfermedad y se le tuvo que realizar un cateterismo. La segunda, sólo seis después, cuando se le operó de corazón por primera vez. Sin embargo, la intervención que nunca olvidarán sus padres fue la sufrida cuando tenía dos años. Tuvo un postoperatorio complicado, con convulsiones y fiebres, lo que provocó que su cerebro perdiera oxígeno y le ocasionara una lesión cerebral para el resto de la vida. Además, tuvieron que implantarle una válvula de derivación hasta el estómago en la cabeza porque retenía líquido. ¿Las consecuencias de todo ello? Reducción de la capacidad psicomotora y una pérdida sustancial de la vista.

"La mayoría de las operaciones -15 de ellas- han sido por infecciones de la válvula, que había que cambiarla abriéndole la cabeza y el estómago", explica su padre. Y así, la vida del pequeño ha transcurrido en silla de ruedas y de hospital en hospital, principalmente en el sevillano Virgen del Rocío.

Allí, el 19 de septiembre de 2009, los médicos dijeron que no podían cambiarle más la válvula, que el cuerpo de Marcos no resistiría más operaciones. "Empezamos a llamar a la familia porque sabíamos que se moría esa misma noche. Nunca había estado tan grave", recuerda el matrimonio, pero el menor sacó fuerzas de flaqueza y venció a la muerte. Cuatro neurocirujanos extrajeron el líquido de su cabeza con una jeringuilla. A los pocos días la doctora Ana Millán, cirujana digestiva, operó a Marcos con una técnica que en España sólo había sido usada en ciertos casos con adultos, nunca antes con niños. El resultado fue "milagroso", todo un éxito. "Ya no ha vuelto a tener problemas con la válvula", dice, feliz, la madre.

A partir de ahí, comenzó la "verdadera" obsesión de los padres del niño. Todos los médicos a los que acudían les decían que su hijo no tenía solución, pero Juan no se resignó. Mandó los informes médicos a decenas de hospitales de todo el mundo. Hasta que en el de Boston le dijeron que podían operarlo, que había un 98% de posibilidades de que saliera adelante. "No nos lo creíamos", confiesa Ana María pero, después de un largo proceso burocrático y en busca de financiación para sufragar la operación y la manutención de la familia allí, la muestra más evidente son los gritos y risas de Marcos.

Gracias a donaciones de los jerezanos y del dinero recibido de decenas de lugares de España, los padres de Marcos lograron reunir 100.000 euros. La fecha llegó, el 7 de diciembre de 2010 un escuálido y endeble Marcos se puso en manos del doctor chileno. Hoy, once meses después, es otro, un niño normal. Con sus deficiencias, pero, a la postre, un niño que corre y juega. "Lo principal es que ha ganado en calidad de vida, el resto no nos importa. Para llorar siempre llegará el día", reconoce Juan, decidido, como su hijo, a disfrutar del día a día. 

Publicado en el diario El Mundo
Autor: Andros Lozano
Foto: José F. Ferrer

No hay comentarios: