Hace semanas que el teléfono móvil de Rochefort Saint Louis no para de sonar. Y eso solo significa una cosa: alguien en el Departamento del Oeste de Haití, donde se ubica su capital, Puerto Príncipe, ha vuelto a morir a causa de la epidemia de cólera que se abate sobre este país. Saint Louis es el coordinador del 'Centro de operación de urgencia' que el Ministerio de la Salud de Haití tuvo que crear a toda velocidad en vista de la rápida expansión de la epidemia, cuya cifra de víctimas mortales se acerca rápidamente a las 2.000.
Su tarea: recoger a todos los fallecidos por cólera -o sospechosos de ello- de la región para llevarlas a las fosas comunes de Tabarre o Titayen, la zona en las afueras de la capital donde yacen también las decenas de miles que murieron a comienzos de año por el devastador terremoto que destruyó buena parte de la ciudad. "Recibo llamadas de todo el departamento, todos tienen mi número", dice Saint Louis.
Son apenas las ocho de la mañana y ya el equipo, 12 hombres y tres camiones, está en plenos preparativos para lo que será, una vez más, una larga jornada. "Trabajamos todos los días, hasta los domingos", señala Saint Louis. Rápidamente, da las instrucciones del día: uno de los camiones se dirigirá hacia la frontera, otro a un hospital y el tercero, un tradicional taptap haitiano -los coloridos camiones abiertos que sirven de transporte en el país- recorrerá varios puntos de la capital y sus afueras donde han muerto personas en sus casas.
Garr Duvillage es uno de los integrantes del equipo. Está encargado de preparar a las víctimas que recogen cada día y cuya cifra varía pero que no baja de al menos dos o tres muertos, afirma. Tras el inicio del brote, Duvillage recibió un cursillo rápido para aprender cómo "preparar", como le llaman, a las víctimas. Después de intensas semanas de recoger a muertos de todas las edades y en todas las circunstancias imaginables, muchos de ellos en medio del charco de vómitos y diarrea que tan rápido mata si no es contenido a tiempo, Duvillage, sin embargo, se encoge de hombros cuando se le pregunta si le está afectando este trabajo. "Alguien tiene que hacerlo", se limita a responder.
Pero no hay mucho tiempo para hablar. Saint Louis sigue recibiendo llamadas. Este día promete ser agotador. Él mismo encabeza una de las caravanas de la jornada. Le sigue el colorido taptap, que desprende un fuerte olor a cloro. La primera parada debía ser en el suburbio capitalino de Carrefour, pero a medio camino la comitiva cambia de rumbo: han recibido una llamada urgente de otra presunta víctima del cólera. A su llegada a una pequeña casa semiderruida desde el terremoto de enero, un joven padre les recibe en estado de shock.
Fuente: DPA
Foto: Efe
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