Hace ya más de un año que los cayucos y las pateras dejaron de arribar a Canarias, al menos con la frecuencia de entonces. La crisis, el endurecimiento de los controles marítimos y las nuevas rutas de la inmigración ilegal, han provocado que las Islas dejen de convertirse en el epicentro del drama de todos aquellos que buscaban El Dorado europeo. Esta reducción, que en los últimos 12 meses supera el 90%, ha conllevado que el Archipiélago haya dejado de ser morada para miles de menores extranjeros no acompañados. La disminución en número de éstos ha sido tal que la Consejería de Bienestar Social del Gobierno canario ha reducido un 82% sus partidas destinadas en 2011 a la atención de menores africanos.
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